Frances X. Frei y Anne Morriss,
en la edición de mayo – junio de Harvard Business Review, plantean que la
confianza es la base de casi todo lo que hacemos como personas civilizadas y es
uno de los principales capitales que un líder posee.
Generar confianza, sin
embargo, con frecuencia requiere que reflexionemos sobre el liderazgo desde una
nueva perspectiva. La narrativa tradicional del liderazgo gira en torno al
líder: su visión, su estrategia, su habilidad para afrontar situaciones
difíciles y alentar a las tropas, sus talentos, su carisma o sus heroicos
momentos de coraje e instinto. Pero el liderazgo no se debe centrar en el líder
sino en su capacidad de “empoderar” a otras personas como resultado de su
presencia y de garantizar que el impacto de su liderazgo se mantenga aunque
esté ausente.
El trabajo del líder consiste,
pues, en crear las condiciones para que sus profesionales puedan desarrollar
sus propias capacidades y ejercitar su poder. Las autoras mantienen que, según
su experiencia, la confianza se basa en tres motores: autenticidad, lógica y
empatía. Las personas tienden a confiar en nosotros si creen que están
interactuando con nuestro yo real (autenticidad), cuando confían en nuestro
juicio y competencia (lógica) y cuando sienten que nos preocupamos por ellas
(empatía). Cuando se pierde la confianza normalmente es debido a que algo en
alguno de estos tres motores se ha roto. Para generar confianza como un líder
primero debemos averiguar si flaqueamos en alguno de estos factores
movilizadores.
Las personas no siempre
somos conscientes de cómo la información o con más frecuencia la desinformación
que estamos transmitiendo puede minar nuestra credibilidad. Aún peor el estrés
tiende a amplificar el problema ocasionando que refuercen comportamientos que pueden
provocar el escepticismo en los demás. Por ejemplo si inconscientemente
escondemos nuestra verdadera personalidad en una entrevista de trabajo, aunque
este comportamiento es precisamente, al demostrar poca autenticidad, uno de los
factores que puede reducir nuestras posibilidades de ser elegidos.
La buena noticia es que la
mayoría de las personas generamos un patrón estable de señales de confianza,
pero como tenemos normalmente uno de los tres factores que nos movilizan en el
que solemos flaquear suele ser éste el que nos falla cuando rompemos la confianza
de alguien. Por esta razón es importante
detectarlo si queremos construir confianza a nuestro alrededor como líderes.
Para identificar cuál es el
nuestro podemos pensar en un momento reciente en el que los demás no confiaron
en nosotros como hubiésemos querido. Puede ser la pérdida de una venta
importante o del encargo de un proyecto o quizás que alguien dudase de nuestra capacidad
de ejecución. Con este momento en mente debemos hacer algo que puede
resultarnos complicado: dar a esa persona en nuestra historia el beneficio de
la duda. Podemos llamar a esa persona el “escéptico” y asumamos que sus
reservas son válidas y que nosotros somos los responsables de la brecha en la
confianza y pensemos que si tenemos que elegir entre los tres motores de la
confianza cuál de ellos puede ser el responsable de la situación. Tal vez puede
ser que el “escéptico” había sentido que estábamos presentando una parte de
nosotros que no era real (problema de autenticidad) o que estábamos poniendo
nuestros intereses por delante de los suyos (problema de empatía) o que
cuestionase el rigor de nuestro análisis o nuestra capacidad para ejecutar un
plan ambicioso (problema de lógica), por ejemplo.
Ahora debemos mirar hacia
atrás y tratar de descubrir nuestro patrón de fallos en múltiples incidentes y
seleccionar tres o cuatro interacciones que nos llamen la atención para hacer
un diagnóstico rápido de la confianza que generaron en cada caso. Éste nos
puede mostrar cuál suele ser nuestra principal debilidad y si el patrón varía
en función del estrés o con distintos tipos de interlocutores. Por ejemplo si
flaqueamos en un factor con nuestros colaboradores más directos y en otro
distinto en nuestras relaciones con nuestros superiores.
Este ejercicio funciona
mejor si incorporamos a alguien que nos conozca muy bien para el diagnóstico.
