Brené Brown en “Dare to lead. Brave work, tough conversations, whole hearts” presenta una guía de liderazgo dirigida a cualquiera que se atreva a ser valiente y liderar.
La autora considera que
es un líder cualquiera que asuma la responsabilidad de encontrar el potencial
de las personas y que tiene el coraje de ayudar a su desarrollo. En sus
investigaciones con líderes “senior” comienza sus entrevistas planteando la
siguiente pregunta:
¿Qué es lo que tiene que
cambiar en la forma en que las personas están liderando en la actualidad para
que los líderes tengan éxito en un entorno complejo y rápidamente cambiante en
el que se enfrentan a retos aparentemente insolubles y a una insaciable demanda
de innovación?
La respuesta más frecuente
es que se necesitan líderes con más coraje y culturas más valientes. Los líderes
identificaron diez comportamientos o factores culturales que interfieren y
dificultan el poder conseguirlo. Éstos son:
1.- Evitamos las
conversaciones complicadas, incluyendo el ofrecer un feedback honesto. Algunos
líderes atribuyeron este hecho a la falta de coraje, otros a la falta de
habilidades y sorprendentemente más de la mitad de los encuestados hablaban de
una norma cultural que nos justifica para evitar este tipo de conversaciones.
2.- En lugar de dedicar
un tiempo razonable a reconocer de forma proactiva y a enfrentarnos a los
miedos y sentimientos que surgen durante los proceso de cambio y turbulencia empleamos
un a cantidad de tiempo irrazonable en gestionar conductas problemáticas.
3.- La falta de conexión
y empatía ocasiona que disminuya el nivel de confianza.
4.- Los profesionales
debido al temor a ser ridiculizados o criticados por plantear una nueva idea
radical no se muestran dispuestos a asumir riesgos o a generar y compartir ideas
atrevidas para dar respuesta a las demandas cambiantes y a la necesidad
insaciable de innovación. Como consecuencia se cae en un excesivo respeto por
el estatus quo y en el pensamiento grupal.
5.- Nos atascamos en los
contratiempos, fallos y desilusiones y dedicamos por ello demasiado tiempo y
energía en reafirmar a los miembros del equipo que por los factores
anteriormente mencionados se cuestionan sus contribuciones y el valor que
aportan.
6.- Mantener una cultura
en la que primen en exceso la vergüenza y la culpa en lugar de la responsabilidad
y el aprendizaje.
7.- El miedo a ser
considerados incorrectos en nuestras afirmaciones favorece el que no se aborden
conversaciones importantes sobre inclusión y diversidad.
8.- Cuando algo va mal
los profesionales y los equipos se
precipitan hacia soluciones ineficaces o insostenibles en lugar de centrarse en
la identificación del problema y en la solución del mismo. Cuando arreglamos
algo incorrecto por razones incorrectas los mismos problemas siguen apareciendo
lo cual resulta costoso y desmoralizador.
9.- Los valores
organizacionales se plantean en términos de aspiraciones en lugar de en
comportamientos concretos que pueden ser enseñados, medidos y evaluados.
10.- El exceso de
perfeccionismo y temor están dificultando y evitando que los profesionales aprendan
y crezcan.
Para superar estos
problemas Brown plantea como el núcleo del liderazgo con coraje las siguientes ideas:
I.-
NO PODEMOS SER VALEROSOS SIN ACEPTAR NUESTRA VULNERABILIDAD. En
el centro del liderazgo valiente se encuentra la verdad humana que pocas veces reconocemos, especialmente en
el trabajo, de que el coraje y el miedo no son mutuamente exclusivos. La mayor
parte de nosotros podemos sentirnos atemorizados y valientes al mismo tiempo. Nos
sentimos vulnerables.
