Julia Hanna, editora asociada de HBS Alumni Bulletin, en Working Knowledge de Harvard Business School , plantea que si “fingimos” una actitud con
intensidad podemos llegar a conseguir
que surja con naturalidad. Este hecho puede tener fundamentalmente importantes implicaciones para las personas que tienen baja autoestima.
Se centra, para hacer tal afirmación, en que según las
investigaciones de la profesora de Harvard Business School, AmyJ.C.Cuddy, el mantener posturas asociadas al poder durante cortos periodos de
tiempo puede facilitar el que las adoptemos cuando las necesitemos. Entre los
conceptos claves se incluyen:
1.- Mantener el cuerpo en
posturas expansivas asociadas a alto grado de poder, durante dos minutos, al
menos, estimula la producción de niveles altos de testosterona y más bajos de
cortisol.
2.- Las posturas de poder
conducen a un aumento de la sensación de poder y a una mayor tolerancia al
riesgo.
3.- Las personas son
influenciadas más por cómo se sienten con respecto a nosotros que por lo que estamos diciendo.
La investigación, "Power Posing: Brief Nonverbal Displays Affect
Neuroendocrine Levels and Risk Tolerance", muestra que la forma de comunicar un mensaje es importante y que en las
ocasiones que requieren transmitir
dominio de la situación y cierta sensación de poder, como pueden ser una
entrevista de trabajo o una presentación importante ante una audiencia
escéptica, éstos se puede conseguir con
un poco de entrenamiento previo. Por ejemplo podemos sonreír durante un tiempo
y terminar sintiéndonos mejor.
En el estudio a los 42
participantes, de ambos sexos, se les asignó de forma aleatoriamente la
pertenencia a un grupo con alto nivel de poder o a un bajo nivel del mismo. No
se les informó previamente del objeto de la investigación, sino que creían que
tenía que ver con la colocación de los electrodos para realizar un
electrocardiograma por encima o debajo del corazón.
A los miembros del grupo más
poderosos se les recomendó que adoptasen dos posturas expansivas durante un
minuto cada una: primero colocar las piernas sobre la mesa y las manos apoyadas
detrás de la cabeza y luego de pie, apoyar las manos sobre una mesa. A los del
grupo menos poderoso se les asignaron dos posturas restrictivas: la primera
consistía en sentarse en una silla con los brazos juntos y las manos dobladas y
la segunda mantenerse de pie con las piernas y brazos cruzados apretados. Muestras de saliva tomadas antes y después de
la prueba se utilizaron para medir los niveles de cortisol y testosterona. Para evaluar la tolerancia al riesgo a los
participantes se les entregaron dos dólares y les dijeron que si querían podían
apostar para ver si ganaban 4 dólares. Finalmente a los participantes se les
pidió que valorasen el grado de 1 a 4 en que se sentían poderosos y que
controlaban la situación.
Los resultados mostraron que
los niveles de cortisol descendieron aproximadamente un 25%, mientras la
testosterona aumentaba en un 19 % en el grupo con alto poder, tanto en el caso
de los hombres como de las mujeres y se sentían que controlaban la situación y
tenían poder, junto con una mayor tendencia a arriesgar y apostar (el 86%),
frente al 60% del otro grupo. Por el contrario en los pertenecientes a este último grupo con bajo poder el nivel de cortisol se
incrementó en un 17€ y la testosterona descendió un 10%.
Los cambios hormonales registrados en el curso de este experimento avalan la hipótesis de que estas modificaciones se pueden producir independientemente del rol que se tenga, de la situación que se esté viviendo o de cualquier pensamiento consciente sobre el poder. La postura física es suficiente.
Los cambios hormonales registrados en el curso de este experimento avalan la hipótesis de que estas modificaciones se pueden producir independientemente del rol que se tenga, de la situación que se esté viviendo o de cualquier pensamiento consciente sobre el poder. La postura física es suficiente.
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