James M. Kouzes y Barry Z. Posner en su libro “Learning leadership. The five fundamentals of becoming an exemplary leader”, que estamos comentando, plantean 5 fundamentos que tenemos que tener en cuenta si queremos convertirnos en un líder ejemplar. El primero de ellos, como hemos visto, es: creer que puedes y el segundo es:
II.- ASPIRAR A LA EXCELENCIA
Si queremos ser el mejor líder que podamos ser
debemos tener claros cuáles son los principales valores y creencias que guían
nuestras decisiones y acciones. Tenemos que determinar qué es lo que más nos
importa y averiguar la razón por la que es tan importante para nosotros.
Nuestra motivación debe ser intrínseca y no instrumental. Los líderes que
alcanzan un mejor desempeño no se centran en hacerse ricos, obtener una
promoción o ser famosos. Quieren liderar porque se preocupan profundamente por
la misión y las personas a las que sirven.
Éste es un primer paso pero no podemos olvidar
que el liderazgo no se refiere sólo al líder y a sus valores y visión, sino que
lo fundamental es ayudar a que los demás sean conscientes de cuáles son las
suyas. Los líderes ejemplares y sus profesionales están al servicio de un
propósito que transciende los propósitos individuales. El éxito de un líder va
ligado al éxito de sus colaboradores.
Loa autores proponen, pues, que para aspirar a la excelencia y ser
líderes ejemplares tenemos que tener en cuenta que:
1.- DEBEMOS SER CONSCIENTES DE LO QUE ES IMPORTANTE PARA NOSOTROS. Sólo podremos ser los autores de nuestra propia historia si tenemos
claros los principios que creemos nos deben guiar en todas las facetas de
nuestra vida, tanto profesional como personal. Si queremos ser líderes tenemos
que recordar que la primera persona que nos tiene que seguir somos nosotros
mismos.
Las personas que no tienen claras sus creencias
se muestran más proclives a cambiar su posición dependiendo de las modas. Sin
unas creencias principales bien asentadas y por tanto con opiniones temporales
o cambiantes los líderes son
considerados inconsistentes y no transmiten confianza ya que se interpreta que su comportamiento responde a sus
intereses y por lo tanto no generan compromiso. Aprender a ser el mejor líder
posible requiere que tengamos claro qué es lo que valoramos y qué es lo que nos
importa tanto como para estar dispuestos a sacrificarnos, si es necesario, para
asegurarnos de que es lo correcto, que funciona, que es justo, seguro y
sostenible.
Los valores fundamentales y las creencias
representan el núcleo de lo que somos. Influyen en todos los aspectos de
nuestras vidas, como por ejemplo en nuestros juicios morales, en la selección
de personas en las que confiamos, en los llamamientos a los que respondemos o a
la forma en que invertimos nuestro tiempo y dinero. Los valores nos ayudan a determinar
qué hacer y qué no hacer. Numerosos intereses distintos compiten entre sí para
lograr nuestra atención, aprobación y
dedicación, pero antes de escuchar a esas llamadas debemos escuchar a la voz
interior que nos dice lo que es verdaderamente importante para nosotros. Sólo
entonces sabremos cuando decir sí y cuando decir no. Los líderes más admirados
son aquellos que tienen creencias sólidas sobre los principios fundamentales,
un compromiso indestructible con una serie de valores y muestran una gran
pasión por las causas que defienden.
Distintas
investigaciones sugieren que existen hasta 125 valores que las personas pueden tener.
Evidentemente no nos podemos comprometer con todos por lo que tenemos que saber
cuáles son los verdaderamente importantes para nosotros. Esta elección no es
fácil pero es necesaria.
Si queremos llegar al tercer estadio de
desarrollo de liderazgo, que comentamos
en la entrada anterior, aquel en el que expresamos nuestra verdadera voz
interior, debemos comprometernos con unas pocas creencias de forma constante
que nos van a definir. Nos van a servir como brújula interna con la que navegar
el curso de nuestra vida diaria.
