Daniel H. Pink, en “When. The scientific secrets of perfect timing”, muestra como la elección del momento oportuno para hacer las cosas (“timing) es una ciencia que si se domina adecuadamente nos puede servir de guía para trabajar y vivir mejor.
Michael Macy y Scott Golder, sociólogos de la Universidad de Cornell analizaron más de 500 millones de tweets que 2.4
de usuarios de 84 países habían publicado en un periodo de dos años para ver si
podían descubrir cómo las emociones positivas
(entusiasmo o confianza, por
ejemplo) y negativas ( ira, culpa o adormecimiento, por ejemplo) variaban según
la hora del día. Lo que encontraron fue un patrón consistente en las horas de
vigilia. El estado de ánimo positivo, evidenciado por un lenguaje que revelaba que los que escribían los tweets
se sentían comprometidos, activos y esperanzados, generalmente se incrementaba
en la mañana, se desplomaba por la tarde y volvía a crecer al atardecer,
independientemente de la cultura o de la localización geográfica. Los fines de
semana se mantenía igual, aunque se retrasaba el inicio de la mejora del buen
humor y su intensidad era ligeramente superior a la delos días laborables.
Los científicos han
descubierto que casi todos los seres vivos, sean unicelulares o multicelulares están
sometidos a relojes biológicos que
gobiernan lo que se conoce como ritmos circadianos, que ocasionan que los seres
humanos, metafóricamente, nos abramos y cerremos (como las plantas) a
determinadas horas regularmente todos los días. Los cronobiólogos comenzaron
examinando funciones fisiológicas como la producción de melatonina o las
respuestas metabólicas pero su trabajo se ha ampliado para incluir a las
emociones y los comportamientos. Sus investigaciones están desvelando algunos sorprendentes
patrones relacionados con el tiempo que influyen en cómo sentimos y actuamos
que pueden servir como referencias para ver cómo podemos configurar nuestras
vidas.
Los analistas del
comportamiento cuentan con diversos métodos, además del estudio de los tweets,
para comprender lo que pensamos y sentimos y uno de ellos es especialmente útil
para analizar las variaciones horarias. Se conoce como el “método de reconstrucción diaria (DRM) creado por un quinteto de investigadores entre los
que se encuentran Daniel Kahneman y Alan Krueger. Con el DRM los participantes
reconstruyen el día previo, registrando todo lo que hicieron y lo que sintieron
al hacerlo. En 2006 decidieron utilizar el método para analizar el ritmo de los
estados de ánimo a lo largo del día. Pidieron a más de 9000 mujeres
estadounidenses de todas las razas, nivel educativo e ingresos que pensarán como si el día anterior
hubiese estado formado por una serie de episodios continuos de una película con
una duración cada uno de 15 minutos a dos horas. Las mujeres posteriormente
describían lo que habían hecho en cada episodio y escogían entre una lista de
doce adjetivos, como feliz, frustrada, disfrutando, enfadada,…, para caracterizar
sus emociones durante esos episodios. Los investigadores al analizar los
resultados encontraron un consistente patrón bimodal. El estado de ánimo
positivo aumentaba durante la mañana hasta alcanzar un pico hacia el mediodía y
se desplomaba rápidamente y se mantenía bajo durante la tarde para volver a
incrementarse al anochecer. Las variaciones en relación con los sentimientos
negativos no eran tan marcadas pero mostraban el patrón contrario
incrementándose por la tarde y descendiendo al final del día.
Los estados de ánimo son
internos pero tienen un impacto externo. Aunque intentemos esconder nuestras
emociones éstas inevitablemente se filtran y van a intervenir en la forma en
que los demás van a responder a nuestras palabras y acciones.
Diversas investigaciones
han medido, también, el efecto del momento del día sobre nuestra actividad
mental. Se ha comprobado que la capacidad de resolver problemas y de actuar
racionalmente es mayor a primera hora del día. Por ejemplo, Hermann Ebbinghaus
demostró que las personas aprendemos y somos capaces de aprender ristras de
sílabas sin sentido con más facilidad por la mañana que por la noche. Éste y
otros estudios han llevado a que los investigadores del tema hayan llegado a
tres conclusiones principales:
1.- Nuestras habilidades
cognitivas no se mantienen estáticas a lo largo del día. Somos más rápidos, más
lentos, más creativos o menos, por ejemplo, dependiendo del momento del día.
