Rebecca Knight en hbr.org
del pasado 31 de diciembre plantea que la tarea de gestionar a un colaborador
desorganizado puede ser una experiencia enloquecedora, por lo que recomienda
una serie de estrategias, apoyada en las ideas de Elizabeth Grace Saunders y
Linda Hill. Éstas son:
1.-
REFLEXIONAR SOBRE LA GRAVEDAD DEL PROBLEMA. Primero debemos
tener claro cuáles son la causa y el efecto de la desorganización del
profesional, dice Hill, para lo cual debemos comenzar analizando cómo se
manifiesta, por ejemplo si es en forma de incumplimiento de fechas límite de
entrega de proyectos o de llegar tarde a reuniones. Posteriormente debemos ver
si su comportamiento interfiere con el desempeño de su equipo y seleccionar qué
aspectos de su conducta son negociables y cuáles no, ya que por ejemplo una
mesa de trabajo que sea un caos aparentemente aunque nos moleste probablemente
no tiene una repercusión importante.
2.-
MOSTRAR EMPATÍA. Lo siguiente a considerar es cuál puede
ser la causa raíz que está detrás de ese comportamiento y si siempre ha sido
así o es esta conducta nueva y mostrar empatía y comprensión.
3.-
HABLAR CON EL COLABORADOR. Si las actitudes y comportamientos del
profesional están dañando la productividad del equipo hay que decir algo. Para ello
podemos ayudar al trabajador a ser
consciente del impacto y de las consecuencias de su desorganización y a buscar
formas para remediar la situación.
4.-
COMPARTIR BUENAS PRÁCTICAS. Se puede ayudar, también, al
colaborador a través de ser un modelo del comportamiento que queremos corregir,
explicándole cómo lo hacemos nosotros para no despistarnos. Podemos seleccionar
cosas sencillas que hacemos y que la otra persona no ha pensado en ellas, siempre
sin olvidar que compartir es bueno pero no tiene que convertirse en una
directriz ya que las mentes de cada uno están programada de forma distinta y
debe dejarse espacio para la flexibilidad.
5.-
OFRECER RECOMENDACIONES PARA SU DESARROLLO PROFESIONAL. En
lugar de reprender Saunders propone apelar al interés personal del colaborador
desorganizado, ayudándole a que sea consciente de cómo si mejora en esta área puede
beneficiarle. Por ejemplo haciéndoles ver que las personas muy desorganizadas tienden a
compensar trabajando más horas o son vistos por los demás como caóticos y poco
fiables.
6.-
AYUDARLES A PLANIFICAR. Una de las características más
comunes de los trabajadores desorganizados es su incapacidad para distribuir de
forma adecuada su tiempo entre las tareas que tienen asignadas. No saben
establecer prioridades porque no saben por dónde empezar. Si este es el caso se
puede ayudar a que aprendan a dividir sus tareas, por ejemplo al comienzo de un
proyecto determinar con ellos cuáles son los puntos críticos intermedios, las
metas parciales y los productos intermedios y finales.
7.-
SER PACIENTES. Debemos ser conscientes de que no existe
una solución rápida para este problema y que cambiar hábitos se puede lograr
pero lleva su tiempo y reconocer cuándo vemos avances y mejoras.
Como conclusión la autora
sugiere una serie de principios para recordar:
HACER:
a).- Determinar si la
conducta del colaborador impacta negativamente en el desempeño de la
organización o del equipo.
b).- Explicarle al
profesional desorganizado cómo el ser más organizado va a redundar
positivamente en sus posibilidades de desarrollo profesional.
c).- Ser comprensivos ya
que podemos no conocer los esfuerzos que tiene que realizar ese colaborador
para ser productivo.
NO
HACER:
a).- Mimar y consentir. Tenemos
que ayudar a que el profesional sea consciente del impacto de su
desorganización y delas consecuencias que tiene para su equipo.
b).- No compartir
nuestras propias estrategias para organizarnos.
c).- Ser impaciente. Los
progresos llevan tiempo por lo que debemos reconocer los esfuerzos del
profesional y celebrar sus logros.
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