Las investigaciones de los autores les han
mostrado que las personas que tienen las ideas más claras sobre cuáles son sus
valores personales tienen más posibilidades de hacer realidad sus ambiciones
personales, están más dispuestas al esfuerzo y al trabajo duro, están más
comprometidas con sus organizaciones y se estresan menos en el trabajo. Loa
valores personales claros favorecen la concentración, la motivación, la
creatividad y el compromiso con el trabajo. Las personas que los poseen se
sienten más dispuestas a tomar iniciativas y seguir adelante.
Tener claras cuáles son nuestras creencias
principales no sólo incrementa nuestro compromiso como líderes, sino que tienen
un impacto significativo en el compromiso de los miembros del equipo y de las
personas que los rodean. La evidencia es concluyente: sólo podremos ser
eficaces cuando lideramos de acuerdo con los principios que son fundamentales
para nosotros. En caso contrario los profesionales a nuestro cargo terminarán
detectando que nuestra conducta es falsa.
Nuestros valores ayudan a explicar la razón por
la que preferimos trabajar en unas organizaciones o en otras, seguir un
determinado camino en nuestra carrera profesional o embarcarnos en determinados
proyectos.
Uno de los estudios más reveladores sobre el
impacto de los valores y de las motivaciones internas se llevó a cabo con
10.000 líderes de las Fuerzas Armadas Estadounidenses, analizando su
trayectoria desde que entraron en la Academia de West Point a su graduación y a
su carrera profesional posterior como oficiales. Los investigadores primero
estudiaron los factores que motivaban a los individuos a entrar en la Academia
de West Point. De las razones que daban los cadetes dos destacaban por su
interés:
a).- Motivaciones internas, tales como desarrollo
personal, deseo de servir a su país y la formación en liderazgo que iban a
recibir.
b).- Motivaciones instrumentales, entre las que
destacaban el poder optar a un trabajo mejor, la reputación de West Point o
poder ganar más dinero.
Después de la graduación se observó el desempeño
como líderes de los graduados en un periodo comprendido entre cuatro y diez
años. Encontraron que los que tenían motivaciones internas intrínsecas
obtuvieron un mejor desempeño que aquellos a los que les movían motivaciones
externas y sorprendentemente que aquellos que tenían ambos tipos de
motivaciones obtenían peores resultados como líderes que los que tenían unas
pocas motivaciones internas.
El resultado de esta investigación parece sugerir
que el éxito parece seguir a aquellos que se comprometen y dedican a algo
porque el esfuerzo tiene un valor intrínseco para ellos y no por las recompensas
externas que pueden obtener como resultado.
2.- EL DOMINIO DE LOS LÍDERES ES EL FUTURO. La capacidad de imaginar el futuro es una característica definitoria de
los seres humanos y la habilidad para imaginar un futuro atrayente es una
competencia que define a los líderes. En las encuestas realizadas por los
autores a miles de personas de todos los lugares del mundo en la que
preguntaban qué es lo que éstas esperaban de sus líderes, tras la honestidad,
que era la cualidad más admirada figuraba la capacidad de ver el futuro y de
cómo llegar a él.
El desarrollo de nuestras competencias de
liderazgo requiere dedicar gran cantidad de tiempo a pensar en el futuro,
ordenando nuestras acciones en tiempo real más hacia el futuro en lugar de
limitarnos a responder a las cosas que han ocurrido en el pasado. Ser reactivo
sólo nos conduce hacia atrás para conservar el estatus quo, ser proactivo nos
permite avanzar.
Una pregunta crucial que nos puede ayudar es la siguiente:
¿Qué es mejor que lo que nosotros(o la organización) estamos haciendo ahora o
anticipamos hacer en el futuro?
Estar pendientes del futuro no implica añadir una
tarea nueva a una agenda ya muy sobrecargada ya que el mejor lugar para empezar
a crear el futuro es siendo consciente del presente. En muchas ocasiones no
somos capaces de mirar hacia delante porque estamos en una situación de piloto
automático que no nos permite percibir lo que ocurre a nuestro alrededor y en
la que creemos que ya sabemos todo lo que tenemos que saber, contemplando el
mundo a través de categorías preestablecidas y operando desde un solo punto de
vista. No estamos realmente presentes, nuestro cuerpo puede estar pero nuestra
mente está en otro lugar. Si queremos aumentar nuestra habilidad para concebir
nuevas ideas creativas a los problemas de hoy tenemos que pararnos, mirar y
escuchar. Si queremos ver las cosas que nos rodean debemos estar presentes,
prestar atención y mostrar curiosidad.
