domingo, 13 de marzo de 2022

EL PODER DE "REPENSAR"

 


Adam Grant, como conclusión de su libro  Think again. The power of knowing what you don´t know”, que hemos comentando en varias entradas anteriores, plantea seguir las siguientes recomendaciones  para mejorar nuestras habilidades para “repensar”, en relación con:

I.- “REPENSAR”  A NIVEL INDIVIDUAL

1).- Desarrollar el hábito de volver a pensar:

a).- Pensar como un “científico”. Cuando comencemos a formarnos una opinión debemos resistir la tentación de hacerlo en modo “predicador”, “fiscal” o “político”. Considerar nuestra perspectiva emergente como una hipótesis y confirmarla con datos.

b).- Definir nuestra identidad en términos de valores y no de opiniones. Es más fácil evitar atascarnos en nuestras creencias pasadas si no nos sentimos ligadas a ellas como parte de nuestro concepto actual de nosotros mismos. Debemos vernos como alguien que valora la curiosidad, el aprendizaje, la flexibilidad mental y la búsqueda del conocimiento.

c).- Buscar información que vaya contra nuestras opiniones. Podemos luchar contra el sesgo de confirmación o neutralizar filtros,  por ejemplo,  si activamente nos enfrentamos con ideas que cuestiones nuestras presunciones. Una buena forma de empezar consiste en seguir a personas que nos hagan pensar aunque estemos con frecuencia en desacuerdo con ellas.

2).- Calibrar nuestra confianza en nosotros mismos:

a).- Evitar quedarnos atascados en la cima del “Monte de los Estúpidos”. No confundamos la competencia con la seguridad en nosotros mismos. El efecto Dunning – Kruger  (las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar las capacidades y conocimientos que realmente tienen), es un buen recordatorio de que cuanto mejor nos creamos que somos, mayor es el riesgo de que nos estemos sobreestimando y mayores son las posibilidades de que dejemos de mejorar. Para evitar el exceso de confianza sobre nuestro conocimiento podemos reflexionar sobre cómo podemos explicar un tema determinado.

b).- Aprovechar los beneficios de la duda. Cuando nos encontremos cuestionando nuestra capacidad tenemos que reformular la situación y considerarla como una oportunidad de crecimiento. Podemos tener confianza en nuestra capacidad para aprender mientras nos cuestionamos cómo solucionamos actualmente los problemas. Saber lo que no sabemos es con frecuencia el primer paso para llegar a ser experto en algo.

c).- Contemplar los beneficios y alegría de estar equivocado. Cuando veamos que hemos cometido un error debemos considerarlo como una señal de que hemos descubierto algo nuevo. No tenemos que temer reírnos de nosotros ya que nos ayuda a centrarnos más en mejorar que en demostrar lo que ya somos.

3).- Invitar a los demás a cuestionar nuestro pensamiento:

a).- Aprender algo nuevo de cada persona que conozcamos.  Cada persona sabe algo mejor que nosotros. Podemos preguntar a las personas sobre qué han estado repensando recientemente o comenzar una conversación sobre las veces en que hemos cambiado de opinión el año pasado.

b).- Construir una red de críticos. Es útil tener personas que nos animen pero también necesitamos críticos que nos cuestionen. Una vez que hayamos identificado a las personas que son nuestros críticos más sensatos debemos invitarles a que cuestionen nuestro pensamiento. Para asegurarnos de que saben que estamos abiertos a opiniones distintas debemos decirles que agradecemos sus comentarios.

c).- No procurar evitar el conflicto constructivo. Los desacuerdos no tienen que ser desagradables. Aunque los conflictos de relación suelen ser contraproducentes los conflictos de tarea pueden ayudarnos a repensar. Podemos intentar formular los desacuerdos como debates para que las personas los enfoquen de un modo más intelectual y menos personal.

II.- “REPENSAR” A NIVEL INTERPERSONAL

1).- Hacer preguntas más adecuadas:

a).- Practicar el arte de la escucha persuasiva. Cando estamos intentando abrir las mentes de los demás frecuentemente lo conseguiremos mejor si escuchamos en lugar de hablar. Para mostrar nuestro interés en ayudar a las personas a cristalizar sus propias ideas y descubrir sus propias razones para cambiar podemos hacer preguntas.

b).- Preguntar cómo mejor que por qué. Cuando las personas describen las razones por las que mantienen puntos de vista extremos con frecuencia están intensificando su compromiso con éstos. Cuando procuran explicar cómo convertirán sus ideas en realidades con frecuencia se dan cuenta de los límites de las mismas y empiezan a matizar algunas de sus opiniones.

c).- Preguntar qué evidencias les pueden hacer cambiar su forma de pensar. No podemos forzar a las personas a que estén de acuerdo con nosotros. Suele ser más eficaz el indagar qué es lo que les puede hacer abrir sus mentes y ver si les podemos convencer bajo sus propios términos.

d).- Preguntar a las personas cómo han llegado a formar una opinión determinada. Muchas de nuestras opiniones así como de  nuestros estereotipos son arbitrarios ya que los hemos desarrollado sin contar con datos rigurosos ni tras una profunda reflexión. Para ayudar a las personas a reevaluar podemos sugerirles que consideren cómo creerían en cosas diferentes si hubiesen nacido en otro momento o en otro lugar.