Las investigaciones
llevadas a cabo por la autora y sus colaboradores han hallado que el coraje es
el resultado de cuatro series de habilidades que pueden ser enseñadas,
observadas y medidas, que son:
a).- Moverse en y
destapar nuestra vulnerabilidad.
b).- Vivir nuestros
valores.
c).- Inspirar confianza
d).- Aprender a
levantarnos.
El fundamento de la
construcción del coraje es la disposición para aceptar y movernos dentro de
nuestra vulnerabilidad. Sin esta capacidad central las otras tras series de
habilidades no se pueden poner en práctica.
2.-
CÓMO SOMOS ES CÓMO LIDERAMOS. EL AUTOCONOCIMIENTO Y LA AUTOESTIMA IMPORTAN. Con
frecuencia pensamos que el coraje es un rasgo que tenemos inherente pero se
trata menos de quién es la persona y más de cómo se comporta y se muestra en
situaciones difíciles. El miedo es la emoción que se encuentra en el centro de
todos los comportamientos y factores culturales problemáticos que hemos
comentado anteriormente, pero la barrera fundamental que dificulta el coraje es
la forma en que respondemos al miedo y que impiden que gestionemos nuestra
vulnerabilidad. Practicar la autocompasión y la paciencia con nosotros mismos
son esenciales para conseguir responde con coraje ante las dificultades.
3.-
EL CORAJE ES CONTAGIOSO. Por tanto el líder debe cultivar una
cultura en la que el trabajo retador, las conversaciones complicadas y poner
todo nuestro empeño es lo que se espera y las actitudes defensivas no son
necesarias ni recompensadas.
Si queremos que los
profesionales den lo mejor de sí mismos para poder innovar, resolver problemas
y servir a los demás debemos mantenernos vigilantes de que la cultura que
estamos creando permita que éstos se sientan seguros, escuchados y respetados.
4.-
LOS LÍDERES OSADOS DEBEN PREOCUPARSE POR Y ESTAR CONECTADOS CON LAS PERSONAS A
LAS QUE LIDERAN. Estos son requisitos fundamentales para
mantener relaciones productivas. Si no están dispuestos a hacerlo tienen dos
opciones aprender o en caso contrario se debería buscar otro líder.
La autora define la
vulnerabilidad como la emoción que experimentamos en tiempos de incertidumbre,
riesgo y exposición emocional. No consiste en ganar o en perder sino en tener
el coraje de actuar cuando no podemos controlar el resultado. Así como en
buscar el feedback de las personas que importan sea cuál sea éste, ya que si
nos protegemos del mismo dejaremos de crecer, pero si no consideramos su
calidad e intención terminaremos adoptando una actitud defensiva para
protegernos y desconectaremos. Si nos definimos por lo que los demás piensen de
nosotros es difícil ser valiente y si por el contrario dejamos de preocuparnos por lo que opinen los
otros estaremos mostrando una actitud
excesivamente de defensa que impide una auténtica conexión. Las personas que
seleccionemos para valorar sus sugerencias tienen que ser aquellas que nos
quieran no a pesar de nuestras vulnerabilidades e imperfecciones sino por
éstas, que nos respeten y que sean capaces de decirnos, por ejemplo: “Creo que
no actuaste de acuerdo con tu integridad en esa situación por lo que debes
aclararla y disculparte. Yo estaré contigo durante este proyecto para ayudarte
si quieres”.
Entre los mitos que
existen sobre la vulnerabilidad Brown destaca los siguientes:
a).- La vulnerabilidad es
un signo de debilidad.
b).- No me afecta la
vulnerabilidad. Nuestras vidas cotidianas están marcadas por las experiencias
de incertidumbre, riesgo y exposición emocional. Podemos elegir aceptar nuestra
vulnerabilidad o no hacerlo, si escogemos la primera opción conscientemente
aprenderemos como gestionar nuestra vulnerabilidad y cómo interviene en nuestro pensamiento y conducta para que
podamos seguir estando alineados con nuestros valores y vivir nuestra
integridad. Pretender que no nos afecta implica dejar que el miedo dirija
nuestro pensamiento y comportamientos, en muchas ocasiones sin ser conscientes
de ello. Madeleine LÉngle decía en este sentido: “Cuando somos niños tendemos a
pensar que cuando crezcamos ya no seremos vulnerables, pero madurar significa
aceptar nuestra vulnerabilidad”.
