Eric Mc Nulty en
Strategy+Business Blogs del pasado 13 de septiembre plantea que no existe una
fórmula mágica para apaciguar a las fuerzas del desequilibrio que giran
alrededor nuestro pero que los líderes, sin embargo, pueden ayudar a sus
colaboradores a hacer frente a esas borrascosas situaciones mediante la
creación de pilares de certidumbre en aquellas áreas sobre las cuales pueden
ejercer control. En particular una organización y sus líderes pueden apoyarse
en sólidos principios que guíen de forma consistente sus pensamientos y acciones
a lo largo del tiempo.
Los principios, en
contraposición a las reglas aportan a las personas algo firme sobre los que
apoyarse y al mismo tiempo les ofrecen la libertad de tomar y acciones
decisiones independientes que les conducen hacia un objetivo compartido. Los
principios marcan el camino mientras las reglas son directivas y ordenan hacia
dónde y cómo ir. Los primeros son una
muestra de confianza las normas no.
Según el autor han
pasado ya más de tres décadas desde que Lou Gerstner transformó IBM utilizando
una idea rompedora: dirigir por principios en lugar de por procedimientos, pero
todavía muchas organizaciones no han avanzado mucho para abandonar el enfoque
basado en las reglas, que dice a los profesionales lo que pueden y lo que no
pueden hacer. Indudablemente tienen que existir regulaciones y otras
limitaciones legítimas, pero con demasiada frecuencia las reglas que diseñaron
para solucionar los problemas del pasado pero se mantienen mucho tiempo después
de que el problema que las originó hay cambiado.
El resultado es la
desconexión entre la necesidad y la capacidad de satisfacerla y conduce a
situaciones como, por ejemplo, “No está en mi descripción de funciones y no
estoy autorizado a tomar esa decisión” o “Ya se que no tiene sentido pero estoy
haciendo lo que me han dicho que haga”. Los clientes y los trabajadores se
sienten frustrados y la eficiencia y el compromiso se resienten.
Mc Nulty recomienda
para ayudar a nuestra organización a diseñar sus propios principios que
comencemos por:
1.- Pensar en los
aspectos positivos de la organización. Profundizar e indagar para llegar a las
raíces de los comportamientos, condiciones y otros factores que intervienen
para lograr que las cosas funcionen bien y seleccionar principios que reflejen
y estimulen esta energía positiva. Debemos preguntarnos: “¿Qué pasa cuando mis
profesionales están en el máximo de rendimiento? ¿Demuestran iniciativa? ¿Se
sienten libres para actuar de acuerdo con su mejor juicio?
2.- Estar preparados y
dispuestos para mantener los principios aunque las cosas se pongan feas. Las
acciones hablan, siempre, más alto que las palabras.
3.- Informar sobre los
principios. Deben ser públicos y si es posible visibles en numerosos lugares de
la organización. Animar a los colaboradores a que se refieran a los principios
al explicar las razones por las que toman determinadas decisiones. Cuanto más
consigamos que los principios formen parte de la vida cotidiana mayor impacto
tendrán.
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