Liz Kislik en hbr.org del pasado 19 de mayo plantea que todos hemos vivido situaciones en las que nuestro jefe tienen un favorito lo cual nos resulta frustrante al sentir que no reconocen nuestro trabajo y que otro está captando toda la atención. Paradójicamente puede ser igual de complicado darnos cuenta de que nos hemos convertido en el nuevo “favorito” de nuestro jefe.
Aunque puede parecer muy gratificante y
agradable el contar con atención extra y con el reconocimiento por nuestros
esfuerzos podemos encontrarnos en una situación de riesgo por cuatro motivos:
a).- Nuestros compañeros de equipo
comenzarán a sentirse resentidos con nosotros por nuestra proximidad al poder.
b).- El resto de profesionales nos
pueden considerar los “chivatos”, “entrometidos” o “informadores”.
c).- Los miembros del equipo dejan de
confiar en nosotros.
d).- El apoyo mutuo entre compañeros se
corta y se dejan de compartir con nosotros la información crucial. Los contactos
y los recursos.
Otro efecto negativo es que debido a
nuestra proximidad con el jefe nuestra objetividad y capacidad de pensar de
forma independiente se pueden ver afectadas y podemos caer en una forma de
pensamiento grupal con una sola relación. Nuestra creatividad y habilidad de toma de decisiones empezará a sufrir por el fenómeno de
aislamiento.
Posteriormente con mucha frecuencia va a
ocurrir que vamos a perder este estatus especial ya que a los jefes que les
gusta contar con favoritos les gusta cambiar. No tenemos que olvidar que por
muchas prebendas que recibamos en un momento determinado nuestro jefe no es
nuestro amigo.
Finalmente puede ser que nuestra carrera
profesional se vea afectada negativamente ya que si nuestro jefe delega
demasiados de sus proyectos en nosotros nos dejará poco tiempo para abordar
nuestro propio trabajo o que nuestros compañeros nos utilicen como la vía de
acceso para hacer llegar sus requerimientos al jefe con el tiempo que esto
implica. De cualquiera de ambas formas tendremos poco tiempo para dedicarlo a
nuestro propio desarrollo. Peor aún si nos identifican demasiado con nuestro
jefe podremos no ser evaluados por nuestros propios méritos y los enemigos de
nuestro jefe nos considerarán como una marioneta en sus manos lo que nos pone
en una situación de riesgo si nuestro jefe pierde influencia.
La autora plantea que no podemos esconder la cabeza y esperar a
ver qué pasa sino que debemos ser proactivos para proteger nuestra reputación y
nuestra carrera profesional y para ello recomienda la utilización de tres
tácticas:
1.- Mantener y reforzar siempre nuestro rol de jugador de equipo en
lugar de actuar como mensajero del jefe. No filtrar información del jefe al
equipo ni viceversa.
2.- Preservar o incrementar nuestra
objetividad. Superar cualquier deslumbramiento que tengamos con nuestro jefe y
procurar interactuar con otros colaboradores para conocer sus ideas y
opiniones.
3.- Proteger nuestras opciones de
desarrollo profesional. Reflexionar y descubrir cuál tienen que ser nuestros próximos
movimientos e intentar encontrar vías para relacionarnos con otros líderes.
Siempre es muy arriesgado estar muy
cerca de nuestro jefe porque la situación puede cambiar en cualquier momento,
de cálida y cercana a fría y distante. Si el resto de directivos creen que
somos una posesión de nuestro jefe pueden asumir que estamos disponibles para
otro tipo de desarrollo profesional o experiencias y pueden ignorarnos cuando
se presenten oportunidades abiertas para los profesionales de nuestro nivel.
En otras ocasiones puede ser que nuestro
jefe no quiera soltarnos si es muy dependiente de nosotros o muy controlador.
Si esto ocurre debemos contactar con los departamentos de recursos humanos para
buscar opciones de desarrollo disponibles a nuestra categoría profesional.
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