En el boletín del 26 de octubre de Farnam Street, Shane Parrish plantea que el prejuicio del interés personal afecta todo, desde cómo contemplamos y filtramos la información a cómo evitamos el dolor. Interviene en nuestros instintos de autoconservación y nos ayuda a racionalizar nuestras elecciones.
Nuestra
autoestima juega un papel importante en nuestro bienestar personal y felicidad.
Se ha demostrado que las personas con un alto nivel de autoestima son más
felices, tienen menos problemas interpersonales, ceden menos ante las presiones
de sus compañeros y tienen mayores éxitos en las distintas facetas de su vida.
Por tanto existe una fuerte motivación para preservar una auto- imagen positiva
y consistente, pero con frecuencia se presentan situaciones en que ésta se ve
dañada, como por ejemplo ante un despido, el fin de una relación de pareja…, y
nos enfrentamos a la necesidad de reparar los daños.
Bajo
la influencia del prejuicio del interés personal nos podemos encontrar
alejándonos de los hechos y modificándolos para que se conviertan en
aceptables. Aunque esta tendencia normalmente es inocua y episódica, existen
casos en los que se convierte en extrema y dejan a la persona con poca
capacidad para valorar las situaciones de forma objetiva.
CharlieMunger, en su conferencia “The psychology of human misjudgement” reflexiona sobre las tendencias extremas que muestran los criminales en las novelas de Tolstoi. Sus mecanismos de defensa se pueden dividir en dos tipos distintivos: niegan haber cometido algún crimen o consideran que su crimen es justificable debido a todas las penalidades que han sufrido. Munger llama a estos dos casos EL EFECTO TOLSTOI:
1.- EVITAR LA REALIDAD POR MEDIO DE
LA NEGACIÓN.
La
negación ocurre cuando nos encontramos ante una realidad y decidimos ignorarla.
Por ejemplo si observamos que ha aparecido un lunar un poco extraño, sentimos
ansiedad, pero decidimos olvidarnos de él. Semanas después si vemos que ha
aumentado de tamaño actuamos y vamos al médico.
En
estos casos una dosis pequeña de negación puede servirnos para absorber la
información lentamente y pensar en los pasos que vamos a dar. Pero si la
negación se convierte en una medida prolongada para asumir asuntos conflictivos
los problemas se amplificarán y sufriremos las consecuencias. Éstas pueden ser
de distintos tipo, siendo la más suave la incapacidad para seguir adelante con
sus vidas.
Munger
recomienda el evitar las oportunidades de deslizarse hacia una adicción, ya que
la distorsión de la realidad que experimentan las mentes de los drogadictos les
lleva a creer que se mantienen en una condición buena aunque su situación se
deteriore.
2.- RACIONALIZAR NUESTRAS
ELECCIONES.
Una
forma menos severa de distorsión de la realidad es nuestra tendencia a
racionalizar las elecciones que hacemos.
La
mayoría de nosotros tenemos un concepto positivo de nosotros mismos y creemos
que somos competentes, morales e inteligentes e intentamos en muchas ocasiones
hacer lo que sea para preservar esta imagen personal, por ejemplo cuando
practicamos comportamientos que no son
consistentes con nuestra imagen personal y utilizamos frases como “no decir la
verdad no es mentir”, “no tuve tiempo”, “otros son peores”, con las que intentamos
justificar unas acciones un tanto dudosas.
Esta
tendencia en parte se explica por el motor que mueve la auto-justificación y
que se llama disonancia cognitiva. Es el estado de tensión que se produce
cuando tenemos dos hechos contrapuestos en nuestras mentes, tales como: “fumar
es nocivo” y “fumo dos paquetes de cigarrillos al día”.
La
disonancia nos preocupa en todas las circunstancias pero se puede volver
insoportable si nuestro auto-concepto se puede ver amenazado por ella, ya que,
normalmente, intentamos vivir nuestras vidas de forma que sean consistentes y
tengan un sentido. Es más dolorosa cuando hacemos hago que es inconsistente con
la imagen que tenemos de nosotros mismos. Al ser ésta razonablemente positiva
nuestros esfuerzos dirigidos a reducir
la disonancia se centrarán en conservar esta auto-imagen positiva.
La
reducción de la disonancia funciona como un termostato, manteniendo nuestra
autoestima en un nivel alto. Esta es la razón por la que normalmente no somos
conscientes de nuestras auto-justificaciones, las pequeñas mentiras que nos
contamos a nosotros mismos para evitar reconocer que hemos cometido errores o
decisiones absurdas.
Nuestras
convicciones sobre quiénes somos nos acompañan siempre y constantemente estamos
interpretando las cosas que nos suceden a través del filtro de estas creencias.
Cuando son violadas, aunque sea por una buena experiencia nos sentimos
incómodos. Esta es una de las razones, por las que, como han demostrado
diversas investigaciones, las personas que presentan una baja autoestima o que
sencillamente creen que son incompetentes en un área no se muestran
excesivamente satisfechos cuando hacen algo bien en ese ámbito y por el
contrario se sienten con frecuencia como fraudes. Por ejemplo si una mujer no
se considera atractiva y empieza a ser cortejada seriamente por un hombre guapo,
se sentirá momentáneamente muy contenta, pero después puede surgir la
disonancia y plantearse qué puede estar viendo en ella y pensará que tan pronto
descubra cómo es la abandonará.
