La
segunda estrategia que William Ury propone en su libro “Getting past no. Negotiating in difficult situations”, tras “Ir al balcón”, que hemos analizado
en una entrada anterior, es:
II.- PONERNOS EN EL LUGAR DE LA PARTE CONTRARIA.
Si
queremos desarmar a nuestros interlocutores en una negociación debemos hacer lo
contrario de lo que éstos esperan. Si se han atrincherado la respuesta que
esperada es la presión, si atacan piensan que vamos a resistir. En lugar de
hacerlo Ury recomienda que nos vayamos a su lado, lo que les va a desorientar y
abre las puertas a que cambien su postura de confrontación. Ir hacia ellos
supone ponernos en su lugar e implica hacer tres cosas:
1.- ESCUCHAR ACTIVAMENTE. Si
buscamos que nos escuchen debemos comenzar por hacerlo nosotros.
Con
demasiada frecuencia las negociaciones siguen el siguiente proceso: La parte A
presenta sus posiciones de apertura. La parte B está tan concentrada en decidir
lo que va a decir que no escucha realmente. Cuando es el turno para que la
parte B exponga sus posiciones la parte A piensa: “No han respondido a lo que
he planteado. Creo que debo repetirlo”. La parte B concluye que ella tampoco ha
sido correctamente escuchada así que repite su posición, y así puede seguir
como un diálogo de sordos hasta el infinito.
Tenemos
la oportunidad de interrumpir este coro de monólogos si estamos dispuestos a
ser los primeros en escuchar. Escuchar a alguien es la concesión más barata que
podemos hacer. Todos sentimos la necesidad profunda de ser comprendidos. Al
satisfacer esta necesidad podemos dar la vuelta completamente a una
negociación. Escuchar requiere paciencia y autodisciplina. En lugar de
reaccionar inmediatamente o pensar en nuestro paso siguiente tenemos que
mantenernos centrados en lo que dice nuestro interlocutor. No es sencillo pero
nos ofrece una ventana a lo que el otro piensa y nos da la oportunidad de
implicarnos en la tarea colaborativa de entender su problema. Con ello vamos a
lograr, también, que mejore su predisposición a escucharnos a su vez.
Si
la parte contraria está enfadada o molesta lo mejor que podemos hacer es
escuchar su lista completa de agravios percibidos y no interrumpir aunque
pensemos que están equivocados o sean insultantes. Debemos mostrar que les
estamos escuchando manteniendo el contacto visual, afirmando con la cabeza
ocasionalmente y respondiendo con “ya
veo”, por ejemplo. Cuando se calmen preguntarles tranquilamente si hay algo más
que quieran añadir. Animarles a que nos cuenten todo lo que les está preocupando
utilizando frases como: “Si por favor, continúa,” o “Entonces que más pasó”.
Las personas se sienten bien si pueden verbalizar sus sentimientos y
resentimientos. Una vez que hayamos escuchado a la otra parte normalmente se
mostrarán más racionales y dispuestos a una negociación que solucione los
problemas. No es una coincidencia que los negociadores eficaces escuchen más
que hablan.
2.- PARAFRASEAR Y PEDIR QUE NOS
CORRIJAN. Puede no ser suficiente escuchar a la parte
contraria, porque ésta necesita tener la seguridad de que hemos entendido lo
que han dicho. En estos casos debemos para frasear y resumir lo que hemos
entendido de lo que la otra parte ha dicho y repetirlo con nuestras propias
palabras. Al hacerlo le damos a nuestro interlocutor la seguridad de que le
hemos entendido y la posibilidad de corregirnos si piensa que no lo hemos hecho
y a nosotros nos da la oportunidad de comprobar si hemos captado su mensaje
correctamente. Parafrasear es una de la técnicas más útiles en el repertorio
del negociador.
3.- RECONOCER LA PERSPECTIVA DE LA
OTRA PARTE. Una vez que hemos escuchado llega el
momento de reconocer el punto de vista del contrario. Puede ser que nos
sintamos reacios a hacerlo al disentir de sus planteamientos, pero si omitimos
este paso perdemos una oportunidad crítica. Todos los seres humanos sentimos
una necesidad profunda de reconocimiento y al satisfacerla estamos ayudando a
crear el clima adecuado para que se produzca un acuerdo.
Reconocer
el punto de vista de otro no significa que lo compartamos, sino que lo
aceptamos como un punto de vista válido entre otros. Manda el mensaje de que
puedo entender cómo la otra parte ve las
cosas.
