Judith White, en HBR Blog Network del pasado 18 de junio, plantea que aunque
normalmente lo primero que los expertos negociadores enseñan es que “hay que
separar a las personas del problema” y es un buen consejo en la mayoría de los
casos, su experiencia como psicóloga le ha mostrado que en aproximadamente un
1% de las ocasiones las personas son el problema. En esos casos las estrategias
habituales de negociación no funcionan.
La autora recomienda para reconocer y abordar estas raras situaciones
comenzar por intentar determinar qué clase
de persona es aquella con la que tenemos que negociar. Dos tipos con los
que sí podemos hacerlo, aunque parezca complicado son:
1.-
Emocionales. Las emociones no tienen por qué impedirnos
alcanzar acuerdos positivos. Es natural que ante una situación de conflicto
surjan emociones fuertes. Una vez que el problema es identificado y reconocido
y las partes pueden discutirlo las emociones suelen disiparse. No hay que
olvidar, también, que algunas culturas y personas expresan más abiertamente sus
sentimientos que otras y que algunos negociadores las utilizan estratégicamente
para influir en el contrario. Tenemos que reconocer la emoción, pero no debe
impedir que negociemos.
2.-
Irrazonables. Con frecuencia pensamos que las personas no son
razonables cuando no están de acuerdo con nuestra lógica y evidencia. Pero lo
que suele ocurrir es que están viendo distintos problemas y hasta diferentes
hechos, por lo que siempre es posible intentar acercar las posturas para llegar
a un acuerdo.
Los dos tipos de personas con las que la autora propone no negociar
nunca son:
a).- Una parte contraria que alterna entre la
conciliación y la provocación. Las
personas normalmente somos más provocadoras o difíciles de manejar al comienzo
de una negociación. Posteriormente somos más conciliadores cuando se va
definiendo el marco de un posible acuerdo. Hay que tener cuidado y procurar
evitar a las personas que primero son conciliadoras, luego pasan a mostrarse
provocadoras y cuando te dispones a abandonar la negociación vuelven a ser
conciliadoras y luego una vez más provocadoras. Este comportamiento sugiere
que nunca va a estar satisfecha ni va a
finalizar la negociación. Lo que busca no es un trato, sino el control, sobre
el proceso y sobre nosotros. El tiempo y energía que vamos a gastar si
continuamos la negociación no compensará al final las ganancias potenciales que
podríamos obtener.
b).- Una
parte contraria que persiste en ver a las personas en términos de bondad o
maldad absoluta. Una negociación es un método para resolver
conflictos no para determinar quién es culpable. La mayor parte de las personas
una vez que entienden esto están dispuestas a intercambiar concesiones para
lograr satisfacer sus intereses subyacentes. Si un negociador describe a alguien
como absolutamente bueno y sin tacha o absolutamente malvado y responsable su
comportamiento sugiere que no tiene la mentalidad adecuada para negociar. Lo
que esta persona quiere es que las personas que considera malvadas sean
responsabilizadas por todos los actos que crean convenientes y castigadas y
como nosotros tenemos un conflicto con ella corremos el riesgo de entrar en esa
categoría. Abandonar la negociación le privará de la
oportunidad de castigarnos. Por lo tanto, si negociamos con esta clase de
personas podemos esperar que el proceso sea doloroso y no debemos esperar que
hagan concesiones significativas porque piensan que no las merecemos.
Judith White, ante estos negociadores, si no podemos evitarlos,
recomienda:
1.- Ser realistas. No van a cambiar y no existe ninguna estrategia de
negociación útil para que lo hagan. La meta tiene que ser poder liberarnos lo
antes posible con las mayores ganancias o menores pérdidas posibles.
2.- Dejar de hacer concesiones. El objetivo de las mismas es alcanzar
acuerdos, pero como en estos casos resulta imposible, independientemente de lo
que cedamos, es mejor no perder el tiempo. Nuestro objetivo debe ser minimizar
las pérdidas.
3.- Reducir nuestra interdependencia con esa persona. Hay que procurar no
depender de ella para nada y no tener ninguna deuda con ella.
4.- Hacer pública la situación, utilizando si es posible a una tercera
parte. Hay que evitar siempre que podamos las discusiones en privado. Poner por
escrito la situación y recurrir a niveles superiores para que tomen las medidas
si la otra parte no se responsabiliza de sus obligaciones y de la situación
creada. Si tenemos a nuestra disposición una tercera parte como un mediador es
conveniente utilizar sus servicios.
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