Charles Duhigg en “Supercommunicators.How to unlock the secret of lenguaje connection “plantea que las conversaciones
complicadas surgen continuamente. En ocasiones están centradas en temas como la
raza o el género, pero con frecuencia son difíciles por abordar otras cuestiones,
como por ejemplo en el caso de un profesional con un pobre desempeño que va a
tener que recibir un feedback duro o del empleado que piensa que está mal
pagado y quiere que su jefe comprenda sus quejas o del amigo al que queremos
decirle que está bebiendo demasiado y nos preocupa.
Este tipo de
conversaciones son duras porque pueden amenazar el sentido de identidad de
alguien: nuestra discusión con un profesional sobre su desempeño, puede
parecerle a éste como críticas a su ética de trabajo, inteligencia o personalidad.
Decirle a nuestro jefe que pensamos que merecemos ganar más, puede
interpretarlo el jefe como que le estamos acusando de ser desconsiderado y no
tener cuenta nuestras necesidades. Comentar a un amigo nuestra preocupación por
su exceso de consumo de alcohol puede ser entendido como una crítica a su
estilo de vida.
Pero estas
conversaciones no solo son esenciales, no se pueden evitar, por lo que es
importante que mantengamos conversaciones de aprendizaje, (como hemos ido comentando
en entradas anteriores), donde el objetivo sea prestar atención al tipo de
conversación que está ocurriendo, identificar nuestras metas para el diálogo,
reconocer y preguntar por las emociones de los demás, compartir nuestros
propios sentimientos y explorar si nuestras identidades están influyendo lo que
decimos y oímos.
El autor, para ello,
propone seguir las siguientes reglas:
I.- Prestar atención al
tipo de conversación que se está produciendo.
II.- Compartir nuestras
metas y preguntar qué es lo que los otros buscan
III.- Preguntar sobre
los sentimientos de los demás y compartir los propios
IV.- Explorar si las
identidades son importantes en la discusión
Las tres primeras
reglas las hemos analizado anteriormente.
REGLA 4:
EXPLORAR SI LAS IDENTIDADES SON IMPORTANTES EN LA DISCUSIÓN
Esta regla nos dice que
consideremos nuestras acciones durante tres periodos distintos: antes de la
conversación, en el comienzo de la misma y durante su desarrollo.
1.-
Antes de la conversación:
Antes de comenzar a
hablar tenemos que considerar una serie
de preguntas. El objetivo es obligarnos a pensar en cómo nos gustaría que
la conversación se desarrolle y qué esperamos que se diga.
Debemos preguntarnos:
a).- ¿Qué esperamos
conseguir?, ¿Qué es lo más importante que queremos decir?, ¿Qué esperamos
aprender? y ¿Qué es lo que los otros esperan decir y aprender? Si tenemos
claras las metas antes de la conversación, tendremos más posibilidades de
alcanzarlas.
b).- ¿Cómo va a
comenzar esta conversación?, ¿Cómo nos aseguraremos de que todos tengan
voz y sientan que pueden participar? y ¿Qué
es necesario para que todos participen y se interesen?
c).- ¿Qué obstáculos
pueden surgir?, ¿Se enfadarán o retraerán los participantes ? ¿ Las posibles dudas sobre
si plantear algo controvertido harán que no digamos algo que es necesario? y
¿Cómo podemos hacer que sea más seguro para todos el airear sus pensamientos?
d). ¿Cuál es el plan
cuando aparezcan los obstáculos? Diversas investigaciones muestran que cuando
somos preventivamente conscientes de las situaciones que nos producen ansiedad
o temor, disminuiremos el impacto de esas preocupaciones.. Otra pregunta puede
ser: ¿Cómo nos calmaremos nosotros y a los demás si la conversación se torna
tensa y cómo conseguiremos que alguien que se ha callado participe más?
e).- ¿Cuáles son los
beneficios de este diálogo?, ¿Compensan los riesgos?
2.-
Al comienzo de la conversación
Las conversaciones
complicadas con frecuencia comienzan rodeadas de incertidumbres. Podemos
disminuir la ansiedad que producen abordando una serie de directrices:
a).-
Establecer normas. Resulta útil establecer normas claras,
como por ejemplo: nadie tiene permiso para acusar, avergonzar, atacar o culpar
a los demás. El objetivo es compartir nuestros sentimientos no litigar sobre
quién es culpable o está equivocado.
