W. Craig Reed, en “The 7secrets of neuronleadership”, revela ideas y teorías ofrecidas por los neurocientíficos, pensadores y altos mandos militares convertidos en altos ejecutivos para ilustrar lo que separa a los grandes y reverenciados líderes del resto de los demás.
En su libro “Intelligent leadership. What you need to know to unlock your full potential” John Mattone
describe tres elementos centrales para conseguir un liderazgo exitoso:
1.- Capacidad. Comprende
las competencias que debe tener un líder y que pueden ser desarrolladas e
incrementadas.
2.- Compromiso. Incluye
los factores motivacionales que mueven a los líderes como la pasión, el deseo o
entusiasmo.
3.- Conexión.
Internamente los grandes líderes están alineados con un conjunto de valores y
elementos del carácter que les promueven el éxito. Externamente están alineados
con la misión, valores y metas de la organización.
El problema actual es el
coste que tiene el mal liderazgo. Por ejemplo, una encuesta Gallup realizada en
2015 revelaba que aproximadamente un 50% de los encuestados abandonaban su
trabajo para alejarse de su jefe. Otro estudio de la misma empresa de más de 1
millón de trabajadores estadounidenses
encontró que la razón principal por la que las personas dejaban un
trabajo era un pobre liderazgo. Diversas
investigaciones de Gallup han concluido que los equipos de trabajo con malos
líderes son un 50% menos productivos que los que están bien liderados y como,
por ejemplo, mostraba el Estudio Gallup 2013 sobre el estado del mundo laboral
en estados Unidos, sólo la tercera parte de los trabajadores se sentían
comprometidos con su trabajo, el resto confesaban estar total o parcialmente desconectados
de su trabajo y sin sentimiento de compromiso.
Obviamente las
organizaciones que tienen malos líderes deben cambiar, pero también deben
hacerlo muchas de las que tienen buenos líderes porque el mundo está cambiando
y el tipo de liderazgo necesario también. Los líderes que reconocen su
necesidad de cambiar para mejorar y tienen el coraje de hacerlo pueden aprender
mucho de tres excelentes fuentes de sabiduría:
a).- La neurociencia. Los
seres humanos no somos máquinas por lo que intentar liderar a las personas sin
tener un conocimiento profundo del funcionamiento de la mente humana resulta
casi imposible.
En los últimos años se
han producido descubrimientos sorprendentes en relación con el funcionamiento
de la mente humana. Algunos de ellos pueden ayudar a los líderes a incrementar
dramáticamente la moral de los trabajadores, su productividad e influir en la retención de los mismos.
b).- Los antiguos
griegos. Tenían conocimientos profundos sobre el amor y sobre las personas. Definieron
el eneagrama para analizar los distintos
tipos de personalidad.
Mientras en el mundo
actual sólo se emplea una palabra para el amor ellos utilizaban 7 términos
distintos. Eran conscientes de la
necesidad de enfocar el liderazgo desde la perspectiva del amor, por ejemplo
para reflexionar sobre los motivos por los que podemos amar nuestro trabajo. En
“Conscious Capitalism”, John Mackey
explica las razones por las que las empresas que inspiran pasión y
tienen un propósito que aspira a tener un impacto y no sólo pretenden ganar
dinero suelen sobrepasar financieramente a sus competidores.
c).- Los altos mandos militares.
Aquellos que han trabajado en unidades militares saben que el liderazgo
comienza con el trabajo en equipo, el respeto y la camaradería.
En la sociedad moderna
los expertos en temas de liderazgo están de acuerdo en afirmar que los modelos
de liderazgo del pasado centrados excesivamente en la jerarquía de arriba abajo
ya no resultan efectivos en la mayor parte de las ocasiones. En la sociedad actual
marcada por la inmediatez y rapidez, las tecnologías y la diversidad y
globalidad necesitamos una nueva forma de liderazgo que facilite el que cada
miembro del equipo contribuya como líder de la manera más óptima.
Ejemplos de este
liderazgo en los equipos se pueden observar en unidades militares tales como
las fuerzas especiales, los submarinos o escuadrones aéreos.
El filósofo griego
Heráclito dijo en una ocasión: “Ningún hombre pisa dos veces el mismo rio, ya
que no será el mismo río y él no será el mismo hombre”. La velocidad del mundo
actual hace imposible el que nos quedemos quietos, por lo que los líderes deben
continuamente mejorar sus conocimientos y habilidades para evitar quedarse
obsoletos. En lugar de tratar de cambiar a los demás los buenos líderes
comienzan por cambiarse a sí mismos y entienden que, para tener éxito, primero deben introducir con sabiduría los cambios adecuados en su vida
sus reacciones, expectativas, actitudes y estilos de liderazgo, entre otros
aspectos.
