Ron Carucci , en hbr.org del pasado 13 de abril, plantea que demasiados líderes evitan tomar decisiones duras para evitar molestar a sus colaboradores o perder estatus entre sus seguidores, por lo que buscan sofisticadas justificaciones para retrasar la toma de decisiones difíciles y esta demora suele terminar ocasionando mayor daño que los inconvenientes que trataban de eludir. Normalmente las decisiones duras se tornan más complicadas cuando se difieren. Cuanto más “senior” se convierte el líder la necesidad de tomar decisiones complicadas se intensifica.
Carucci, fruto de su
experiencia trabajando con ejecutivos, ha podido observar que los líderes
utilizan preferentemente tres tipos de racionalizaciones para posponer las
decisiones difíciles y que si se comprenden las consecuencias de estas excusas
se pueden tratar de evitar. Éstas son:
1.-
“Estoy siendo considerado con los demás”. Para algunos
líderes la idea de distanciarse de alguno de sus colaboradores debido a una conversación
difícil les resulta paralizante. Suelen decir:” La moral está ahora muy baja y no me gustaría añadir estrés”,
por ejemplo, pero lo que subyace es que no quieren decepcionar a sus
profesionales. Las consecuencias suelen ser que cuando la situación se ha
complicado, enquistado o resulta irresoluble los colaboradores se sienten desmoralizados y
confundidos por la actitud de su líder y lo que aprenden es que no se debe
hablar abiertamente sobre malas noticias.
2.-
“Estoy comprometido con la calidad y la exactitud”.
Algunos líderes que luchan con la ambigüedad que viene con decisiones que
pueden tener implicaciones a largo plazo
la ansiedad ante la posibilidad de equivocarse puede consumirles. Tratan de
imponer la certidumbre analizando más datos y solicitando más opiniones, pero
la razón verdadera de su actitud es el miedo a parecer estúpido.
Tomar decisiones en un
entorno de datos incompletos es parte del trabajo de los ejecutivos y con
frecuencia no van a saber si han acertado con la decisión hasta que pasa un
tiempo.
La consecuencia de esta
racionalización común es que enseñamos a los que nos rodean que deben evitar
los errores a cualquier precio y que “parecer que hacemos lo correcto” es más
importante que “hacer lo correcto”. Además podemos terminar encontrándonos en
una situación en la que tenemos menos opciones y debemos tomar una decisión sub-
óptima con lo que pereceremos más incompetentes que si hubiésemos tomado la decisión
con menos datos.
Como ejecutivos debemos
ser un modelo de cómo tomar riesgos calculados y de cómo aprender de los
errores. Tenemos que asumir que entre
las miles de decisiones que tendremos que tomar en el trabajo algunas no van a
ir tan bien como deseamos pero que
serviremos mejor a nuestros colaboradores si les mostramos cómo navegar por la
realidad que tratando de convencerles de que ésta puede ser evitada.
3.- “Quiero que me
consideren justo”. En el mundo actual en que es fácil salir en titulares si los
empleados piensan que se les trata mal muchos líderes temen ser vistos como
injustos, insolidarios o que tienen favoritos. Reaccionan actuando de forma que
no reconocen las diferencias en el desempeño y concediendo a todos un “trofeo
por su participación.” Bajo este halo de “justicia” los líderes con frecuencia
evitan tomar decisiones duras que puedan distinguir a los profesionales de alto
rendimiento de los de medio desempeño y lo que es peor no eliminan a los de
bajo rendimiento. Piensan que “se pueden distribuir las tareas entre el resto”
o que lo “justo” es conceder a alguien
que claramente no hace su trabajo una nueva oportunidad y al final lo que se
crea es una falso sentido de equidad entre los miembros del equipo y daña el
desempeño global.
No reconocer el bajo
rendimiento o el trabajo excelente de los profesionales de alto rendimiento es injusto
y una falta de respeto. Diferenciar los distintos niveles de desempeño entre los
miembros de sus equipos es un trabajo del líder. Si no se toman decisiones en
ese sentido se diluye la meritocracia y resulta injusto para los que tienen un
alto rendimiento cuyo trabajo es responsable de la mayor parte de los éxitos
del equipo y también lo es para los de bajo desempeño ya que se les permite que
se enfrenten a roles para los que no están preparados.
Estas excusas pueden
llegar a moldear la cultura de la organización y enseñan a los profesionales
que la integran que la autoprotección y el interés personal son motivos
legítimos a la hora de tomar decisiones complicadas con lo que éstos pueden poner
éstos por delante de los objetivos de la organización.
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