Ayuda, también, el
decidir si hacer preguntas es correcto y si existen ciertos tipos de temas,
como por ejemplo temas muy personales o muy sensibles, que requieren algún tipo
de reflexión previa.
Las normas deben
recalcar la importancia de que todos participen, que todos son importantes en
la discusión y quizás, podemos aprovechar para seleccionar a alguien para que
actúe como moderador para garantizar que todos puedan participar.
Finalmente puede ser
útil el pedir a los participantes que compartan sus propias experiencias y describan
sus propias historias. Si éstas son dolorosas debemos escuchar y decirles que
sentimos lo que han tenido que vivir, reconociendo lo que han podido sentir.
b).-
Conseguir conocer las metas de todos los participantes.
Debemos comenzar por exponer y compartir las nuestras y luego preguntar a los
demás lo que esperan obtener de la conversación. Tenemos que identificar las
metas emocionales ( por ejemplo: “Quiero asegurarme de que continuaremos siendo
amigos”) , prácticas ( “quiero que al finalizar la conversación tengamos un
plan”) y grupales ( “es importante para mí el que mostremos compasión unos con
otros”)..
c).-
Reconocer que la incomodidad puede ser natural y útil. Puede ser que digamos algo inapropiado, que
hagamos preguntas ingenuas y que muestren nuestra inexperiencia en relación a
un tema, que digamos cosas sin darnos cuenta de que pueden resultar ofensivas,
etc. Cuando esto ocurra en lugar de ignorarlo podemos considerar todo lo
anterior en lugar de como un error, e intentar ocultarlo e ignorarlo, como una oportunidad
de aprendizaje.
3.-
Durante el desarrollo de la conversación
Una vez que nos hemos
preparado para mantener una conversación complicada hemos discutido y acordado unas normas para
su desarrollo, debemos recordar que tenemos que:
a).-
Hacer que afloren las distintas identidades. Tenemos que
preguntar a los participantes cuáles son sus antecedentes personales, comunidades,
causas y organizaciones que apoyan y de dónde vienen, compartiendo también
nuestras identidades. Todos tenemos múltiples facetas, ninguno de nosotros
somos unidimensionales y recordarlo nos va a ser de utilidad.
b).-
Procurar que todos tengan las mismas oportunidades de participar.
Las conversaciones, sobre todo, las que se refieren a quiénes somos, funcionan
cuando todos tienen la posibilidad de hablar. Debemos centrarnos en dar la
bienvenida a las perspectivas de cada participante. No tenemos que alardear de
nuestras conexiones, riqueza, privilegios o dominio de la materia. Buscar
formular los temas de forma que todos puedan ser considerados expertos o
novatos en algún campo.
c).-
Reconocer las experiencias de los participantes y buscar similitudes reales.
Preguntar a las personas sobre sus identidades y construir sobre lo que tienen
en común. Pero las similitudes deben ser verdaderas. Las conexiones pueden ser
más significativas cuando vamos un poco más allá y las utilizamos para llegar a
entendernos un poco mejor ( por ejemplo: “mi época universitaria fue dura para
mí. ¿Cómo fue para ti?” ). Aunque no tengamos muchos puntos en común, solo el
hecho de reconocer las experiencias de los demás, mostrando que las hemos
escuchado realmente puede crear un
sentimiento de conexión y unión.
d).-
Gestionar nuestro entorno. Las identidades sociales ganan o
pierden poder en función de su prominencia y del entorno en el que la conversación
tiene lugar. En ocasiones un cambio sencillo como trasladar una conversación de
un lugar más concurrido a uno más personal, que puede ser fuera del entorno
laboral o comenzar una reunión hablando del fin de semana antes de entrar en
materia, puede hacer que cambie la percepción de seguridad y de ser bien recibido. Por la misma razón un
entorno que haga que alguien se sienta abandonado o dejado fuera puede minar la
sensación de seguridad del participante.
Las conversaciones complicadas
y duras a pesar de una planificación meticulosa y bien reflexionada pueden
desviarse hacia direcciones que nunca habíamos pensado antes. Pero cuando somos
conscientes de las influencias dañinas como las amenazas a la identidad o las
amenazas que producen los estereotipos, cuando tenemos un plan y nos sentimos
preparados para enfrentarnos a obstáculos, así como cuando sabemos que aunque
las cosas se tornen incómodas no pasa nada, estaremos preparados y nos resultará
más fácil discutir cosas complicadas.