Marcy Syms en
SmartBrief on Leadership del pasado 25 de julio plantea que la falta de respeto
afecta a la cultura en los entornos laborales de forma negativa incrementando
la falta de compromiso, disparando los costes relativos a la salud de los empleados y la rotación de los mismos.
En el acelerado mundo de
los negocios actual muchas compañías pasan por alto una realidad crítica: una
cultura organizacional que no es respetuosa y un liderazgo tóxico
silenciosamente erosionan la rentabilidad, la innovación y la fidelidad a la
marca, lo que puede producir catastróficas consecuencias.
Para sentirnos
respetados debemos sentirnos reconocidos y apreciados. Ser respetuoso puede ser un comportamiento aprendido.
Bullying es lo opuesto al respeto. Romper los hábitos
asociados a éste último es difícil pero posible. No se puede dirigir una
compañía con miles de empleados y millones de clientes, por ejemplo, sin ser
conscientes de una verdad fundamental: si las personas no se sienten respetadas
dejarán de estar presentes mental o físicamente.
La cultura es como una
mano invisible que moldea todas las decisiones, ventas o servicios y si se
convierte en tóxica el daño puede ser silencioso, grave y muy costoso. La falta de respeto no solo
afecta negativamente al desempeño, aleja a las personas, por ejemplo un
comentario desconsiderado puede lastimar meses de duro trabajo. Syms destaca
que en su labor como Ceo y líder aprendió de primera mano la importancia de
valores como responsabilidad, justicia y transparencia no solo para clientes,
sino también para los empleados, supervisores y compañeros de trabajo.
Si tratamos a las
personas con dignidad darán lo mejor de sí mismos, si se les desprecia
silenciosamente comenzarán a abandonar tanto mentalmente como físicamente. La cultura
deficiente no solo afecta el resultado, también al bienestar de los
profesionales. Los que sufren falta de respeto tienen más posibilidades de padecer estrés, burnout
, bajas laborales y “presencialismo” costoso, en el que las personas están presentes
pero con un bajo desempeño.
Los líderes tiene que
ser conscientes para corregir esta situación que en el liderazgo es más
importante el ejemplo que la jerarquía. Si un CEO no escucha, porqué lo va a
hacer un mando intermedio. Si el respeto no fluye de arriba abajo no existirá
en primera línea. Pero la mayor parte de la cultura deficiente no procede de la
malicia, lo hace del descuido y la falta de interés, por la falta de tiempo delos
líderes por sentirse muy ocupados. Pero ignorar la cultura es como no cambiar
el aceite porque el motor sigue funcionando y eventualmente lo que tendremos son problemas.
Debemos comenzar por un
cambio en nuestro patrón mental para contemplar el respeto no como una
competencia “blanda”, sino como una herramienta estratégica, por lo que hay que
medirla, invertir en ella y protegerla.
Primero debemos
comenzar por medirla y hacer un diagnóstico, utilizando encuestas de compromiso
para identificar los puntos principales que ocasionan falta de compromiso.
Luego hacer un modelo de lo que debe ser el respeto, incluyendo el comportamiento que
debe mostrar el CEO. Tercero invertir en la formación para el desarrollo de habilidades “blandas” como la
escucha, la empatía y la resolución de conflictos. Debemos enseñar a nuestros
profesionales como deben tratarse entre sí.
Cuarto, abordar la
falta de respeto inmediatamente, un incidente puede causar más mal que un
acuerdo perdido. Debemos mostrarnos amables y compasivos pero firmes y rápidos
al afrontar la falta de respeto cuando se produce. Quinto, apoyar el bienestar
del profesional a través de políticas flexibles y de invertir en la salud mental
de éste. Finalmente ligar métricas culturales a resultados clave de negocio
para que el respeto sea algo más que una retórica y sea medido y gestionado
como otros datos importantes.
Los costes de la falta
de respeto y de una cultura deficiente son tangibles, medibles y crecientes. Desde
la falta de compromiso y el gran incremento en los costes relacionados con la
salud hasta una elevada rotación y un grave daño en la reputación de la
organización, estos efectos colaterales son sistémicos y prevenibles. Al final
liderar con respeto no es una opción, es una estrategia.
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