Simon Sinek en “The infinite game” plantea que muchas de las
pruebas a las que se enfrentan las organizaciones
existen simplemente porque sus líderes juegan con un patrón mental finito en un juego que es
infinito. Sus organizaciones tienden a irse quedando atrás en lo referente a la
innovación, esfuerzo discrecional, moral y por tanto en el desempeño.
Los líderes que abrazan
un patrón mental infinito, en cambio, construyen organizaciones más fuertes, innovadoras
e inspiradoras. Sus profesionales confían unos en otros y en sus líderes,
contando con la resiliencia para prosperar en un mundo en cambio constante,
mientras sus competidores se van quedando atrás.
En el curso de la
historia humana hemos podido contemplar los beneficios del pensamiento infinito
en numerosas ocasiones. El ascenso de las grandes sociedades, los avances en la
ciencia y la medicina y la exploración del espacio son ejemplos de lo que
ocurre cuando grandes grupos de personas eligen colaborar , unidas por una causa común
, sin un fin claro en el horizonte, porque sentían que estaban contribuyendo a
algo mayor que ellas mismas, algo que aportaría un valor que trascendería sus
propias vidas.
Actuar con una visión
infinita y a largo plazo no es sencillo, necesita mucho esfuerzo. Como seres
humanos tenemos la tendencia natural a buscar soluciones inmediatas a los
problemas incómodos y a priorizar los éxitos rápidos para que nuestras
ambiciones avancen. Tendemos a contemplar el mundo en términos de éxitos y
fracasos, de ganadores y perdedores. Esta perspectiva puede funcionar a veces
en el corto plazo, pero como estrategia para que las organizaciones operen
puede traer graves consecuencias en el largo plazo. Los grandes líderes son los
que piensan más allá del corto plazo, que son conscientes de que no tienen que
centrarse en lo cercano o en la siguiente elección sino en el porvenir de las
nuevas generaciones.
Existen dos tipos de
juegos: finitos e infinitos. Los primeros son jugados por jugadores conocidos y
existe un objetivo bien conocido que cuando se alcanza finaliza el juego. El
futbol, por ejemplo, es un juego finito: los jugadores visten uniformes, son fácilmente
identificables y existen una serie de
reglas y personas que garantizan su cumplimiento. Todos los jugadores están de acuerdo
en jugar conforme a las reglas establecidas y aceptan penalizaciones si no las
acatan y en que el equipo que marque más goles gana. En los juegos finitos
existe siempre un comienzo, un aparte media y un final.
Los juegos infinitos
son jugados por jugadores conocidos y desconocidos, No existen unas reglas
acordadas aunque puedan existir leyes que gobiernen cómo se comportan los
jugadores, dentro de unos amplios límites los jugadores pueden operar como
quieran. La forma en que cada jugador escoge jugar depende de él y si quieren
romper las convenciones pueden, así como pueden cambia rla forma de jugar en
cualquier momento, por cualquier razón.
Los juegos infinitos
tienen horizontes temporales infinitos y cómo no existe una línea final marcada
no existe el concepto de ganador. El objetivo primario consiste en continuar
jugando para perpetuar el juego.
El mundo de la empresa
es un ejemplo de juego infinito. Podemos no conocer a todos los jugadores y
otros nuevos se pueden ir incorporando en cualquier momento. Todos los jugadores
establecen sus propias estrategias y tácticas y no existe un conjunto de reglas
fijas con las que estén todos de acuerdo, más allá de las legales y éstas
varían según los países. A diferencia de en un juego finito no existe un
comienzo, intermedio o final predeterminado en el mundo de los negocios. Aunque
muchos de los jugadores puedan acordar determinados intervalos de tiempo para
evaluar su desempeño en relación al de los demás, por ejemplo el año fiscal,
éstos representan marcadores en el curso del juego, ninguno señala el final del
juego.
Aunque muchas compañías
están jugando en un juego en el que no pueden ganar, demasiados líderes continúan
jugando como si sí pudieran hacerlo, afirmando que son los mejores o que son el
número 1. Para una empresa el ser el número puede estar basado en el número de
clientes a los que sirven, para otra puede estar en relación con los
beneficios, desempeño en bolsa, número de empleados o de oficinas que tienen en
el mundo. En los juegos infinitos
existen múltiples métricas por lo que nunca se puede elegir un ganador.
En un juego infinito el
verdadero valor de la organización no se puede medir por el éxito que haya
obtenido basándose en métricas arbitrarias en periodos de tiempo arbitrarios.
El verdadero valor se mide por el deseo que otros tienen de contribuir en la
capacidad d esa organización para seguir teniendo éxito, no solo durante el
tiempo que estén presentes, sino más allá de éste. Mientras un líder con un
patrón mental finito trabaja para obtener algo de sus empleados, clientes y
accionistas para alcanzar unas métricas arbitrarias, el líder con patrón mental
infinito trabaja para asegurar que sus empleados, clientes y accionistas
permanezcan inspirados para que continúen
contribuyendo con su esfuerzo y sus inversiones. Los jugadores en un juego
infinito quieren dejar las organizaciones en mejor estado que las encontraron.
Según James Carse un
líder con mentalidad finita juega para acabar el juego; para ganar. Y si
quieren ser los ganadores tienen que existir los perdedores. Juegan para ellos
mismos y quieren derrotar a los demás. Todos sus planes y movimientos los
realizan con una mentalidad de ganar. Los jugadores de un juego infinito, por
el contrario, juegan para seguir jugando, lo que implica construir una
organización que pueda sobrevivir a sus líderes. Por ejemplo mientras un líder
de mentalidad finita hace productos que piensa que puede vender a las personas,
el líder de mentalidad infinita se
centra en productos que las personas quieran comprar. El primero pone el foco
principalmente en cómo la venta de los productos puede beneficiar a la compañía
mientras el segundo lo pone en cómo los
productos pueden beneficiar a aquellos que los compran.
