Laura Hills en
“The problem employee. How to manage the
employees nobody wants to manage”, que estamos comentando, plantea que gestionar un pesimista en un equipo puede ser unos
de los retos más frustrantes, agotador y consumidor de tiempo a los que se
enfrenta un líder.
No podemos esperar
cambiar la visión del mundo de un empleado, por lo que no debemos pensar que
vamos a poder convertir a un pesimista en un optimista., independientemente de
lo que intentemos hacer, pero si podemos emplear técnicas para gestionar al
pesimista y para impedir que su negatividad se extienda por todo el equipo.
Lisa Mooney y Chris Newton sugieren que existen 6 formas,
principalmente, en las que un pesimista puede dañar la organización. Éstas
son:
1.-
Contagio. El pesimismo se extiende y consigue que otros
compañeros se vuelvan negativos.
2.-
Disminución de energía. El pesimismo roba la energía y
cuando ésta es baja la productividad declina.
3.-
Frustración. Resulta muy duro permanecer junto a un
pesimista mucho tiempo.
4.-Malos
hábitos laborales. La negatividad puede hacer que las
personas se distraigan y se hagan descuidados, ya que sus mentes están
distraídas y no centradas.
5.-
Indiferencia. Las personas rodeadas de pesimismo
pueden dudar de sus habilidades y asumir lo peor. Pueden también protegerse de
las posibles desilusiones despreocupándose de lo que pueda pasar.
6.-
Absentismo. Los pesimistas pueden padecer más problemas de
salud favorecidos por su negatividad.
7.-
Limitaciones en el potencial. Los empleados
pesimistas pueden no esforzarse porque creen que las cosas no les van a salir
bien.
8.-
Pérdida de buena voluntad hacia la organización.
Los clientes ante la negatividad disminuyen la lealtad hacia la organización.
Existen muchas razones
por las que un empleado puede mantener una actitud pesimista, triste o cínica,
por lo que es importante, para poder gestionarla, el conocer qué tipo de
negatividad estamos observando.
Según Amy Gallo existen
dos tipos de pesimistas: los que tienen una disposición pesimista y que ven lo
negativo en todo. Si este es el caso la mejor forma de gestionar al profesional
es centrarse en sus comportamientos en lugar de intentar cambiar su actitud, ya
que va a ser más fácil cambiar las conductas que las creencias y valores
fuertemente arraigados.
El segundo tipo de
pesimista es el que expresa un punto de vista negativo respecto a una
situación, basado en la desinformación o en una lógica mal informada. Estos son
los empleados cuyas creencias pueden ser cambiadas.. Si el pesimismo es
esporádico hay que explorar para conocer las razones por las que el empleado ha
llegado a tener el punto de vista negativo y ayudarle a tener uno más positivo.
Si descubrimos que la negatividad se basa en el miedo ofrecer nuestro apoyo
para superarlo.
La negatividad se puede
presentar de diversas formas y tamaños y varía de unas personas a otras. S.
Graham, D. Rogacki y C. Schumann sugieren que los tipos más frecuentes de pensamiento negativo son:
a).-
Foco en lo negativo. Los pesimistas se centran exclusivamente en los aspectos negativos de
una experiencia, desechando y devaluando con frecuencia las experiencias
positivas.
b).-
Pensamiento binario que reduce todo a blanco o negro. Una
persona que piense de forma extrema con frecuencia se sentirá mal sin saber la
razón o sin contemplar otras posibilidades.
c).-
Exceso de generalización y etiquetado. Los individuos
enganchados a este patrón mental considerarán un único evento negativo como un
patrón continuo negativo. En su forma más extrema atribuirán etiquetas
negativas a las personas, incluidos ellos mismos. Por ejemplo si cometen un
error pueden empezar a considerarse unos fracasados crónicos.
d).-
Conclusiones rápidas negativas y sin fundamento.
e).-
Personalización y culpa. Los individuos que piensan de
esta forma se consideran a ellos mismos y a los demás como responsables de
cosas que están fuera de su control. Esto puede conducir a que realicen
demandas poco realistas o excesivas a sí mismos o a los otros.
Una vez que hemos
determinado el tipo de pesimismo al que nos enfrentamos el siguiente paso debe
consistir en gestionar adecuadamente al empleado pesimista. Estas son algunas
recomendaciones:
1.- Ser un buen
ejemplo, mostrando al equipo un comportamiento positivo. Recordar al equipo que
los problemas y contratiempos son inevitables y ayudarles a considerarlos
experiencias de aprendizaje. Modelar el tipo de positividad que queremos
esperar de ellos.
2.- No evitar al
empleado pesimista. Abordar la situación directamente, con firmeza y rapidez,
para evitar que cree un ambiente hostil, tenso y de desconfianza que mine el
liderazgo del responsable del equipo.