Los grandes líderes como
Abraham Lincoln son conscientes de que nunca se debe imponer el cambio.
Utilizar el miedo o la coerción para conseguir lo que queremos puede funcionar
temporalmente pero las consecuencias inevitables suelen ser desastrosas. Para
inspirar un cambio a largo plazo y que sea eficaz los líderes deben ganar los
corazones y las mentes lo que requiere que cuenten con habilidades avanzadas de
persuasión. Aristóteles, ya en su época, inventó el modelo de persuasión, que
teoriza que persuadir a alguien requiere plantear tres argumentos primarios que
apelen a los:
a).- Instintos (ethos).
b).- Las emociones
(pathos). Desde una perspectiva emocional “pathos” se relaciona con los
sentimientos, sufrimientos, dolor o calamidades. Derivados lingüísticos de este
término incluyen la empatía y la simpatía.
Aristóteles en el “Arte
de la retórica” desarrolló este triángulo de elementos persuasivos y en la
actualidad los mejores oradores y líderes incorporan estos principios a sus
discursos o enfoques para persuadir e inspirar a sus audiencias o seguidores.
La meta del orador o
líder es apelar a los corazones y crear un nexo emocional o conexión
compartida. Los grandes líderes utilizan un enfoque retórico conocido como
enumeración que se refuerza por la utilización de tres ejemplos diferentes pero
relacionados para apelar a las emociones. El orador o líder busca desencadenar
emociones en su audiencia que propicien sus llamadas a la acción.
Aristóteles recomendaba
siete emociones positivas en contraposición a sus emociones negativas
contrarias para conseguir esta meta. Éstas son:
1.- Serenidad vs. Ira.
2.- Amistad vs.
Animosidad.
3.- Confianza vs. Miedo.
4.- Audacia vs.
Vergüenza.
5.- Amabilidad vs.
Antipatía.
6.- Compasión vs.
Indignación.
7.- Emulación vs.
Envidia.
Cuando se utiliza de
forma adecuada y con pasión, con los motivos e intenciones correctas el
“pathos” consigue que la audiencia sienta lo que el orador o líder siente lo
que, a su vez, crea un nexo similar al que podemos experimentar por un amigo
cercano. Las personas desean seguir a aquellos que les gustan y en quienes
confían. El llamamiento emocional correcto nos permite conectar con los demás y
sienta las bases para una segunda modalidad de persuasión.
Una vez que se ha
conseguido la conexión emocional es necesario obtener credibilidad y confianza,
a lo que Aristóteles llamaba “ethos”. La mejor forma de hacerlo es apelar a los
movilizadores instintivos de las personas. Como seres humanos estamos
programados para evitar el miedo, el daño o el dolor. Al informar a nuestra
audiencia sobre un riesgo potencial que puede llegar a producirle algún daño
conseguimos ganar su confianza. Debemos hacerlo de forma honesta y ofreciendo
datos reales para lo cual debemos documentarnos bien previamente.
Aristóteles utilizó tres
términos adicionales para definir su punto de vista sobre “ethos”:
a).- “Phronesis”, que
significa buen sentido común. Cuando comunicamos lo que presentemos debe ser
relevante, de buen gusto y apelar a los buenos sentimientos y al sentido común
de la audiencia.
b).- “Arête”, que se
refiere al buen carácter moral. Al mostrar una vulnerabilidad honesta,
autenticidad y verdaderos sentimientos permitimos que nuestra audiencia perciba
nuestro “Arête”.
c).- “Eunnoia” que
representa a las buenas intenciones.
Nuestra audiencia necesita sentir que nuestros fines son desinteresados y que
nuestra meta honesta es poder ayudar al informarles de algo importante, como
puede ser la existencia de la amenaza de
una calamidad o consecuencia.
El tercer ángulo del
triángulo de la persuasión de Aristóteles es “logos”. En él realizamos el argumento
lógico apoyado entre otros en hechos,
datos, evidencias y razones. Existen dos tipos de argumentos que nos aseguran
que estamos empleando “logos” correctamente:
1.- Deductivos. Éstos se
suelen basar generalmente en premisas específicas, ofrecidas paso a paso, que
son ciertas. Si una premisa es verdadera, la siguiente que se construye a
partir de la anterior también lo será y por tanto la conclusión lógica deberá
ser válida. Sócrates también empleó este enfoque, primero obteniendo el acuerdo
sobre una pequeña verdad para utilizarla como base de la siguiente. Después de
que hemos dicho “si”, que estamos de acuerdo en numerosas ocasiones a pequeñas
verdades incuestionables resulta casi imposible decir “no” a la siguiente
pregunta.
2.- Inductivos. En el razonamiento
inductivo las premisas no son seguras pero ofrecen evidencia consistente de que
son ciertas.
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