2.- Estas fluctuaciones
diarias son más extremas de lo que nos parecen.
3.- Cómo nos va depende
de lo que estemos haciendo. Simon Folkard mantiene que el mejor momento para
realizar una tarea determinada depende de la naturaleza de la misma. Las
evidencias muestran que durante la mañana realizamos mejor las tareas
analíticas. Al despertarnos nuestra temperatura corporal asciende lentamente lo
que estimula nuestro nivel de energía y la
sensación de alerta lo que favorece nuestra habilidad de concentración y
nuestros poderes de deducción. Su máximo se alcanza a mediodía en el caso de la
mayoría de las personas.
Una razón para este
fenómeno es que a primera hora de la mañana nuestras mentes están más
vigilantes y mantienen a las distracciones fuera. Pero cuando pasan las horas
nuestros guardianes mentales se cansan y toman un descanso y es cuando los
intrusos: lógica dudosa, estereotipos peligrosos, información irrelevante,
aprovechan para colarse. El estado de alerta y los niveles de alerta que eran
altos en la mañana se desploman durante la tarde y consecuentemente disminuye
nuestra capacidad de mantenernos concentrados y nuestro poder de análisis se
resiente, llegando a cerrarse como algunas hojas de determinadas plantas al
anochecer.
Un ejemplo de este
fenómeno lo muestran los hallazgos de una investigación realizada por FrancescaGino y dos investigadores daneses que analizaron los resultados de cuatro años de
exámenes de escolares daneses en relación con la hora del día en que se
realizaron las pruebas. Encontraron una correlación sorprendente: los
resultados eran mejores si los exámenes tenían lugar por la mañana y con cada
hora que se retrasaba su comienzo los resultados empeoraban un poco más.
Pero no todo el trabajo
mental es igual. Cuando nos enfrentamos a un problema de percepción las
personas tendemos a abordarlo de forma metódica hasta que chocamos contra un
muro y abandonamos o esperamos a experimentar lo que se conoce como un flash de
iluminación que nos sirve para contemplar las cosas de otras formas y para
después recategorizar el problema y descubrir rápidamente la solución.
La razón que justifica
este hecho es que durante la mañana, para la mayoría de las personas, los “centinelas
que vigilan nuestro castillo cognitivo” están alerta y preparados para repeler
cualquier invasión. Esta vigilancia, con frecuencia llamada “control inhibidor”
ayuda a nuestras mentes a resolver problemas analíticas al mantener fuera
cualquier distracción. Pero los
problemas de percepción son diferentes. Requieren menos vigilancia y menos
inhibidores. Ese “flash de iluminación”, que hemos comentado se produce con
mayor frecuencia cuando los “guardias” se han marchado. En esos momentos
algunas distracciones pueden ayudarnos a detectar conexiones que podíamos haber
obviado cuando los filtros eran más estrechos.
Éste último fenómeno se conoce,
en ocasiones, como la “paradoja de la inspiración” y avala la idea de que la
innovación y la creatividad pueden ser mayores cuando no nos encontramos en
nuestro mejor momento, al menos en relación con nuestros ritmos circadianos.
Por tanto nuestros
estados de ánimo y nuestro desempeño van oscilando durante el día. Para la
mayoría de las personas el estado de ánimo sigue un patrón similar un pico, un
descenso y una recuperación lo que sirve para moldear un patrón dual de
desempeño: durante las mañanas realizamos mejor las tareas que requieren
concentración y trabajo analítico y en
la fase de recuperación abordamos mejor las tareas que requieren menores
inhibiciones. La etapa de depresión no sirve para mucho.
Los seres humanos no
experimentamos los días de la misma forma. Cada uno de nosotros tiene un “cronotipo”
que es un patrón personal de ritmos circadianos que influencia nuestra
fisiología y psicología. Existen dos cronotipos principales:
1.- “Búhos”. Detestan las
mañanas y no empiezan a animarse hasta que llega la tarde o el anochecer.
