domingo, 30 de abril de 2023

NO PODEMOS AYUDAR A ALGUIEN QUE NO QUIERE SER AYUDADO

 


Deborah Grayson Riegel en “Go to help. 31 strategies to offer, ask for and accept help”, que estamos comentando, plantea que por muy duro que nos resulte pedir y aceptar ayuda, puede ser exponencialmente más duro intentar ayudar a alguien que no lo desea.

Cuando vemos a alguien luchando por resolver un problema o nos parece que lo está haciendo de forma equivocada nuestro instinto prosocial de ayuda surge, especialmente si el resultado nos afecta de alguna manera. Pero tenemos que tener en cuenta que nuestra ayuda solo va a ser útil si la persona quiere ser ayudada.

Cuando nos preguntamos las razones por las que alguien no quiere aceptar nuestra ayuda o ninguna ayuda debemos considerar que existen motivos válidos para esta reacción. Aunque no estemos de acuerdo con éstos, comprender por qué alguien rechaza nuestra ayuda puede mitigar nuestra frustración y facilitar el que demos un paso atrás.

Entre las razones más frecuentes tenemos que las personas:

1.- Pueden hacerlo por sí mismas y no necesitan ayuda.

2.- Han tenido una mala experiencia en el pasado al recibir ayuda.

3.- Buscan ayuda a través de un distinto enfoque cultural. Por ejemplo pedir y recibir ayuda puede significar cosas muy diferentes para cada persona:

a).- “Soy un miembro de una familia y ayudar a los miembros de la familia es lo que hay que hacer”.

b).- “Soy parte de una familia y pedir ayuda puede resultar embarazoso y traer la vergüenza a mi familia”.

c).- “Es la forma de mejorar en mi trabajo”.

d).- “Si pido ayuda los demás descubrirán que no sé realizar mi trabajo”.

Cómo, cuándo, dónde y por quién hemos sido educados impacta en nuestro patrón mental de ayuda y de comportamiento. La persona a la que queremos ayudar puede tener creencias, normas y valores sobre lo que implica ayudar muy distintos a los nuestros. Éstos ejercen un impacto directo y condicionan el que la persona sienta que necesita ayuda  o no, de quién puede recibirla y qué tipo de ayuda.

Por ejemplo, culturas colectivas como las que existen en China, Corea, Japón, Indonesia y Costa Rica enfatizan la interdependencia y la armonía social dentro del grupo. Como resultado las personas que crecen en esas culturas pueden poner el bienestar del grupo sobre sus propios intereses y motivos. Por el contrario, culturas que son más individualistas como las de los Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Reino Unido tienden a poner los motivos personales por delante de los valores del grupo.

Por tanto podemos ver cómo nuestro colega en Beijing es raro que busque o acepte ayuda fuera de su propio grupo, mientras que el que se encuentra en Brisbane es más fácil que nos agradezca la oferta de ayuda y la acepte.

Evidentemente, esto no es lo que ocurre siempre ya que existen miles de factores que impactan en la cultura, creencias , prácticas y valores personales a la hora de aceptar ayuda. Por lo que en lugar de intentar averiguar todos los matices culturales en cada caso es mejor que nos hagamos la siguiente pregunta: “¿Qué es lo que no conozco ni entiendo sobre esta persona que puede estar influyendo en sus pensamientos, sentimientos y acciones en relación con su disposición a aceptar mi ayuda?”

4.- Desean tener la oportunidad de crecer y aprender a través de sus errores. Cuando ayudamos a alguien con frecuencia estamos intentando evitar que cometan errores o mitigar pérdidas.

Con frecuencia, sin embargo, cometiendo errores y recuperándonos de pérdidas son dos vías fundamentales que tenemos las personas para aprender a tener éxito. Si constantemente estamos ayudando a alguien es difícil que crezcan y aprendan.

5.- Su autoestima impide aceptar ayuda. Muchas personas creemos que si pedimos ayuda significa que no tenemos habilidades necesarias o somos incompetentes o fracasados. Podemos pensar:

a).- “Aceptar ayuda es una prueba de que no puedo hacerlo por mí mismo”.

b).- “Soy el jefe, no puedo aceptar ayuda de mis subordinados”.

c).- “¿Qué me puede enseñar alguien de la Generación Z que yo no sepa?”

Estos son algunos de los patrones mentales a los que se enfrentan  las personas que tienen dificultades para pedir o recibir ayuda.

5.- No quieren recibir específicamente nuestra ayuda. Puede ser que las personas no deseen recibir ayuda si viene de nosotros. En este caso puede ser que:

a).- Hayamos ofrecido ayuda en el pasado que no haya sido útil.

b).- Hemos podido decir: “Te lo dije” cuando alguien no aceptó nuestra ayuda.

c).- Esperábamos recibir muestras contantes de agradecimiento.

d).- Pensamos que somos más expertos de lo que la otra persona opina.

e).- Nuestra experiencia no sea tan relevante como pensamos que es.

f).- Decimos que vamos a ayuda pero lo que vamos a hacer es tomar el control.

g).- Nuestra ayuda lleve consigo algún tipo de reciprocidad.

h).- No hayamos mostrado empatía ante sus esfuerzos.

i).- No hayamos mantenido la confidencialidad en una petición de ayuda anterior.

