Friederike Fabritius en “The
Brain – friendly workplace. Why
talented people quit and how to get them to stay”, que estamos comentando,
plantea la importancia de establecer una cultura basada en resultados y no en la
presencia.
En 1914 Henry Ford tomo una iniciativa que cambió la vida de los
trabajadores en Estados Unidos. En ese momento los trabajadores en las
industrias trabajaban 16 horas al día, 6 días a la semana y sin vacaciones
pagadas. Pero, la nueva tecnología de Ford Motor Company, la línea de montaje,
estaba facilitando un enorme incremento de la productividad. Bajo la presión de
los sindicatos la empresa duplicó la cuantía de los salarios y redujo el
horario laboral a 8 horas al día, 5 días a la semana, en 1926.
Henry Ford pensó que de esta forma atraería a los mejores y más innovadores
trabajadores y acertó. También creía que de esta forma se reducirían los
accidentes laborales y otros problemas derivados de la fatiga y también acertó.
La empresa floreció y captó un 61% de la cuota del mercado en 7 años y casi 100
años después se mantiene como uno de los 10 principales constructores de
automóviles del mundo.
En la actualidad nuestra nueva “línea de montaje” se encuentra en los
ordenadores, software e internet conectándolos. Vivimos una época de enormes
ganancias en la productividad de los trabajadores, pero la mayor parte de ellos
están trabajando más horas que nunca. Por esta razón, muchas organizaciones
están apostando por una cultura de resultados, centrándose, como Henry Ford
hizo en su día, en la productividad de los trabajadores, en lugar de en el
número de horas que dedican al trabajo.
Por ejemplo, reduciendo la jornada diaria de trabajo a 5 horas, tendremos más facilidad para concentrarnos. En su libro: “Scarcity: Why having too little means so much”, Sendhil Muillanathan y Eldar Shafir explican que
tener menos tiempo incrementa los periodos de productividad, ya que cuando la
escasez captura nuestra mente nos aumentamos nuestra atención y eficiencia.
La cultura de los resultados se centra, pues, en los resultados del
empleado y no en cuántas horas permanece en el trabajo. Elimina la pérdida de
tiempo en el trabajo y se centra en la medición de resultados concretos.
Como ejemplo tenemos la iniciativa puesta en marcha en el verano de 2019 por Microsoft Japón: una experiencia piloto llamada “ El reto de la elección de la vida laboral”, una semana laboral de 4 días, que logró elevar las ventas en un 40% con respecto a periodos de tiempo anteriores similares. Microsoft Japón cerró sus oficinas todos los viernes durante el mes de agosto , recibiendo sus profesionales la misma remuneración que durante las semanas de 5 días. La empresa impuso, también, una limitación a las reuniones: no podían exceder los 30 minutos de duración y se fomentaban las comunicaciones on line sobre las reuniones presenciales. La compañía informó de un crecimiento del 39,9% en las ventas en relación con las correspondientes a agosto del año anterior, el consumo de electricidad bajó en un 23,1% y el de páginas impresas, por ejemplo, cayó en un 58,7% (entre otras curiosidades).
Desgraciadamente la
mayor parte de los trabajadores en las organizaciones están atrapados en una
cultura que equipara muchas horas extra con productividad, especialmente en el
caso de directivos y ejecutivos para los que la norma son las semanas de 60 a
80 horas de trabajo si quieren ser considerados para bonificaciones o
promociones.
Nuestras mentes no están
diseñadas para esto. Las personas solo somos verdaderamente productivas una
media de tres horas en una jornada laboral de 8 horas. Trabajar más de 8 horas
no incrementa la productividad. Después de tres horas muy concentrados
necesitamos tomar un descanso para rellenar los niveles de nuestros
neurotransmisores.
