Manfred F.R. Kets de Vries en la edición de diciembre de Harvard Business Review destaca el hecho de
que en el estudio más reciente de Gallup “State of the Global Workplace” el 50%
de los profesionales en Estados Unidos han cambiado de trabajo en algún momento
de su vida laboral para alejarse de sus jefes. Estos datos son similares o
incluso superiores en investigaciones realizadas en el resto del mundo.
El mismo estudio, cuyos
resultados son consistentes con otros previos, también muestran una clara
correlación entre el compromiso de los profesionales (motivación y esfuerzo
para alcanzar las metas organizacionales).
¿Qué es lo que hacen
los malos jefes?: las quejas más frecuencia se centran, entre otras, en que se dedican al micromanagement, que actúan
como bullies, que evitan los conflictos, roban el crédito por el trabajo bien
realizado de sus colaboradores. Echan la culpa a los demás de sus errores,
acumulan información sin transmitirla, no escuchan, dan malos ejemplos y no
desarrollan a sus colaboradores.
El autor sugiere que si
nos encontramos con un jefe de este tipo adoptemos las siguientes tácticas:
1.-
PRACTICAR LA EMPATÍA.
El primer paso consiste
en considerar las presiones externas a las que nuestro jefe puede estar
sometido. Debemos recordar que la mayoría de los malos jefes no son malas
personas, son buenas personas con debilidades que se pueden exacerbar por la
presión que tienen para obtener resultados. Por tanto es importante que nos
fijemos no sólo en cómo actúan sino en las razones de esa actuación. Las
investigaciones han mostrado reiteradamente que practicar la empatía puede ser
un factor determinante para cambiar las relaciones entre jefes y subordinados.
Si intentamos mostrar empatía por nuestro jefe es fácil que él comience a
actuar con empatía.
Puede parecer difícil
intentar sentir empatía por un jefe que no nos está dando lo que esperamos de
él o que detestamos activamente pero la empatía se puede adquirir por medio de
la práctica, como han demostrado diversos estudios.
Aunque sea un ejercicio
consciente es mejor procurar practicarlo en un entorno informal por lo que
debemos esperar o buscar para encontrar el momento adecuado en el que pensemos
que la otra persona va a mostrarse receptiva ante nuestros esfuerzos.
2.-
CONSIDERAR NUESTRO ROL EN LA SITUACIÓN.
El segundo paso
consiste en mirarnos a nosotros mismos, puesto que podemos ser parte del
problema. Nuestro comportamiento puede estar de algún modo evitando que seamos
reconocidos y valorados y modificándolo podemos hacer mucho por solucionarlo.
Debemos empezar con un
ejercicio de introspección y considerar de la forma más objetiva posible las
críticas que hemos recibido de nuestro jefe, en qué áreas debemos mejorar y qué
aspectos de nuestro comportamiento vemos que le irritan.
También debemos
preguntarnos si existen aspectos de la personalidad del jefe nos recuerdan a
figuras de autoridad de nuestro pasado que rechazamos. La transferencia de este
tipo puede ejercer un gran poder e influencia en nuestra conducta y debe ser
considerada siempre al analizar las disfunciones que existen en nuestra
relación con el jefe. Si afloran estas situaciones pueden ser corregidas.
Una vez que hemos hecho
lo anterior podemos observar y solicitar consejo a los compañeros que se llevan bien
con el jefe. De esta forma podemos aprender qué cosas les gustan y cómo podemos
hacer las cosas de forma diferente para ajustarnos, si es posible, a sus
preferencias. Al abordar a los compañeros debemos asegurarnos de hacer las
preguntas correctas. Por ejemplo en lugar de preguntar por qué piensa que el
jefe me interrumpe constantemente cuando hablo preguntar al compañero cuándo
cómo sabe cuándo debe intervenir o no.
3.-
HABLAR CON EL JEFE.
Si el feedback con el
resto de profesionales no nos da pistas de cómo nuestro comportamiento nos está
perjudicando el siguiente paso consiste en intentar hablar con nuestro jefe
sobre el problema. Debemos enfocar la conversación con delicadeza planteando
nuestras preguntas de forma positiva, como por ejemplo: ¿Cómo podría ayudarte
mejor a alcanzar las metas?, en lugar de ¿Qué estoy haciendo mal?. Debemos
procurar que parezca que estamos pidiendo consejo.
Si tenemos suerte el
jefe reconocerá nuestro deseo de un mayor compromiso y nos señalará las áreas
en las que podemos mejorar sentando las bases para una relación más cercana. Si
nos rechaza será una señal de que el problema no somos nosotros y necesitaremos
plantear qué estrategia podemos seguir.
Una posibilidad es
intentar mantener una conversación en un lugar informal en el que no nos vayan
a interrumpir, por ejemplo invitarle a comer para tratar aspectos del trabajo y
aprovechar para expresar nuestro descontento ante la situación, ya que puede
ser que el jefe ni siquiera sea consciente del grado de malestar que estamos
sintiendo.
Si finalmente vemos que
no podemos mejorar las cosas ni cambiando nuestro comportamiento ni intentado
abrir líneas de comunicación y si nuestros compañeros sienten lo mismo se puede
procurar hablar con los responsables de recursos humanos, aportando datos
objetivos, para que conozcan la situación.
Si todo lo anterior
fracasa se puede intentar mantener el mínimo contacto con el jefe a la espera
de que éste abandone el puesto de
trabajo, pero esta estrategia se puede utilizar durante un tiempo limitado pues
puede tener efectos nocivos para nuestra salud o buscar un nuevo trabajo.
Hace tiempo aprendí que a los Jefes hay que intentar quererlos, que bastante desgracia tienen con ser nuestros Jefes
ResponderEliminarSe lo he dicho a más de uno en alguna ocasión.
Los jefes que actúan como bullies rara vez dejan huellas que se puedan objetivar y suelen interpretar las muestras de empatia como síntoma de debilidad por nuestra parte.
ResponderEliminarCambiar de trabajo no puede ser la mejor solución en el siglo XXI, si el cargo es público.