2).- Enfocar los desacuerdos como “bailes”, no como “batallas”:

a).- Reconocer el terreno común. Un debate tiene que ser como una danza, no como una guerra. Admitir los puntos de convergencia no nos hace más débiles, sino que muestra que estamos dispuestos a negociar sobre lo que es cierto y motiva a la otra parte a considerar nuestros puntos de vista.

b).- Recordar que menos con frecuencia es más. Si buscamos excesivas diferentes razones para apoyar nuestra causa podemos lograr que nuestra audiencia se ponga a la defensiva y que rechace todo nuestra argumentación basándose en los puntos menos importantes. En lugar de diluir nuestro argumento debemos apoyarnos en nuestros puntos más consistentes.

c).- Reforzar la libertad de elección. En ocasiones las personas se resisten no porque rechacen nuestro argumento sino porque no les gusta el sentimiento que les genera de ser controlados. En estos casos ayuda el respetar su autonomía al recordarles que depende de ellos el escoger aquello en lo que creer.

d).- Mantener una conversación sobre la conversación. Si las emociones son muy fuertes es conveniente redirigir la discusión hacia el proceso. También, como el negociador experto que comenta sobre sus sentimientos y evalúa su comprensión de los sentimientos de la otra parte, podemos, en ocasiones, avanzar si manifestamos nuestra frustración o decepción y preguntamos a los demás si la comparten.

III.- “REPENSAR” A NIVEL COLECTIVO

1).- Mantener conversaciones más matizadas:

a).- Complejizar los temas más polémicos. Siempre existen más de dos caras de una historia.  En lugar de tratar los asuntos polarizados como las dos caras de una moneda debemos contemplarlos a través de las numerosas lentes de un prisma. Ver los distintos tonos del gris puede hacer que nos mostremos más abiertos.

b).- No evitar ni huir de las contingencias ni de las alertas. Reconocer afirmaciones que pueden estar en competencia o resultados conflictivos no sacrifica nuestra credibilidad. Es una forma eficaz de mantener la atención d ela audiencia mientras fomenta la curiosidad.

c).- Expandir nuestro rango emocional. No tenemos que eliminar la frustración o la indignación para mantener conversaciones productivas. Lo que tenemos que hacer es mezclarlas con otra serie de emociones y, por ejemplo, intentar mostrar cierta curiosidad o admitir sentirnos confusos o ambivalentes.

2).- Enseñar a los niños a “repensar”:

a).- Mantener una discusión semanal para romper mitos. Es más fácil desmontar creencias falsas en la infancia y es una buena forma de enseñar a los niños a que vayan sintiéndose cómodos al “repensar”. Se puede escoger un  tema diferente cada semana, como por ejemplo los dinosaurios o el espacio exterior.

b).- Invitar a los niños a crear distintas versiones de una historia y a buscar feedback de los demás. Crear diferentes versiones de un dibujo o de una historia ayuda a que los niños aprendan el valor de revisar sus ideas. Obtener información de los demás sirve para que sean conscientes de que pueden ir evolucionando y que no tienen que alcanzar la perfección al primer intento.

c).- Dejar de preguntar  a los niños qué quieren ser de mayores. No tienen que definirse a sí mismos en términos de una carrera. Una sola identidad puede cerrar la puerta a otras alternativas. En lugar de intentar limitar sus opciones debemos ampliar sus posibilidades. No tienen que ser una cosa, pueden hacer muchas.

3).- Crear organizaciones que aprenden:

a).- Abandonar las mejores prácticas. Éstas sugieren que las mejores prácticas ya están realizándose. Si queremos que las personas sigan “repensando” sobre la forma en que trabajan, es mejor adoptar la responsabilidad sobre los procesos y mantenernos buscando la forma de mejorarlos.

b).- Garantizar la seguridad psicológica. En las culturas de aprendizaje las personas tienen confianza en que pueden cuestionar y desafiar  el estatus quo sin ser castigadas por ello. La seguridad psicológica con frecuencia comienza si los líderes empiezan a ser ejemplo de humildad.

c).- Mantener un registro para “repensar”. No evaluar las decisiones basándonos solo en los resultados, se debe hacer un seguimiento de cómo se han considerado las distintas opciones durante el proceso. Un mal proceso con un buen resultado es fruto de la suerte. Un buen proceso con un mal resultado puede a veces considerarse una experiencia interesante.

4).- Mantenernos abiertos a la posibilidad de “repensar” nuestro futuro:

a).- Prescindir de los planes a diez años. Lo que nos interesó el pasado año puede aburrirnos este año. Las pasiones se desarrollan no solo se descubren. Planificar solo un paso hacia delante nos puede mantener abiertos a “repensar”.

b).- “Repensar” nuestras acciones no solo nuestro entorno. Conseguir construir un propósito con frecuencia comienza con acciones que incrementan nuestro aprendizaje o nuestras contribuciones a los demás.

c).- Reservar tiempo para volver a pensar. No solo debemos dedicar tiempo para aprender, también, tenemos que reservar tiempo para desaprender y “repensar”.

 

 

 

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