3.- No etiquetar. Decir
al pesimista que lo es o que tiene una mala actitud no va a ayudar y va a
empeorar la situación. Es más adecuado evitar utilizar lenguaje cargado,
utilizar etiquetas o emitir juicios y parafrasear simplemente al empleado y describir sus acciones negativas, lenguaje corporal,
tono y expresiones faciales.
4.- “Poner un espejo”
delante del pesimista ya que muchas veces éste no es consciente del efecto que
está teniendo en los demás y cómo le ven. Ayudar al pesimista a ser consciente
de cómo suena y se interpreta su conducta negativa y el impacto que tiene sobre el resto del
equipo. Comentarle las reacciones específicas que hemos visto en los demás y,
cuando se estime apropiado, los comentarios compartidos sobre su negatividad.
5.- Describir el pesimismo
apropiado e inapropiado. Implicar al equipo para establecer normas para el
comportamiento dentro del equipo. Aclarar a los empleados pesimistas cuáles son
las formas apropiadas e inapropiadas de expresar sus actitudes negativas en la
organización.
6.- Buscar momentos formativos.
Cuando un empleado negativo hace o dice algo negativo que necesita ser
corregido hay que hablar con él lo antes posible y de forma muy específica.
7.- No asumir que todo
el pesimismo es improductivo. En algunas ocasiones el pesimismo nos puede servir
para prevenir problemas y en otras para prepararnos para afrontar problemas que
no podemos evitar.
8,- No permitir que el
pesimismo pase desapercibido y sin reconocer. Mostrar al empleado pesimista que
hemos recibido su mensaje negativo, ya que en ocasiones el pesimismo puede
debilitarse o cesar si el empleado sabe que le hemos escuchado.
9.- Identificar la
fuente del pesimismo. Si sentimos que la negatividad en general está creciendo
entre los miembros del equipo hay que encontrar de dónde procede y si no lo
sabemos debemos preguntar.
10.- Diferenciar entre
la persona y el comportamiento. Resistir la tentación de pensar mal del
pesimista. Debemos centrarnos en sus palabras y conducta y no en su carácter.
11.- No confabularse
contra un pesimista. Discutir cualquier problema que estemos observando en
privado e intervenir si vemos que otros miembros del equipo están atacando a su
compañero pesimista.
12.- Mantenernos
positivos y constructivos.
13.- Reforzar los
comportamientos positivos. Establecer metas de cambios con el empleado
pesimista y felicitarle ante cualquier pequeño logro.
14.- Documentar las
ocasiones en las que el empleado pesimista genera tensiones.
15.- No argumentar con
un pesimista. Las personas negativas en ocasiones buscan pelea de forma
intencionada, pero no debemos responder, sino que tenemos que escuchar, señalar
las áreas de acuerdo si es posible, pero siempre manteniendo la calma.
16.- Hacer preguntas.
Preguntar al pesimista qué es lo que está causando sus pensamientos y acciones
negativas.
17.- No bajar las
expectativas sobre un empleado pesimista. Una actitud negativa no siempre
resulta en un desempeño más bajo, por lo que no debemos asumir que va a ser
así. Mantener las expectativas altas.
18.- Trabajar con el empleado
negativo para ayudarle a ver que su comportamiento es un problema para todos. Por
ejemplo podemos comenzar estas conversaciones difíciles con: “Tenemos un
problema” o “ tenemos que cambiar”.
19.- No adoptar una
actitud defensiva. Podemos asumir incorrectamente que la negatividad está
asociada de alguna manera a la opinión que el empleado tiene de nosotros. Lo
más probable es que no sea así y en caso de que lo sea puede ser desproporcionado lo que podemos decir o hacer si estamos a la defensiva.
20.- No aceptar
excusas. Podemos procurar mostrar simpatía por los problemas personales, que
puede estar experimentando, pero no debemos aceptar que los traslade a la
organización. Se pueden sugerir ayudas internas o externas , pero sin caer en la
tentación de convertirnos en su terapeuta.
21.- Evitar quedar
atrapados en las conversaciones pesimistas o quejas de los pesimistas. Escuchar
quejas que no son productivas solo sirva para reforzarlas.
22.- No sacrificar al
equipo por intentar cambiar al pesimista. No permitir que éste envenene a los
demás. Actuar con rapidez para evitarlo.
23.- Ser explícitos
sobre lo que va a ocurrir si el comportamiento negativo continúa. Establecer objetivos
de cambio específicos, limitados en el tiempo y medibles y las consecuencias de
no alcanzarlos. Actuar si no se cumplen.
24.- Ser concisos.
Cuanto más concisos y claros seamos al establecer cómo van a ser las cosas, más
posibilidades tendremos de que el empleado negativo nos escuche y entienda lo
que le estamos diciendo. Ser respetuosos pero decir lo que pensamos de forma
clara y sucinta.
25.- Eliminar al
pesimista del equipo. Si hemos agotado todos nuestros recursos y posibilidades
y el pesimismo continua debemos considerar prescindir del empleado pesimista.
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