Compartir nuestro análisis puede ser clarificador y hasta liberador y nos puede
servir para validar y refinar nuestra hipótesis. En la experiencia de las
autoras alrededor del 20% de los autoanálisis necesitan una ronda de revisión,
por lo que debemos elegir a una persona que haga que seamos sinceros. Podemos
hasta considerar la posibilidad de confirmar nuestro análisis directamente
hablando de forma abierta sobre él con nuestro “escéptico”. Esta conversación
puede ser una forma muy eficaz de reconstruir la confianza. Cuando aceptamos la
responsabilidad de nuestras debilidades revelamos nuestra humanidad
(autenticidad) y nuestras deficiencias (lógica) mientras comunicamos nuestro compromiso
con la relación (empatía).
Si exploramos lo que resulta más efectivo en relación con cada uno
de los motores del triángulo de la confianza vemos que:
I.-
EMPATÍA
Suele ser un problema para
la mayoría de los líderes. Si las personas piensan que nos preocupamos más por
nosotros mismos que por los demás no confiarán lo suficientemente en nosotros
para que les lideremos.
Los fallos en la empatía
suelen ser frecuentes en las personas que son analíticas y centradas en el
aprendizaje ya que suelen impacientarse con aquellos que no están igualmente
motivados o con aquellos que tardan más que ellos en comprender algo. Asimismo
las características de los entornos de trabajo modernos contribuyen a que
estemos distraídos o previenen el que demostremos empatía al imponer demandas
de 24 horas al día de nuestro tiempo y poniendo a nuestra disposición todo tipo
de tecnologías que compiten por nuestra atención en cualquier momento.
Nuestras debilidades en este
campo se ponen claramente de manifiesto por nuestro comportamiento en
actividades grupales. Por ejemplo si analizamos lo que con frecuencia ocurre en
una reunión con frecuencia en su inicio los participantes se sienten muy
comprometidos, pero tan pronto los que flaquean en empatía han entendido los
conceptos que se discuten y han aportado sus ideas pierden su interés y en
lugar de prestar atención suelen abordar diversas tareas como comprobar sus
mensajes y llamadas, entretenerse con diversas acciones que demuestren su
aburrimiento o cualquier cosa que demuestre que no les importa la reunión. Desafortunadamente
el coste de estas conductas es la pérdida de confianza en el que las muestra. Existe,
en estos casos, una solución básica que consiste en dejar de centrarnos en
nosotros mismos y trabajar para asegurarnos que todos obtengan lo que desean
facilitando que la reunión avance y resulte de utilidad.
Como recomendación mínima
las autoras proponen que si no estamos dispuestos a hacer nada por cambiar
nuestro comportamiento al menos procuremos abandonar nuestros teléfonos de
forma que estén fuera de nuestro alcance durante la mayor cantidad de tiempo
posible. Nos sorprenderemos con los cambios en la calidad de nuestras
interacciones y en nuestra capacidad para generar confianza.
II.- LÓGICA
Si las personas no siempre
tienen confianza en el rigor de nuestras ideas o si no tienen nuestra fe en la
capacidad de hacerlas realidad nuestra debilidad seguramente se centra en la
falta de confianza en nuestro juicio.
Cuando el problema es este tenemos
que recurrir a los datos y afianzar nuestras ideas con evidencias sólidas,
planteando las cosas sobre las que tenemos certeza más allá de dudas razonables
y luego, y esto es lo que resulta más duro, debemos detenernos y comenzar a
intentar ampliar nuestros conocimientos, por ejemplo aprendiendo de los demás. Sus opiniones pueden ser un recurso muy
valioso pero para acceder a él debemos estar dispuestos a aceptar que no
tenemos todas las respuestas, algo a lo que los líderes se suelen resistir.
En ocasiones lo que ocurre
es que las ideas no se comunican bien. Existen dos formas de transmitir
pensamientos complejos. La primera conduce a nuestra audiencia a través de un
viaje hasta llegar a la meta. Si los problemas son de la percepción de rigor
esta es una vía arriesgada de comunicar, ya que con todos los circuitos que da nuestra
historia es probable que perdamos a nuestra audiencia en el camino en lugar de
generar confianza en nuestros juicios.