Según
Ury una de las formas más sorprendentes de reconocer la perspectiva de los
otros consiste en anticiparnos a sus palabras
y decir: “Si yo estuviese en vuestro lugar vería las cosas de la
siguiente manera”. El Secretario de Defensa norteamericano Robert Mc Namara
utilizó esta estrategia haciendo referencia a
la crisis de los misiles en Cuba al decir a sus interlocutores de los
gobiernos de Rusia y Cuba “ Si yo hubiese sido un líder ruso o cubano en ese
momento habría llegado a la conclusión de que Estados Unidos pretendía invadir Cuba.
Con la evidencia disponible en ese momento la conclusión era correcta”. Al
reconocer lo que los rusos y cubanos estaban pensando les hizo más receptivos para
escuchar su punto de vista.
4.- RECONOCER LOS SENTIMIENTOS DEL CONTRARIO.
No podemos ignorar, tampoco, las emociones de la parte contraria. Detrás de sus
ataques se encuentra con frecuencia la ira y de sus murallas el temor. Hasta
que no logremos diluir esas emociones nuestros argumentos razonables se
encontrarán ante oídos sordos. Al reconocerlas diciendo por ejemplo: ”Yo en tu
lugar seguramente me sentiría igual de enfadado” estamos comunicándoles que su
mensaje ha sido escuchado y considerado, siempre que nuestra sinceridad quede
en evidencia por la coherencia entre nuestras palabras y nuestro lenguaje
corporal.
5.- OFRECER EXCUSAS. Seguramente
la forma más potente de reconocimiento es decir “Lo siento”. Aplastar a un
oponente no es la respuesta adecuada normalmente. Muchas veces menospreciamos
el poder de unas disculpas. No tienen por qué ser autoinculpatorias ni sumisas,
por ejemplo a un cliente insatisfecho le podemos decir: ”Siento que haya tenido
ese problema. Vd. Es uno de mis clientes favoritos y la última persona a la que
desearía ver insatisfecha. ¿Qué puedo hacer para corregir esta situación?
Aunque la otra parte sea la principal responsable del lío en que nos
encontremos podemos considerar la posibilidad de pedir disculpas por la parte
de la que somos responsables. Este gesto atrevido puede poner en marcha un
proceso de reconciliación en el que lleguen a disculparse por la parte que les
corresponde.
6.- TRANSMITIR CONFIANZA. Podemos
temer que el reconocer al contrario es una señal de debilidad, pero realmente
lo que estamos mostrando es nuestra fortaleza. Para asegurarnos de que la perciben
debemos proyectar confianza mientras les reconocemos. Por ejemplo al
enfrentarnos con un ataque poner una expresión razonable y calmada y una
postura que irradie seguridad: erecta, con contacto visual,….El no mostrar
temor desarma al contrario.
7.- ESTAR DE ACUERDO SIEMPRE QUE
SEA POSIBLE. El autor propone que lo hagamos:
a).- Sin concesiones. No
es necesario que hagamos concesiones, simplemente nos tenemos que centrar en
los puntos en los que previamente ya estábamos de acuerdo. Es natural que
pensemos más en las diferencias ya que son éstas las que causan los problemas,
pero debemos comenzar por centrarnos en el terreno común.
b).- Acumular “síes”. La
palabra clave en un acuerdo es sí. Es
una palabra mágica y una herramienta poderosa para desarmar al contrario. Hay
que buscar las ocasiones en las que les podemos decir sí sin hacer concesiones
y en las que la otra parte nos lo diga.
c).- Adaptarnos al lenguaje no
verbal de nuestros interlocutores. Un acuerdo puede ser
también no verbal. Si observamos a dos amigos veremos cómo en su conversación
van alineando sus gestos para mandar el sutil mensaje de “soy como tú”.
Debemos
observar la forma de comunicarse de la otra parte, si hablan lentamente,
podemos intentar hacer lo mismo, si bajan el volumen hacerlo también. No se
trata de imitarles sino de adaptar nuestro estilo comunicativo al suyo.
8.- RECONOCER A LA PERSONA. Al
hacerlo creamos lo que los psicólogos llaman disonancia cognitiva, una
inconsistencia entre la percepción y la realidad. La otra parte puede
considerar que somos sus adversarios, pero al reconocerles como personas
estamos actuando como si fuésemos amigos o compañeros, induciendo, así, un
cambio en sus percepciones con respecto a nosotros para reducir esa disonancia
cognitiva. Reafirmar a la persona no significa reafirmar su comportamiento.