El adulto medio tiene
un periodo máximo de atención de aproximadamente veinte minutos. Podemos volver
a enfocar nuestra atención en la misma actividad de forma repetida, pero lo
normal es que la atención vaya decayendo. Para explicar las razones por las que
los humanos estamos programados de esta forma tenemos que retroceder en el
tiempo:
Durante gran parte de
las historia de la humanidad se trabajaba bastante menos que en la actualidad
según el antropólogo James Suzman. Casi en
el 95% de la historia humana en la tierra los humanos eran cazadores nómadas
que trabajaban aproximadamente 15 horas a la semana. Nuestros antepasados
tenían que estar muy concentrados mientras seguían y cazaban a sus presas. Después
de la tensión de la caza volvían a casa para festejar sus logros y descansar,
periodo que nuestras mentes necesitan ahora tanto como en la antigüedad, ya que
no debemos estar activos todo el día sin descansos.
Nuestros antepasados
cazadores, según Suzman, estaban bien alimentados, se sentían satisfechos y vivían
más años que aquellos que lo hacían en sociedades más agrícolas. Al tener
tiempo libre lo dedicaban a actividades
como componer música, explorar, decorar sus cuerpos y socializar.
Hace aproximadamente
12.000 años los humanos comenzaron a cultivar semillas salvajes y a pastorear
rebaños de cabras salvajes, lo que permitió que se desarrollasen asentamientos
permanentes. Pero las familias de granjeros todavía trabajaban menos horas que
un ejecutivo actual ya que el trabajo seguía a los ciclos de las estaciones y
los inviernos eran tiempo de mayor descanso. Los campesinos ingleses trabajaban
entre 150 y 180 días al año según Juliet Schor en “The overworked American: the unexpected decline of leisure” . los hombres, las mujeres y los niños
trabajaban juntos en cualquiera de las tareas que se debían realizar. El hogar
y el trabajo estaban en el mismo lugar y nuestras mentes fueron evolucionando
en este entorno familiar/tribal.
Fue durante la era
industrial cuando las personas empezaron a trabajar horas en exceso alejadas de
sus familias. Las corporaciones nacieron en los Estados Unidos en el siglo XIX
porque las pequeñas granjas familiares y otros negocios necesitaban
capital para expandirse y aunque habían
surgido también en otros países como Inglaterra y Países Bajos fue en Estados
Unidos donde más se desarrollaron.
La autora sugiere que
los entornos laborales corporativos ejercen tanta presión y exigen tantas horas
a sus ejecutivos porque sus sistemas mentales suelen ser los dominados por
niveles altos de dopamina y testosterona. Estos profesionales adoran la
actividad constante, duermen poco y hacen gala de seguir adelante cuando los
que tienen otros sistemas mentales se encuentran al borde del colapso. Pero su
salud se resiente, como se evidencia por el alto número de ataques cardiacos y
otras crisis de salud que sufren los ejecutivos de alto nivel. Un estudio
realizado en 2021 por La OMS encontró que 745.000 personas fallecieron en 2016
como consecuencia de ataques cardiacos como resultado directo de trabajar más
de 50 horas a la semana. Los investigadores concluyeron que las personas que
trabajan más de 55 horas a la semana incrementan en un 17% su riesgo de padecer
una enfermedad cardiaca, en relación con los que trabajan 35 horas a la semana.
El estudio atribuye este incremento del riesgo en parte al estrés asociado con
las largas horas de trabajo y en parte a los malos hábitos que las personas
adoptamos cuando estamos saturados de trabajo.
Los ejecutivos
erróneamente asumen que requerir a los profesionales que dediquen más horas conduce
a una mayor productividad y beneficios, pero no se dan cuenta de que no están
contratando a profesionales muy bien preparados para que coloquen ruedas en un
coche todo el día. Los trabajos actualmente en las corporaciones implican
reflexión, planificación y predicción,
innovar y resolver problemas si quieren continuar siendo innovadoras y
garantizar su supervivencia.
Fabritius propone para mejorar la
productividad seguir las siguientes recomendaciones en relación con los
trabajadores:
a).- Insistir en la
necesidad del descanso y de las horas recomendables para un sueño reparador y
facilitar que los profesionales pueda tenerlo.
b).- Incentivar y reservar
tiempo para el ejercicio físico y para una alimentación sana.
c).- Crear un entorno
laboral tranquilo y sereno.
d).- Fomentar el
apagado de móviles y la no lectura de correos durante periodos de tiempo
establecidos para aumentar la concentración en el trabajo.
e).- Promover los
descansos, como pequeños paseos para favorecer el flujo de dopamina hacia el
cerebro.