Al estar jugando con un
final en mente los jugadores de mentalidad finita, según Carse, no quieren
sorpresas y temen cualquier tipo de disrupción. Las cosas que no pueden
predecir o no pueden controlar pueden alterar sus planes e incrementar sus posibilidades de perder. El
jugador de mente infinita espera las sorpresas, hasta se regocija con ellas y
está preparado para ser transformado por ellas. Buscan la libertad de jugar y
están abiertos a cualquier posibilidad que les mantenga dentro del juego. En
lugar de ver formas para reaccionar a lo
que ya ha pasado, quieren encontrar cómo hacer algo nuevo. Una perspectiva
infinita nos libera de quedarnos atascados en lo que los demás hacen, lo que
permite tener una visión más amplia. Por ejemplo en lugar de reaccionar pensando en cómo la
tecnología puede alterar nuestros modelos de negocio, hacerlo centrándonos en
cuáles pueden ser las aplicaciones de esa nueva tecnología.
Grandes productos
fracasan todo el tiempo, por múltiples razones y entre ellas hay que considerar
la forma en que las compañías son lideradas. Los líderes con mentalidad finita
priorizan las comparaciones y el ganar por encima de todo, por lo que
establecen estrategias y estructuras que les ayuden alcanzar metas finitas y
con este patrón mental fuertemente arraigado en casi todos los aspectos de la
organización se produce una visión en túnel. El resultado es que los
profesionales en la misma se centran excesivamente en lo urgente a expensas de
lo importante. Los ejecutivos instintivamente comienzan a responder a los
hechos conocidos en lugar de explorar o adoptar posibilidades desconocidas. En
ocasiones los líderes llegan a obsesionarse tanto con lo que la competencia
está haciendo, creyendo equivocadamente que deben reaccionar ante cualquier
movimiento de ésta, que se vuelven ciegos ante los conjuntos de mejores
opciones que podían fortalecer sus propias organizaciones.
Cunado los líderes
mantienen un patrón mental finito o ponen demasiado énfasis en los objetivos
finitos pueden llegar a ser los números 1 en una serie de métricas arbitrarias
en un periodo de tiempo arbitrario, pero esto no quiere decir que están haciendo lo que deben para asegurar que la compañía se
va a mantener durante el máximo tiempo posible. De hecho, frecuentemente, las
cosas que hacen dañan a la compañía y pueden acelerar su desaparición.
Al centrarse estos
líderes en el corto plazo con frecuencia emplean estrategias o tácticas que les
permiten obtener los resultados buscados a costa, por ejemplo, de reducir las
inversiones en investigación y desarrollo, reducción extrema de costes (
despidos frecuentes, materiales de peor calidad , etc ). Estas decisiones
sacuden violentamente la cultura de la organización y los profesionales
empiezan a darse cuenta de que nadie está seguro y como respuesta adoptan una
forma de trabajo que les permita su autopreservación, por ejemplo acumulando
información, escondiendo lo errores y operando con mayor cautela y evitando los
riesgos. Para protegerse a sí mismos no confían en nadie. Otros adoptan la
mentalidad de la supervivencia del más fuerte y sus tácticas se vuelven
agresivas.
Existen tres factores
que tenemos que considerar cuando decidimos cómo liderar:
a).- No podemos elegir
si un determinado juego es finito o infinito.
b).- Podemos elegir si
queremos o no queremos participar en él.
c).- Si decidimos
participar podemos elegir si jugamos con un patrón mental finito o infinito.
Si seleccionamos el
infinito debemos seguir cinco prácticas esenciales:
1.- Defender una causa
justa.
2.- Construir equipos
que tengan confianza.
3.- Analizar a los
principales rivales.
4.- Prepararnos para la
flexibilidad existencial.
5.- Demostrar el coraje
para liderar.
Mantener un patrón
mental infinito es muy duro y lo normal es que en ocasiones nos desviemos del
camino. Somos humanos y falibles, caemos víctimas de ataques de codicia, miedo,
ambición, ignorancia, presiones externas, intereses contrapuestos, ego, etc.
Para complicar las cosas aún más los juegos finitos son seductores, pueden ser
divertidos y excitantes y hasta adictivos. Como en las apuestas cada ganancia,
cada gol, libera un chute de dopamina en nuestros cuerpos, animándonos a seguir
jugando de la misma forma, para intentar volver a ganar. Debemos ser fuertes
para resistir la tentación.
No podemos esperar que
un líder lidere con un patrón mental infinito perfecto o que pueda mantener
siempre ese patrón mental. Tal como es más fácil centrarnos en un a meta finita
y fija que en una visión infinita del futuro, es más fácil liderar una compañía
con un patrón mental finito, especialmente en tiempos complicados.
Independientemente de la
forma en que elijamos jugar es esencial que seamos honestos con nosotros mismos
y con los demás sobre cuál ha sido nuestra elección. Solo cuando los que nos rodean
lo sepan podrán ajustar sus expectativas y comportamientos en consecuencia. Tienen
derecho a saber cómo vamos a jugar para poder tomar decisiones inteligentes
sobre si quieren trabajar con nosotros, comprar nuestros productos o invertir
en ellos. Si ven que hemos adoptados las cinco prácticas del líder con patrón
mental infinito podrán tener la confianza de que estamos centrados en el camino
que vamos a seguir y comprometidos en el cuidado de los demás durante el mismo.
También podrán confiar en que lucharemos para resistir las tentaciones del
corto plazo y actuaremos éticamente mientras contribuimos a que nuestra
organización pueda sobrevivir y prosperar durante mucho tiempo.
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