Nick Morgan en su
último libro “Power cues. The subtle science of leading groups, persuadingothers and maximizing your personal impact”, que estamos comentando, propone
como segundo paso para alcanzar un alto grado de maestría en nuestras
comunicaciones, tras hacer un inventario de nuestros propios gestos para ser
conscientes de ellos, la necesidad de:
II.-
TOMAR EL CONTROL DE NUESTRA COMUNICACIÓN NO VERBAL.
2.- Dejar que nuestra
mente divague y nuestros gestos lo muestren.
El autor pone como
ejemplo de cómo podemos trasladar estas enseñanzas a la vida cotidiana una
situación como la de pedir un ascenso. En este caso recomienda dedicar tiempo,
antes de la entrevista, a recordar un tiempo en el que nos sintiésemos como
triunfadores (siempre buscar la memoria de algo que nos haya producido la
emoción correcta). Utilizar, después, los cinco sentidos para volver atrás y
encontrarnos en ese momento (los olores, sonidos, visiones,…), centrándonos
especialmente en lo que veíamos y olíamos, porque suelen tener un mayor poder
de evocación, normalmente, de memorias y emociones. Si somos capaces de dejar
que nuestro cuerpo sienta la emoción a través de todos los sentidos podremos
actuar naturalmente como el triunfador que fuimos y podemos seguir siendo.
Estaremos erguidos, respiraremos profundamente, sonreiremos, echaremos los
hombros hacia atrás,…, haremos todo lo que transmite a los demás que somos
personas de éxito. La emoción conduce a los gestos y el lenguaje corporal
posteriormente nos va a llevar al pensamiento consciente.
Morgan no recomienda el
apoyarnos exclusivamente en la adopción de una postura que irradie confianza.
Debemos realizar el trabajo mental adecuado para que no nos distraigamos en el
curso de las conversaciones y nos olvidemos de presentarnos como triunfadores.
Si no lo hacemos nuestra postura volverá a la que tuviésemos previamente porque
no tiene una emoción que la sustente. Controlar nuestra mente (nuestras
emociones) es un aspecto esencial si queremos proyectar carisma. Para el autor
el secreto del carisma se encuentra en lograr centrar la emoción. Los grandes
actores lo consiguen porque se han entrenado para primero sentir una emoción y
centrarse en ella excluyendo todo lo demás. El resultado es que no podemos
apartar la mirada de ellos.
Si queremos centrar
nuestra mente en una emoción debemos comenzar por recordar un emoción fuerte
que hayamos sentido espontáneamente en un momento clave de nuestra vida.
Intentar volver a ese instante con nuestros cinco sentidos. Mientras
practicamos este ejercicio gradualmente aprenderemos a centrarnos con más
facilidad y rapidez.
El conocimiento de las
neuronas espejo nos sirve también para comprender la razón por la que
consideramos atractivas a las personas carismáticas, ya que al centrarse en una
emoción nos permiten a los demás percibirla y sentirla también. Sin ellas las
negociaciones resultarían casi imposibles porque ninguna parte se preocuparía
por dedicar tiempo a entender de manera amable las emociones de los demás.
Otro aspecto
interesante que se deriva de la existencia de las neuronas espejo es que una
vez que somos capaces de controlar nuestros gestos, utilizando las técnicas
correctas, podremos influir para controlar las emociones y reacciones de los
que nos rodean. De esta forma conseguiremos inducir deliberadamente emociones
en otras personas para motivarles para abordar una tarea difícil o para
compartir unos sentimientos que faciliten que puedan trabajar con compañeros en
los que no confiaban previamente o para generar confianza rápidamente en un
grupo a través de la creación de respuestas emocionales en sus miembros, sin
que estos sean conscientes de la manipulación.
1.- Incrementar nuestra
credibilidad. Implica que debemos alinear
completamente nuestras palabras y nuestros actos. No podemos ser auténticos si
el contenido y el lenguaje corporal no concuerdan.
2.- Aumentar nuestra
pasión. Para lograrlo debemos centrarnos en nosotros y en cómo nos sentimos en
ese momento y en relación con las personas con las que estamos y la situación
en la que nos encontramos, para posteriormente ser capaces de expresarlo.