Teniendo en cuenta el listado anterior nos podemos preguntar si debemos admitir que existen razones para que la otra persona no desee recibir nuestra ayuda e identificar cuáles son éstas. Posteriormente podremos preguntar al otro cuáles son sus razones y escuchar atentamente, sin intentar justificar nuestras acciones previas, comprometiéndonos a mejorar.  

Puede ser que ya comprendamos las razones por las que la persona a quien queremos ayudar no desea que lo hagamos, pero si no lo hemos logrado debemos dedicar un tiempo para pensar por qué no están aceptando ayuda, procurando ver las cosas desde su perspectiva y no desde la nuestra. Diversas investigaciones muestran que si queremos hacerlo adecuadamente lo mejor es pedir a esa persona que comparta sus perspectiva en lugar de intentar imaginar cuál puede ser ésta. Podemos aprender que es posible que no quieran recibir ayuda nuestra pero sí la aceptarían de un experto en el campo del que se trate el problema o que la ayuda que ofrecemos no es la que necesita en ese momento. En este último caso debemos ver si podemos aumentar nuestra capacidad de ayuda.

Lograr incrementar nuestro abanico de ayudas no es sencillo y requiere que le dediquemos tiempo, paciencia, intención, práctica y obtengamos feedback. Finalmente, debemos pensar que aunque puede ser frustrante no poder ayudar a nuestro familiar, amigo o compañero podemos utilizar nuestra energía en ayudar a otras personas que si se pueden beneficiar de nuestra ayuda como otros colegas o alguna asociación benéfica.

 Lo que si tenemos que tener en cuenta es que hay que eliminar de nuestro vocabulario las palabras. “Ya te lo dije” cuando alguien a quien hemos ofrecido nuestra ayuda y la ha rechazado se comprueba, posteriormente, que se podría haber beneficiado de ésta. Pocas palabras generan tanto rechazo como éstas ya que:

a).- Cuando alguien ha cometido un error de juicio no quiere que nadie se lo recuerde. Puede llevar a que la persona a la que hemos intentado ayudar sienta vergüenza lo que suele ocasionar que se sienta vulnerable expuesta y enfadada. Resulta embarazoso y denigrante lo cual no va a contribuir a crear relaciones sanas.

b).- Puede interpretarse como una forma de buscar reconocimiento por nuestra inteligencia o visión, lo que es cierto pero no es adecuado a costa de su proyecto, su dignidad o nuestra relación.

c).- Con frecuencia es una forma indirecta pasivo – agresiva de mostrar que estamos dolidos ante el rechazo a aceptar nuestra ayuda, o de la frustración que experimentamos porque nuestro consejo fue ignorado o hasta enfado porque escogieron un enfoque distinto a lo que nosotros hubiésemos hecho o sugerido.

Otro factor que hace que estas palabras resulten muy irritantes e innecesarias es el efecto” ya lo sabía yo” por el que después de que haya sucedido algo nuestra tendencia natural nos lleva a considerar que ese hecho era predecible, aunque no lo hubiésemos predicho. En otras palabra la persona que no ha aceptado nuestra ayuda posiblemente esté pensando: “ ya me lo había dicho” sin necesidad de escuchar esas palabras de otra persona.

Existen situaciones excepcionales en las que debemos ayudar a alguien que no quiera nuestra ayuda. Entre éstas tenemos los siguientes escenarios:

1.- Cuando alguien está expuesto a un riesgo o a un daño irreparable.. Por ejemplo ante una tentativa de suicidio o si el comportamiento de una persona está poniendo en peligro la reputación de otro u ocasionando problemas legales o financieros a los demás. En estos casos puede que no seamos nosotros quienes facilitemos la ayuda directamente, podemos pedir que alguien más experto la facilite.  

2.- Cuando la persona tiene sus capacidades emocionales, cognitivas o intelectuales disminuidas podemos ayudar a que puedan actuar acompañándoles en el proceso.

3.- Cuando es nuestro trabajo, como por ejemplo en el caso de los bomberos.

4.- Cuando entendemos que no quieren nuestra ayuda pero estamos dispuestos a aceptar las consecuencias de ayudarles. Por ejemplo si decidimos ayudar económicamente a un hijo mayor de edad con el alquiler cuando nos ha dicho que quiere ser autosuficiente, podemos beneficiarnos al sentir menos preocupación por su bienestar material pero al coste de interferir en su sentido de autonomía e independencia y de un posible enfado con nosotros.

 

 

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