La
forma más evidente de acallar la disonancia es por el abandono de la conducta
conflictiva, pero, por ejemplo, el fumador que ha intentado abandonar el hábito
y ha fallado puede intentar acallar su conciencia convenciéndose de que fumar
no es tan malo. Si hemos suspendido nuestra conciencia moral en una ocasión y
hemos racionalizado las malas elecciones, podemos sentir que tenemos permiso
para repetirlas en el futuro y caemos en el CÍRCULO
VICIOSO DE LA AUTO-JUSTIFICACIÓN.
Carol Tavris y Elliot Aronson en su libro “Mistakes were made (but not by me): Why we justify foolish beliefs, Bad decisions and hurtful acts” explican este círculo
vicioso de elecciones con la analogía de una pirámide, a través del siguiente ejemplo:
Dos
estudiantes idénticos en lo referente a sus actitudes, habilidades y salud
psicológica, que son razonablemente honestos y mantienen la misma actitud hacia
el hacer trampas: piensan que no es algo bueno, pero que existen peores
crímenes en el mundo, se enfrentan a un examen que determinará si entran en la
universidad. Ambos se quedan en blanco ante un pregunta crucial del examen, con
lo que el fracaso acecha, pero tienen la oportunidad de hacer trampas porque
pueden copiar de otros compañeros. Los dos luchan contra la tentación y uno
cede y el otro no. Cada uno gana algo
importante, pero con un coste: el primero gana la posibilidad de acceder a
estudios superiores pero pierde su integridad, mientras que el segundo mantiene
su integridad pero pierde esta ocasión de acceder a estudios superiores.
La
pregunta es la siguiente: ¿Cómo se sienten con respecto a hacer trampas la
siguiente semana? Cada estudiante ha tenido tiempo suficiente para justificar
sus acciones. El que cedió a la tentación pensará que al fin y al cabo copiar
no es un crimen muy grande y que todo el mundo lo hace sin ningún problema y
por otro lado era necesario para poder seguir con su carrera futura. El que
resistió a la tentación decidirá que hacer trampas es más inmoral de lo que
pensaba inicialmente. Al terminar de intensificar sus niveles de
auto-justificación habrán ocurrido dos cosas:
a).-
Se han distanciado mucho en sus creencias.
Es
como si ambos hubiesen comenzado en lo
alto de una pirámide separados sólo por pocos milímetros y al finalizar su
proceso de justificación de sus acciones individuales se encontrasen a los pies
de la pirámide cada uno en un vértice. El que no hizo trampas considerará que
el otro es inmoral y este último pensará que su compañero es en exceso
puritano.
Este
ejemplo ilustra la razón por la que las personas que vencen las tentaciones
pueden llegar a despreciar a aquellos que no lo hacen. Esta metáfora de la
pirámide se puede aplicar en la mayoría de las decisiones que implican
elecciones morales u opciones de vida: probar drogas o no, engañar a la pareja
o no,….Cuando la persona en lo alto de la pirámide duda porque existen
beneficios y costes en ambas elecciones sentirá una necesidad especial de
justificar la elección que tome. Cuando se encuentra en los pies de la pirámide
esa ambivalencia se habrá transformado en certeza y se sentirá muy distante de
aquellas personas que hayan tomado una ruta distinta.
Si
consideramos el famoso experimento de Stanley Milgram (comentado en entradas anteriores) en el que dos tercios de
los 3000 participantes en el mismo administraron descargas eléctricas de una intensidad
peligrosas para la vida de las personas que las recibían sirve, también para
ilustrar el fenómeno de la auto-justificación. Imaginemos que nos piden que sometamos
a alguien, por el bien de la ciencia, a una corriente potencialmente letal y
muy dolorosa. Lo normal es que nos neguemos a ello, pero si el investigador nos
dice que está interesado en los efectos del castigo sobre el aprendizaje y que
lo que tenemos que hacer es suministrar una pequeña corriente eléctrica a la
otra persona, aceptaremos y cuando poco a poco nos piden que vayamos
incrementando la intensidad lo haremos, si no somos capaces de marcar límites.
Las
implicaciones de esta investigación son importantes ya que si no somos capaces
de poner los límites nosotros, las circunstancias y los hábitos decidirán por
nosotros. Todos hacemos tonterías en ocasiones, no podemos evitarlo, pero no estamos
predestinados a vivir una vida de negación o de justificación de nuestros
actos, siempre tenemos la posibilidad de corregir nuestras tendencias cuando
las detectamos.
Una
mejor comprensión de la forma en que trabaja nuestra mente es un primer paso
para romper el hábito de la auto-justificación. Lleva tiempo, auto-reflexión y
determinación para llegar a analizar objetivamente nuestro comportamiento y sus
causas, pero merece la pena.
A
nivel personal Munger sugiere que tenemos que aceptar dos hechos:
1.-
El mal desempeño es signo de un mal comportamiento y tiende a aumentar y a generar
más daños, como si se cumpliese la Ley de Gresham ( el principio según el cual, cuando en un país
circulan simultáneamente dos tipos de monedas de curso
legal, y una de ellas es considerada por el público
como "buena" y la otra como "mala", la moneda mala siempre
expulsa del mercado a la buena. En definitiva, cuando es obligatorio aceptar la
moneda por su valor facial, y el tipo de cambio se establece por ley, los consumidores prefieren ahorrar la
buena y no utilizarla como medio de pago).
2.-
En sectores con alto nivel de exigencias, como los equipos deportivos, las
excusas y el mal comportamiento no nos llevarán muy lejos.
A
nivel institucional Charlie Munger propone construir una cultura justa y
meritocrática, unida a una gestión de personas que fomente las actitudes
morales y siempre que sea posible acabe con los peores infractores.
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