Los mejores líderes son aquellos que son agudos
observadores de la condición humana y para ello procuran mirar lo familiar de
forma novedosa, buscando diferencias, patrones, distintas perspectivas y
necesidades no cubiertas. También, escuchan para percibir las señales débiles,
lo que no se dice. Escuchan a las personas que no son como ellos y buscan
escuchar cosas que no han oído antes.
Si nos paramos, miramos y escuchamos nos
sorprenderemos al ser conscientes de la cantidad de posibilidades que nos
rodean. Los líderes con frecuencia encuentran su camino hacia el futuro porque
tienden a ser inquietos y a no sentirse satisfechos con el estatus quo, que les
lleva a que, independientemente de lo bien que les esté yendo, creen que les
puede ir mejor y procuran arreglar las cosas antes de que se rompan.
Convertirse en un líder ejemplar supone cambiar
fundamentalmente quiénes somos ya que se espera que seamos modelos de los
valores de la organización que lideramos, que seamos capaces de imaginar
atrayentes posibilidades futuras y comunicarlas, que nos sintamos cómodos con
la incertidumbre, fomentemos la experimentación y aprendamos de las
experiencias, que construyamos relaciones, generemos compromiso, colaboración y
confianza y que reconozcamos las contribuciones y celebremos los éxitos de
nuestro equipo.
3.- SIN SEGUIDORES NO HAY LÍDERES. El liderazgo es
una relación entre aquellos que aspiran a liderar y aquellos que eligen
seguirles. Los líderes deben ser conscientes de que sólo pueden alcanzar el
éxito si logran que el resto de profesionales de su organización tengan a su
vez éxito y logren cumplir sus objetivos satisfactoriamente. Las personas no
les van a seguir si el mensaje que transmiten es: “Espero que me ayudes a triunfar”.
Les seguirán si les dicen: “Estoy aquí para ayudar a conseguir que todos
triunfemos al servicio de una causa común”.
Reconocer que el liderazgo no existe si no se
tienen seguidores es un acto de humildad. Es un recordatorio de que el
liderazgo supone lograr una misión y valores compartidos y conseguir que todos
los profesionales a nuestro cargo se alineen con un propósito común.
Para ello:
a).- Tenemos que ver lo que los demás ven. Aunque tenemos que tener claros nuestra visión y valores debemos estar
atentos a los de los que nos rodean. Si no podemos encontrar la forma de
alinear los nuestros y los de los demás no seremos capaces de hallar un
propósito común. A nadie le gusta que le digan: “Hacia allí es hacia dónde nos dirigimos,
así que ya te puedes embarcar”. Necesitan que se les escuche lo que tengan que
decir y saber lo que implica para ellos el seguirnos y qué beneficios pueden
obtener de ello.
Si queremos llegar a ser líderes excelentes
tenemos, pues, que conocer en profundidad lo que nuestros colaboradores
necesitan y desean. Tenemos que entender sus esperanzas, sus sueños, sus
necesidades y sus intereses.
b).- Tenemos que conectar con los demás. El tipo de
comunicación necesaria para incorporar a
los demás a un propósito común requiere comprender a los demás a un nivel más
profundo del que normalmente encontramos cómodo a través de la escucha activa.
Escuchar realmente va más allá de prestar atención a las palabras, significa captar lo que no se dice, ser capaz de leer
entre líneas, percibir lo que hace sonreír al otro o le enfada, saber a qué
dedican su tiempo,…
El liderazgo implica establecer una relación que
se debe basar en encontrar terrenos comunes para construir un futuro mejor y
ser conscientes y apreciar lo que moviliza a nuestros colaboradores. No hay que
olvidad que si queremos lograr un compromiso duradero tenemos que plantear un
propósito que sea más trascendente que el económico, que haga que los profesionales sientan que
están marcando una diferencia más allá de ellos mismos.
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