3.- “Puedo hacerlo solo”.
Con frecuencia pensamos que no somos vulnerables porque no necesitamos a nadie”.
El problema es que esta idea choca con todo lo que sabemos de la neurobiología
humana. Estamos programados para conectar, desde la acción de las neuronas
espejo hasta el lenguaje somos una especie social. En ausencia de una conexión auténtica
sufrimos. John Cacioppo mantiene que no obtenemos fuerza de nuestro
individualismo sino de nuestra habilidad colectiva para planificar, comunicar y
trabajar juntos.
4.- Podemos extraer la
incertidumbre y el malestar de la vulnerabilidad para mitigar los riesgos.
Muchas personas consideran que es su reto cotidiano, ya que equiparan la
vulnerabilidad con potenciales fallos
del sistema o con la muerte en el caso de los soldados o cirujanos.
La vulnerabilidad a la
que se refiere la autora es la relacional, no a la vulnerabilidad sistémica, la
que tiene que ver con lo que sentimos cuando nos enfrentamos a situaciones que tienen que ver con las
personas.
5.- La confianza precede
a la vulnerabilidad, para evitar estar expuestos a la traición. Con frecuencia
el mensaje que recibimos es que: “ si somos lo suficientemente estúpidos como
para dejar que otra persona conozca nuestros puntos débiles o qué es aquello
que más nos importa, es solo cuestión de tiempo que alguien utilice dicha
información para dañarnos”.
Necesitamos tener
confianza para mostrarnos vulnerables y necesitamos esa vulnerabilidad para
construir la confianza. Ésta se va generando en los pequeños momentos. Se gana
no por gestos heroicos ni por acciones altamente visibles. Sino a través de la
atención, la escucha y gestos de genuina conexión y preocupación.
La confianza resulta, pues,
del almacenaje de pequeños momentos y de vulnerabilidad recíproca en el tiempo.
La confianza y la vulnerabilidad crecen juntas y traicionar a una de ellas
implica la destrucción de ambas.
6.- Vulnerabilidad es
destapar. Existe la idea errónea en determinados ambientes que la
vulnerabilidad significa que los líderes deben contar sus experiencias
personales y compartir abiertamente sus emociones en todas las situaciones. La
cuestión está en identificar la información sobre nosotros que debemos
compartir y no hacerlo de forma indiscriminada.
Si queremos lograr que en
los equipos exista seguridad psicológica que va a permitir el ofrecer feedback
complicado y mantener conversaciones difíciles con sinceridad debemos facilitar
la existencia de un clima de confianza en el equipo. Entre los factores que
intervienen y que entorpecen su desarrollo tenemos hacer juicios, dar consejos
no solicitados, las interrupciones y el compartir lo hablado con personas
ajenas al equipo. Entre los comportamientos que necesitamos para sentirnos
seguros en el equipo destacan la escucha activa, la curiosidad, la honestidad y
el mantenimiento de la confianza.
La falsa vulnerabilidad
es ineficaz y genera desconfianza. No existe una forma más segura para provocar
el rechazo de los demás que el intentar manipularles a través de la
vulnerabilidad. Siempre tenemos que ser claros con respecto a nuestras
intenciones, conocer los límites de la vulnerabilidad en el contexto de los
roles y relaciones y marcar las fronteras, ya que vulnerabilidad sin límites no
es vulnerabilidad, es confesión, manipulación o desesperación.
Por tanto, tenemos que
preguntarnos no sólo qué es lo que queremos compartir sino con quién y si va a
ser apropiado y productivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario