Roger Fisher y Daniel Shapiro en
su libro "Building Agreement Using Emotions as you Negotiate"(Construyendo acuerdos. Utilizando las emociones mientras
negociamos), del que hablábamos en dos entradas anteriores, destacan que si queremos utilizar las emociones
correctamente en una negociación debemos, como hemos visto apreciar y afiliar
para lograr convertir a los adversarios en colegas. La tercera recomendación
que hacen es :
III.- RESPETAR LA
AUTONOMÍA, AMPLIANDO LA PROPIA SIN LIMITAR LA DE LOS INTERLOCUTORES.
Como negociadores podemos tener problemas si la decisión que
tomamos que afecta a la otra parte puede ser respondida de la siguiente forma:
"Yo no estoy de acuerdo con esa decisión"
"No me han consultado"
"Ni siquiera fuí informado"
Con frecuencia nos ofendemos cuando otros tratan de limitar
nuestra autonomía más allá de lo que consideramos apropiado. Pueden intentar
presionarnos para que cedamos a sus demandas: "Esta es nuestra oferta
final, la coges o la dejas,...",
pueden tratar de limitar nuestros pensamientos: "Ni se te ocurra no
aceptar el trato" o procurar evitar que experimentemos determinadas
emociones: "No debes sentirte por haber perdido el acuerdo, tienes que
superarlo".
Si no sabemos cómo manejar adecuadamente los límites de la
autonomía, propia y de los demás, podemos estimular la aparición de emociones
negativas en nosotros y en nuestros interlocutores. Estas emociones pueden,
posteriormente, dañar el resultado de la negociación. Los autores señalan que
existen dos obstáculos que se pueden interponer:
1.- La limitación excesiva de la propia autonomía: en una
negociación en ocasiones no somos capaces de ser conscientes de las diferentes
maneras en las que podemos ejercer nuestra autonomía. La limitamos porque nos sentimos incapaces de lograr
promover cambios o de influir en los demás. Podemos pensar que como no vamos a
tener que tomar la decisión final no
tenemos la capacidad de tener ningún impacto sobre los resultados finales de la
misma.
2.- La propia autonomía choca con la de otro. Si la parte
contraria piensa que nos estamos inmiscuyendo en su autonomía puede reducir la
confianza que siente hacia nosotros, rechazar nuestras ideas, aunque sean
útiles y razonables y dedicar escasos esfuerzos en llegar a un acuerdo.
Para estimular
emociones positivas debemos:
A).- EXTENDER NUESTRA
AUTONOMÍA. El poder de la autonomía descansa en nuestra capacidad para
influir en las decisiones. Con frecuencia asumimos, erróneamente, que al no tener la capacidad de autorizar una decisión,
no tenemos poder. Por la misma razón, si otros carecen de esa autoridad les
consideramos que no tienen poder y que no merece la pena tratar con ellos.
No debemos caer en los errores anteriormente expuestos.
Existen diversas formas de influir en una decisión aunque no tengamos la
capacidad de tomar la decisión final. Entre ellas Fisher y Shapiro proponen:
1.- Hacer recomendaciones. Para ello debemos preguntarnos:
¿Cuál es el problema que deseo abordar?
¿A quién quiero influir?
¿Qué recomendaciones puedo hacer?
¿Cómo puedo hacer llegar mis ideas a quien tiene que tomar
la decisión final?
2.- Inventar opciones. Al no estar limitado por el peso de tener
que tomar una decisión vinculante podemos tener más libertad para ser creativos
y generar nuevas ideas y posibilidades que quizás puedan ser adoptadas más
tarde.
3.- Realizar sesiones
de "brainstorming conjuntas". En este proceso ambas partes de una
negociación pueden explorar opciones sin tener que tomar una decisión, pulir
esas ideas y luego tomar una decisión común . Los pasos a seguir serían:
1.- Decidir quién debe
participar:
·
Seleccionar de seis a doce personas con
conocimientos del tema a tratar y distintos puntos de vista sobre el mismo.