Tenemos que distinguir entre la persona y su comportamiento:
a).- Reconocer su autoridad y
competencia. Supongamos, por ejemplo, que queremos persuadir a un jefe
complicado para que cambie de opinión sobre un tema y que éste puede
interpretar que estamos cuestionando personalmente su autoridad o competencia. Reaccionará
aumentando su desconfianza ante
cualquier cosa que planteemos y para evitarlo debemos comenzar nuestros
comentarios con frases del tipo: “ Tú eres el jefe” o “Respeto tu autoridad”. Si
nos encontramos ante un gran ego es de utilidad reconocer su competencia en los
temas: “Me han dicho que eres la persona que más sabe sobre políticas de…..” y
podemos reforzar nuestras palabras con datos que confirmen nuestras
afirmaciones.
b).- Construir una relación
profesional. Si estamos tratando con alguien que
conocemos tendemos a atribuir las circunstancias adversas a factores externos: “Creo
que no se presentó en la reunión porque estaba enfermo”, pero si lo hacemos con
alguien al que desconocemos o no nos gusta estos mismos hechos pasan a ser
debidos a la naturaleza de la persona: “Me quiere hacer esperar para
demostrarme de que es él quien manda”. Por tanto si mantenemos una buena
relación la parte contraria se sentirá más inclinada a concedernos el beneficio
de la duda y así evitaremos malas interpretaciones.
El
mejor momento para sentar las bases de una buena relación es antes de que surja
el problema.
c).- Expresar nuestros puntos de
vista sin provocar. Una vez que hemos escuchado y reconocido
a la otra parte ésta se sentirá más dispuesta a escucharnos y es el momento de
plantear nuestras ideas. Nuestro mapa mental para hacerlo debe estar centrado
en el concepto ambos/y, en lugar del más común de uno u otro. Ellos pueden
tener razón en función de su experiencia y nosotros también, en función de la
nuestra. Podemos decir: “Comprendo por qué sientes de esa forma. Es razonable
en función de tu experiencia. Mi experiencia, en cambio, ha sido distinta”.
Estamos reconociendo su punto de vista y sin cuestionarla manifestar otra totalmente
contraria. Podemos crear una atmósfera inclusiva en la que las experiencias
pueden coexistir pacíficamente mientras tratamos de reconciliarlas.
d).- No decir “Pero”, decir “Sí …Y”.
Uno de los métodos más comunes de expresar nuestras diferencias es comenzar la
exposición de nuestros puntos de vista con la palabra “pero. La otra parte se
puede mostrar más receptiva si primero reconocemos sus ideas con un “sí” y
pasamos a exponer nuestras ideas con la palabra “y” como nexo de unión. La
clave se encuentra en presentar nuestros planteamientos como una suma, en lugar
de algo contrario al punto de vista de la otra parte: “Sí, estoy de acuerdo en
que nuestros precios son más elevados y lo que este incremento está permitiendo
es mayor calidad y un mejor servicio”.
e).- Hacer afirmaciones en primera
persona. Al
expresar nuestras ideas tendremos menos oportunidades de provocar a la otra
parte si hablamos de nosotros mismos en lugar de hablar sobre ellos, ya que
nuestra propia experiencia es la que realmente conocemos. La esencia de este
tipo de afirmaciones es describir el impacto del problema sobre nosotros. Le estamos
facilitando a la otra parte información sobre las consecuencias de su
comportamiento de una forma que no se puede rechazar porque es nuestra
experiencia. Por ejemplo podemos decir cuando
alguien no se ha presentado a una cita importante y no da señales de vida: “Ayer me sentí decepcionado, me preocupé
enormemente por si te había ocurrido algo y hasta llamé a emergencias por si te
había ocurrido algo”. En lugar de atacar estamos expresando nuestros
sentimientos y experiencias.
Este
tipo de afirmaciones ofrece una perspectiva diferente: la nuestra. Se centran
en nuestras necesidades, sentimientos y deseos y no en los fallos del
contrario. No dice a la otra parte cómo debe pensar o qué tiene que hacer o sentir, ya que todos tienen derecho a tener
sus opiniones.
f).- Defender nuestras ideas. Expresar
aquello en lo que estamos de acuerdo con la otra parte no significa que debemos
suprimir nuestras opiniones. Debemos plantearlas abiertamente. Cuando exponemos
nuestras diferencias podemos descubrir que no son tan enormes como cada una de
las partes pensaba. En otras ocasiones, en cambio parecen irreconciliables, por
lo que se necesita un abordaje optimista afirmando nuestro interés en alcanzar
acuerdos y destacando nuestro convencimiento de que una solución satisfactoria
es posible: “Pienso que podemos llegar a un acuerdo en estos puntos”.
Como
conclusión Ury señala que la mejor estrategia para vencer las suspicacias,
hostilidad, oídos cerrados y falta de respeto de la otra parte es “ponernos en
sus zapatos” con lo que estaremos creando un clima favorable para la
negociación.
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