Para evitar esto podemos comenzar
con nuestro punto principal para después utilizar evidencias que lo refuercen. Este
enfoque muestra una claridad de visión y un dominio de los datos y los demás
pueden seguir nuestra lógica con mayor facilidad y ver cuál es nuestra idea
central.
III.- AUTENTICIDAD
Si las personas sienten que
no están accediendo a cómo somos realmente nuestro problema puede ser de
autenticidad. Una prueba rápida para comprobarlo consiste en hacernos las
siguientes preguntas: ¿Es muy diferente la persona que somos en la vida
profesional y en la personal? Si existe una gran diferencia ¿Qué estamos
consiguiendo al enmascarar o minimizar partes de nuestra personalidad? ¿Cuál es el beneficio?
Ser nosotros mismos siempre
en teoría suena muy agradable pero pueden existir poderosas razones para ocultar
ciertas verdades. En determinados momentos expresar nuestros verdaderos
sentimientos puede tener consecuencias nocivas por lo que una autocensura puede
ser prudente. El problema surge cuando se utiliza la falta de autenticidad como
una estrategia para navegar por el mundo laboral.
Cuando las personas perciben
que estamos escondiendo la verdad o que no somos auténticos se encuentran menos dispuestos a mostrarse vulnerables ante
nosotros en la forma en que el liderazgo demanda.
La autenticidad es
especialmente importante en el caso de los equipos que destacan por su
diversidad. El constituir equipos con diversas perspectivas y experiencias no
siempre es sinónimo de mejor desempeño. De hecho estos equipos pueden tener
peores resultados que otros más homogéneos si no se gestionan adecuadamente las
diferencias entre sus miembros. Esto sucede, en parte, debido al fenómeno que
se conoce como “efecto de la información común” que consiste en que, como seres
humanos tendemos a centrarnos en las cosas que tenemos en común, como conocimientos
compartidos, con otras personas porque
de esta forma confirmamos nuestra afinidad y valor dentro del grupo. Los
equipos con gran diversidad entre sus miembros tienen, por definición, menos
información común disponible para utilizar a la hora de tomar decisiones
colectivas.
Si consideramos dos equipos
de tres personas cada uno, el primero formado por personas diferentes entre sí
y el segundo con personas similares tendremos que si los dos son gestionados de
exactamente la misma forma, el grupo homogéneo va a obtener mejores resultados
debido a la fortaleza del “efecto de la información común”.
Pero cuando las personas
eligen mostrar su verdadera personalidad, esto es las partes que son diferentes
de los demás, porque sienten que pueden confiar en el equipo, pueden aportar una mayor cantidad de
información al grupo. El resultado será un equipo “inclusivo” que tendrá un
mejor desempeño que los equipos homogéneos y los heterogéneos que no se
gestionan buscando la inclusión.
Por tanto, como líderes,
debemos prestar menos atención a lo que pensamos que las personas quieren oír y
más a lo que necesitamos decirles, revelando nuestro ser real,
independientemente de lo que los críticos quieran decir, cuidando, al tiempo, a
los que son distintos a nosotros, sabiendo que esas diferencias son las que
pueden ayudarnos a liberar nuestro potencial y el de nuestra organización.
Si queremos ser buenos
líderes tenemos que ser conscientes no solo de las flaquezas que tenemos en
nuestras relaciones con los demás, sino, también, con nosotros mismos y
preguntarnos si estamos siendo honestos con nosotros mismos con respecto a
nuestras ambiciones o estamos ignorando aquello que realmente nos apasiona e
inspira. Si nos estamos ocultando algo tenemos un problema de autenticidad que
debemos afrontar. Si no estamos reconociendo nuestras necesidades y
atendiéndolas adecuadamente deberemos mostrar más empatía hacia nosotros mismos
o si dudamos de nuestras propias ideas o capacidades deberemos ver cómo lo
solucionamos, ya que si no confiamos en nosotros mismos no podemos pretender
que los demás confíen en nosotros.
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