2.- “Alondras”. Se levantan
temprano y se sienten llenos de energía durante el día, pero van desfalleciendo
cuando éste avanza.
Martha Merrow y Till Roenenberg desarrollaron el Cuestionario de Cronotipos de Munich (MCTQ) que
distingue entre los patrones de sueño en
los días laborables (cuando normalmente tenemos que despertarnos a una hora
determinada) y los días “libres” ( en los que podemos despertarnos cuando
queramos). Los hallazgos de sus investigaciones han mostrado que entre el 60 y
el 80 % de las personas pertenecemos a una tercera categoría de “aves”, esto es
que no somos ni completamente alondras ni totalmente búhos.
Se ha comprobado,
también, que la fecha de nacimiento juega un papel sorprendente. Las personas
nacidas en otoño e invierno tienen más tendencia a ser alondras y las que nacen
en primavera y verano a ser búhos.
Tras los factores genéticos
el factor más importante para determinar el cronotipo es la edad. Los niños
pequeños suelen ser alondras que se van transformando en búhos en la pubertad,
llegando a su máximo alrededor de los veinte años y luego van lentamente
volviendo a ser alondras durante el resto de sus vidas. Los cronotipos de
hombres y mujeres difieren fundamentalmente en la primera mitad de sus vidas.
Tendiendo los hombres a ser búhos y las mujeres alondras, pero esas diferencias
tienden a desaparecer a partir de los cincuenta años.
La mayor parte de las
investigaciones muestran que las personas a las que les gustan las mañanas
suelen ser agradables, productivas, tenaces y emocionalmente estables, que son
capaces de tomar iniciativas, reprimir impulsos desagradables y planificar el
futuro. Suelen ser positivas por lo que muchas son como alondras felices.
Por el contrario, los búhos,
muestran unas tendencias más oscuras. Son más abiertas y extrovertidas que las
alondras pero también más neuróticas, impulsivas y viven en el momento buscando
experimentar distintas sensaciones. Los resultados en el trabajo suelen ser
peores que en el caso de las alondras, pero tienen la capacidad de ser más
creativos o de tener más sentido del humor por lo que es conveniente contar con
ellos.
Lo importante es
conseguir que el cronotipo, la tarea y el tiempo se alineen creando el “efecto
sincrónico” . Por ejemplo. Aunque suele ser más peligrosos conducir de noche
los búhos conducen peor a primeras horas
de la mañana porque las mañanas no están en sincronía con sus ciclos naturales
de alerta y vigilia.
Pink recomienda dos
estrategias para intentar minimizar el daño que nos pueden ocasionar
situaciones en las que nuestros patrones de ritmo cotidianos no coinciden con
las demandas a las que nos vemos sometidos. Éstas son:
1.- Tomar conciencia. Simplemente
con ser conscientes de que estamos funcionando en un tiempo subóptimo puede
resultar de ayuda porque podemos intentar corregir nuestro cronotipo para
neutralizar sus efectos. Por ejemplo, si somos un búho y tenemos que asistir a
una reunión a primera hora de la mañana podemos adoptar una serie de medidas
preventivas como preparar la noche anterior todo lo que vayamos a necesitar
para la misma, dar un pequeño paseo antes de la reunión o hacer un pequeño
favor a un compañero lo que elevará nuestro ánimo y durante la reunión
mantenernos extravigilantes y si alguien nos hace una pregunta repetirla antes
de responder para asegurarnos de haberla entendido bien.
2.- Intentar ir limando
los márgenes. Aunque no podamos controlar los grandes temas podemos ir
moldeando pequeños aspectos. Si somos una alondra o una “tercera ave” y tenemos
una hora libre en la mañana no desperdiciemos ese tiempo y dediquémosle a hacer
tareas importantes. También podemos suavemente sugerir a nuestro jefe cuáles
son los momentos en que trabajamos mejor en términos de lo que puede ser bueno
para la organización, proponiendo medidas como el “viernes del cronotipo” en el
que un viernes al mes cada profesional pueda trabajar en un horario de acuerdo
con su cronotipo.
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