El teletrabajo parecía
una buena alternativa a la cultura de la presencia pero después de la
experiencia en la pandemia se ha visto que no lo es. Un estudio de la OMS
encontró que en este tiempo los teletrabajadores en Estados Unidos, Reino Unido,
Austria y Canadá añadieron una media de
dos horas y media diariamente a su jornada laboral.
La autora sugiere
seguir una serie de pasos para realizar
experiencias piloto sobre cómo acortar la jornada laboral diaria o semanal.
Éstos son:
PASO
1: COMENZAR CON UN PILOTO
Empezar con un programa
piloto pequeño permite controlar el “experimento”. Si no funciona se puede
revertir sin muchas quejas de los trabajadores.
PASO
2: ESTABLECER REGLAS QUE IMPULSEN LA PRODUCTIVIDAD
Entre ellas: no mantener
actividad en las redes sociales durante las horas de oficina y apagar los
móviles, mantener a mínimos las conversaciones banales, no realizar llamadas
personales en horas de trabajo y mantener el silencio en las áreas designadas
como “espacio silencioso", reservando zonas especiales en las que los
trabajadores puedan hablar sin molestar a sus compañeros.
PASO
3: MEDIR LOS RESULTADOS
Informar que las
medidas no buscan reducir los salarios ni
los beneficios y que los trabajadores que no tengan los resultados acordados.
Podrán ser despedidos.
Monitorizar a través de
indicadores de desempeño claves como productividad, ingresos, satisfacción del
cliente, retención del cliente y profesional y bajas laborales. Si son buenos existen
argumentos sólidos para seguir adelante y si son malos se pueden ajustar las
medidas o volver a la situación anterior.
PASO
4: LIMITAR LAS REUNIONES
Según MIT Sloan
Management Review los ejecutivos dedican una media de 23 horas a la semana a
reuniones.
El objetivo es
transformar las reuniones en eventos útiles realmente y para ello podemos, por
ejemplo, programar reuniones con una
duración similar o inferior a 15 minutos, invitar solo a las personas que
añaden valor a la misma, empoderar a los profesionales para que si detectan que
su presencia no añade valor abandonen la reunión, utilizar un medidor de tiempo
para que las intervenciones no superen, salvo excepciones muy justificadas, los
dos minutos y ver si podemos reemplazarlas por un correo.
PASO
5: ACABAR CON LA DISPONIBILIDAD 24 HORAS AL DÍA
Dejar de pedir a los
profesionales que estén disponibles por teléfono o e – mail las 24 horas del
día, ya que es invasivo, disruptivo para sus vidas y no es necesario. En lugar
de eso comunicar a los clientes el
horario de los empleados y cómo ponerse en contacto con ellos. Establecer los
mismos límites a la comunicación entre los profesionales y sus jefes.
PASO
6: UTILIZAR LA TECNOLOGÍA PARA INCREMENTAR LA EFICIENCIA
Automatizar todas las
tareas que sean posibles. Esto es clave para lograr una mayor productividad en
menos tiempo. Por ejemplo creando tutoriales on line en el apartado de servicio
al cliente en la página web de la
empresa para ayudar a los clientes a encontrar respuestas sin tener que
recurrir a los empleados.
PASO
7: SER FLEXIBLE
Ser flexible con los profesionales
en relación a sus horarios y hacerles saber que, en ocasiones, pueden tener que
realizar horas extras si es necesario. Los que tienen niveles altos de
testosterona, por ejemplo, puede ser que prefieran realizar más horas, mientras
que los que tienen valores altos de estrógeno pueden preferir pasar tiempo con
su familia. No hay que penalizar ninguna alternativa siempre que los resultados
se obtengan. Establecer las expectativas con respecto a las metas de forma
clara pero facilitar gran flexibilidad a los profesionales para alcanzarlas.
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