En este sentido, el
autor propone para abordar las reuniones
seguir una serie de pautas:
a).-
Antes de una reunión es importante: centrarnos en nuestra respiración. La
mayoría de las personas en los momentos inmediatamente anteriores al comienzo
de una reunión o negociación importante empiezan a ponerse nerviosas, pensando
sobre todas las cosas que pueden ir mal. Se preocupan por la posibilidad de ser
juzgados negativamente por sus colegas y por tanto se están saboteando a ellas
mismas. En lugar de vislumbrar el desastre
podemos realizar al menos dos
respiraciones abdominales lentas y profundas. No hay que mover los hombros
durante el proceso. Cuando sentimos pánico y estamos dominados por la
adrenalina tendemos a respirar con el
tórax, con respiraciones entrecortadas y utilizando los hombros.
Existe otra razón para
respirar y es que nutre y fortalece la voz. Las respiraciones profundas ayudan
a fortalecer la voz y que ésta resulte más agradable de escuchar.
b).-
Al entrar en la sala de la reunión: comunicar poder a través de la postura. Podemos
ganar o perder el interés de nuestros compañeros en los primeros treinta
segundos del encuentro por nuestro lenguaje corporal y específicamente por la
postura que adoptemos en ese primer momento. Es importante sonreír, movernos
con agilidad y mostrarnos interesados. Pero el verdadero secreto radica en
nuestra postura. Existen tres maneras de
estar de pie y una cuarta que es una combinación de la primera y segunda, pero
sólo una de ellas es eficaz. Morgan propone que recordemos la postura que
nos recomendaban nuestros padres:
mantenernos erguidos, de forma que los pies, las caderas los hombros y la
cabeza estén alineados, como si una línea recta fuese de la cabeza a los
tobillos.
Algunas personas, por
el contrario, proyectan su cabeza hacia delante. Es lo que ocurre a las
personas que pasan mucho tiempo delante del ordenador. Transmite sumisión,
humildad y deferencia ante la persona que tenemos delante.
Otras adelantan la
pelvis. Esta postura, que se puede entender como de alto contenido sexual, es propia
de adolescentes y no de profesionales maduros.
La cuarta se
corresponde a una mezcla de las dos primeras y es común también en la adolescencia.
c).-
Durante la reunión:
1.-
Ocupar el espacio adecuado. Existen cuatro zonas en
la distancia que mantenemos en relación con los demás. La primera es la pública
y es superior a 3,5 metros. No tendemos a considerar personalmente lo que
ocurre en ese espacio, por lo que no nos interesa demasiado. Entre esa
distancia y 1,5 metros se encuentra la zona social, que es la que utilizamos en
reuniones sociales para las charlas superficiales con conocidos y tampoco nos preocupa demasiado.
La última zona es la
íntima (0,5 a 0 metros). Si la ocupamos es porque existe algún tipo de
compromiso con la otra persona. Nunca se debe utilizar en reuniones de trabajo
ni sociales, ya que ambas partes se sentirán incómodas.
En una reunión
profesional podemos entrar en la zona personal si queremos captar su atención
intelectual y si queremos persuadir.
2.-
Establecer el contacto visual eficaz. Diversas
investigaciones muestran que tendemos a confiar en las personas que nos miran y
desconfiar de las que no lo hacen porque pensamos que nos están mintiendo. Nick
Morgan plantea las siguientes reglas,
que considera sofisticadas, para el contacto visual:
- · Los ojos deben estar bien abiertos, no cerrados o guiñados.
- · Realizar realmente el contacto visual a nivel individual, durante al menos treinta segundos. No mirar por encima de las cabezas del grupo, ni desviar la mirada con nerviosismo.
- · Monitorizar si nuestros colegas están manteniendo también contacto visual con nosotros para intentar valorar hasta que punto les interesa nuestra conversación. Si un 80% de ellos están centrados en nosotros todo va bien, pero si más de un 40% están centrados en otra cosa podemos tener problemas.
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