Rebecca Knight en hbr.org del pasado 23 de abril plantea que cuando alguien en el trabajo nos molesta sentimos la tentación de evitar a esa persona todo lo que podamos, pero en ocasiones esto no es posible y con frecuencia lo único que conseguimos es empeorar la situación. Lo más recomendable es procurar cultivar cierta empatía hacia ese compañero.
Annie Mc Kee, autora de “Howto be happy at work”, mantiene la idea de que en un momento como el actual en
que el trabajo cada vez está más orientado a trabajar en equipo y los proyectos
a veces requieren una colaboración intensa tenemos que encontrar formas de
conectar y construir puentes hasta con las personas que más nos irritan.
Los expertos proponen una
serie de recomendaciones para lograrlo:
1.-
Reflexionar. Para empezar tenemos que ser conscientes
de que, seguramente, nuestro compañero no pretende molestarnos a propósito y
que esté reaccionando a hechos que esté experimentando en su vida, por lo que
es conveniente despersonalizar la situación. McKee sugiere, además, mirar
dentro de nosotros y preguntarnos, si pensamos que alguien nos está volviendo
locos, por qué estamos reaccionando de
esa forma. Nuestra frustración puede no ser debida a esa persona sino a algo
referente nosotros mismos, como, por ejemplo que nos está recordando a otro que
no nos gusta. Tener conciencia de nosotros mismos fortalece nuestra capacidad
para sentir empatía.
2.-
Mantener la calma. Apoyarnos en nuestro autocontrol y
voluntad para no reaccionar, por ejemplo cuando nuestro compañero llega tarde,
nos interrumpe o se muestra ofensivo y odioso. Detectar los signos fisiológicos
de alarma como la respiración acelerada, las palmas de las manos sudorosas y controlar
nuestra respiración para mantener la serenidad.
3.-
Mostrar curiosidad. Existen dos tipos de empatía:
a).- Cognitiva o la
habilidad de entender la perspectiva de la otra persona.
b).- Emocional o la
habilidad de sentir lo que la otra persona siente.
Ambas se cierran cuando
nos sentimos enojados o frustrados, por lo que debemos luchar contra ello.
McKee recomienda para experimentar
empatía cognitiva hacia un compañero
molesto que intentemos generar teorías sobre las razones por las que esa
persona piensa, dice y actúa de la forma en que lo hace y que nos preguntemos
que le motiva o inspira. Debemos ir más allá de nuestra visión del mundo para
reflexionar si sus antecedentes culturales, familiares, educativos o las
presiones cotidianas intervienen en sus actuaciones. La meta es entender la
perspectiva del otro, lo que no implica que tengamos que adoptarla, validarla o
estar de acuerdo con ella.
Si queremos desarrollar
empatía emocional hacia ese compañero irritante debemos intentar encontrar en
él algo que nos guste.
4.-
Centrarnos en las similitudes. Utilizando ambos tipos
de empatía debemos, también, que procurar llegar a conocer a esa persona y
profundizar en la comprensión de su perspectiva y en lugar de pensar en
nuestras diferencias buscar puntos comunes. McKee sugiere empezar poco a poco,
por ejemplo intentar conversar con ella hablando de los hijos si son de edades
similares o del lugar de residencia si es cercano o lo conocemos bien. Si esto
falla hablar de algún asunto del trabajo en el que se compartan los puntos de
vista.
5.-
Ser amables. Es más fácil mostrar empatía hacia las personas que nos gustan porque
les concedemos el beneficio de la duda. Cuando nos relacionamos con alguien que
nos disgusta con frecuencia asumimos lo peor y este patrón mental se manifiesta en nuestro
comportamiento hacia ellas. Debemos tratar de cortocircuitar esa reacción y
hacer o decir algo agradable, sin que sea forzado. Tiene que ser algo que
sintamos de verdad. Por ejemplo si un compañero vuelve a llegar tarde a una
reunión no nos quejemos y hagamos un comentario del tipo “que honor que por fin
hayas decidido venir ”, que sería la respuesta instintiva. McKee propone decir algo parecido a: “Bienvenido,
coge un café antes de sentarte y te ponemos al día de lo tratado hasta el
momento”. Este tipo de generosidad de espíritu es bueno para nosotros y para
nuestro compañero.
6.-
Mantener una conversación (complicada). Si a pesar de todo no
aguantamos a nuestro compañero puede ser recomendable mantener una conversación
para analizar la forma en que trabajamos juntos intentando enfocarla a través
de la lente de la empatía. Tenemos que ser conscientes de que es posible que al
igual que nos está volviendo loco lo mismo puede estar ocurriéndole a él.
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