miércoles, 30 de julio de 2025

CÓMO AFECTA LA FALTA DE RESPETO A LA CULTURA EN LAS ORGANIZACIONES

 


Marcy Syms en SmartBrief on Leadership del pasado 25 de julio plantea que la falta de respeto afecta a la cultura en los entornos laborales de forma negativa incrementando la falta de compromiso, disparando los costes relativos a la salud  de los empleados y la rotación de los mismos.

En el acelerado mundo de los negocios actual muchas compañías pasan por alto una realidad crítica: una cultura organizacional que no es respetuosa y un liderazgo tóxico silenciosamente erosionan la rentabilidad, la innovación y la fidelidad a la marca, lo que puede producir catastróficas consecuencias.

Para sentirnos respetados debemos sentirnos reconocidos y apreciados. Ser respetuoso puede ser un comportamiento aprendido. Bullying es lo opuesto al respeto. Romper los hábitos asociados a éste último es difícil pero posible. No se puede dirigir una compañía con miles de empleados y millones de clientes, por ejemplo, sin ser conscientes de una verdad fundamental: si las personas no se sienten respetadas dejarán de estar presentes mental o físicamente.

La cultura es como una mano invisible que moldea todas las decisiones, ventas o servicios y si se convierte en tóxica el daño puede ser silencioso, grave  y muy costoso. La falta de respeto no solo afecta negativamente al desempeño, aleja a las personas, por ejemplo un comentario desconsiderado puede lastimar meses de duro trabajo. Syms destaca que en su labor como Ceo y líder aprendió de primera mano la importancia de valores como responsabilidad, justicia y transparencia no solo para clientes, sino también para los empleados, supervisores y compañeros de trabajo.

Si tratamos a las personas con dignidad darán lo mejor de sí mismos, si se les desprecia silenciosamente comenzarán a abandonar tanto mentalmente como físicamente. La cultura deficiente no solo afecta el resultado, también al bienestar de los profesionales. Los que sufren falta de respeto tienen  más posibilidades de padecer estrés, burnout , bajas laborales y “presencialismo” costoso, en el que las personas están presentes pero con un bajo desempeño.

Los líderes tiene que ser conscientes para corregir esta situación que en el liderazgo es más importante el ejemplo que la jerarquía. Si un CEO no escucha, porqué lo va a hacer un mando intermedio. Si el respeto no fluye de arriba abajo no existirá en primera línea. Pero la mayor parte de la cultura deficiente no procede de la malicia, lo hace del descuido y la falta de interés, por la falta de tiempo delos líderes por sentirse muy ocupados. Pero ignorar la cultura es como no cambiar el aceite porque el motor sigue funcionando y eventualmente lo que  tendremos son problemas.

Debemos comenzar por un cambio en nuestro patrón mental para contemplar el respeto no como una competencia “blanda”, sino como una herramienta estratégica, por lo que hay que medirla, invertir en ella y protegerla.

Primero debemos comenzar por medirla y hacer un diagnóstico, utilizando encuestas de compromiso para identificar los puntos principales que ocasionan falta de compromiso. Luego hacer un modelo de lo que debe ser  el respeto, incluyendo el comportamiento que debe mostrar el CEO. Tercero invertir en la formación para  el desarrollo de habilidades “blandas” como la escucha, la empatía y la resolución de conflictos. Debemos enseñar a nuestros profesionales como deben tratarse entre sí.

Cuarto, abordar la falta de respeto inmediatamente, un incidente puede causar más mal que un acuerdo perdido. Debemos mostrarnos amables y compasivos pero firmes y rápidos al afrontar la falta de respeto cuando se produce. Quinto, apoyar el bienestar del profesional a través de políticas flexibles y de invertir en la salud mental de éste. Finalmente ligar métricas culturales a resultados clave de negocio para que el respeto sea algo más que una retórica y sea medido y gestionado como otros datos importantes.

Los costes de la falta de respeto y de una cultura deficiente son tangibles, medibles y crecientes. Desde la falta de compromiso y el gran incremento en los costes relacionados con la salud hasta una elevada rotación y un grave daño en la reputación de la organización, estos efectos colaterales son sistémicos y prevenibles. Al final liderar con respeto no es una opción, es una estrategia.

 

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