·
Incluir personas que tengan acceso al quien va
a tomar la decisión final.
·
Invitar a cada persona a título individual en
representación de alguna parte.
·
Si los participantes manifiestan posturas
duras e irreconciliables sobre el tema considerar la posibilidad de
incorporar a un mediador.
|
2.- Explorar los intereses:
·
Los participantes de "cada parte"
preparan un borrador sobre lo que consideran que son los intereses de la
parte contraria.
·
Cada parte comparte con la otra su lista e
invita a que la otra parte aporte su feedback y las "correcciones"
que consideren oportunas.
|
3.- Inventar opciones sin
ningún compromiso
·
Dejar claro que nada de lo que se diga se va a
considerar un compromiso por ninguna de las partes.
·
Cada participante genera ideas que puedan
satisfacer intereses que son
importantes para todos.
·
Las ideas "locas" son bien
recibidas, ya que pueden servir para estimular la aparición de otras
aprovechables.
·
Hacer un listado de todas las ideas en un
soporte que todas las partes puedan ver.
|
4.- Refinar las opciones:
·
Cada participante selecciona las ideas que
piensa que sirven para conciliar los intereses de todos.
·
El grupo selecciona un número más reducido de
opciones para valorar posteriormente.
·
El grupo perfila esas ideas para convertirlas
en posibilidades concretas.
·
El grupo simplifican cada idea.
|
5.- Decidir qué hacer con las
ideas:
·
Nombrar personas con capacidad de decisión a
quienes se les pueden recomendar las opciones.
·
Reclutar voluntarios para trasladar estas
ideas a las personas seleccionadas previamente.
·
Si alguno de los participantes tiene capacidad
de decisión pedirles consejo: "¿Podemos hacer algo para facilitar el que
puedas aceptar nuestra propuesta?"
|
En ocasiones el problema no radica en la falta de autonomía,
sino en que nos sentimos sobrepasados por tener demasiadas opciones y
demasiadas decisiones que tomar.
B).- NO INTERFERIR EN
LA AUTONOMÍA DE LOS DEMÁS. Con frecuencia cuando tenemos la autoridad para
tomar decisiones no incluimos en ese proceso a las personas que se van a ver
afectadas por la decisión que tomemos. La consecuencia suele ser la generación
de enfado y resentimiento en los profesionales que ven limitada su autonomía
sin haber sido consultados.
Los negociadores frecuentemente no son conscientes del
impacto emocional de sus decisiones unilaterales. Se centran en los méritos y
beneficios de su decisión, desde su punto de vista, e ignoran el proceso que se
está siguiendo para tomar esa decisión.
Las emociones negativas pueden surgir, en muchas ocasiones, no
tanto por el contenido de la decisión sino por el hecho de que uno de los
negociadores eligió actuar y decidir de forma unilateral.
Fisher y Shapiro proponen para evitar estas situaciones:
1.- Consultar a los grupos de interés su opinión sobre las
decisiones que se van a tomar. Normalmente es imposible que todos los afectados
den su opinión (vía e-mail, encuestas,…) pero pueden sentir que tienen la
oportunidad de intervenir en la toma de decisiones, aunque no tengan la
decisión final.
2.- Informar a los grupos de interés. Siempre que sea
posible es conveniente informar de las decisiones que se van a tomar y de cuál
es el proceso que se está siguiendo. Si no podemos hacerlo, por falta de
tiempo, tenemos que procurar comunicar
las decisiones con rapidez una vez han sido tomadas.
3.- Establecer recomendaciones para la toma de decisiones.
Se pueden dividir en tres niveles:
a).- Informar: decisiones menores que se pueden tomar e
informar posteriormente al resto de los afectados.
b).- Consultar y posteriormente decidir: decisiones de mayor
importancia que se pueden tomar tras
consultar con expertos en el tema a decidir. Una vez tomada la decisión
informar inmediatamente.
c).- Negociar un acuerdo conjunto. Decisiones importantes
que tienen que ser negociadas para contar con el consenso de los principales
grupos de interés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario