John Maner, profesor de Management en Kellogg School of Management, en hbr. org del pasado 5 de diciembre, plantea que
los buenos jefes oscilan entre dos tipos de liderazgo que se centran en el
prestigio o la dominancia. Estos dos estilos reflejan dos estrategias que los
profesionales utilizan para navegar a través de las jerarquías sociales y
organizacionales. Liderar usando la influencia significa que influimos en los
demás por ser asertivos y equilibrando nuestro poder y autoridad formal.
Liderar a través del prestigio implica que desplegamos nuestro conocimiento y
experiencia y animamos a nuestros colaboradores a que nos sigan. En el primer caso los profesionales
normalmente no tienen más elección que seguir al jefe y en el segundo la
deferencia hacia el líder es más negociable.
Los líderes dominantes alcanzan sus metas afianzando
su rol como jefes, incentivando a las personas con bonos y promociones y
coaccionando a los profesionales con amenazas de castigos. En las reuniones
llevan la voz cantante y pueden llegar a bajar el volumen de su voz como forma
de intimidar a los demás. Este tipo de líderes ansían el poder porque les
permite tomar decisiones sabiendo que le tienen que seguir. Lideran a través
del miedo.
El
prestigio, por el contrario significa influir en los demás por medio del
despliegue de sabiduría y experiencia y
siendo un ejemplo. Permite influir en los demás hasta en la ausencia de una
autoridad formal. Los líderes que gozan de prestigio disfrutan con el respeto y
la admiración pero no están tan interesados como los dominantes en tener poder
o en salirse siempre con la suya. En muchos casos permiten que sus
colaboradores marquen el rumbo mientras ellos dirigen sutilmente desde la
retaguardia.
Ninguna de estas estrategias es mejor, dependen del
momento. Si queremos ser muy eficaces como líderes debemos ser capaces de
diagnosticar las situaciones y adoptar
el enfoque de liderazgo que se adapte mejor:
1.- DOMINANCIA.
Es más recomendable
cuando el trabajo del líder consiste en alinear a todos rápidamente para actuar
en la misma dirección, como por ejemplo en tiempos de crisis o ante una fecha de entrega muy cercana. Estas situaciones
demandan con frecuencia que el líder tome fuertes decisiones ejecutivas sin preocuparse
demasiado si alguien se siente molesto. También funciona bien en culturas
organizacionales marcadas por una cadena clara de mando en la que se espera que
los líderes den las órdenes y los subordinados las cumplan.
El problema con la dominancia es que a
muchas personas no les gusta que les ordenen hacer algo sin razones. Por este
motivo los líderes dominantes no suelen ser muy queridos y su estilo de
liderazgo puede minar sus relaciones con sus compañeros. En una investigación
realizada por el autor y sus colaboradores han encontrado, también, que los líderes
dominantes son amenazados con facilidad por
miembros del equipo con talento que pueden estar en una posición de brillar más
que el líder o de desbancarle. Por esta razón cuando surge una estrella
emergente en el equipo pueden tratar de
suprimir a la persona a través del ostracismo, del seguimiento permanente para
evitar cualquier tipo de desviación y evitando que formen relaciones y alianzas
con otros miembros del equipo.
Para liderar con eficacia deben intentar
mantener a raya a sus egos y vencer las dificultades derivadas de su liderazgo
dominante que impiden que mantengan una buena relación con sus colaboradores. También
deben intentar ver el mundo desde los ojos de los demás, para a través de
contemplar las distintas perspectivas
entender qué es lo que motiva a sus profesionales y ser conscientes de cómo se
sienten al no ser valorados.
2.- PRESTIGIO.
Esta
estrategia funciona bien si el líder trata de desarrollar a sus colaboradores.
El líder va a contribuir facilitando contribuciones esenciales para generar
ideas y en el proceso de toma de decisiones pero al mismo tiempo escuchan a los
demás e incorporan sus opiniones. La escucha es tan importante como el hablar
para estos líderes. De esta forma son capaces de crear un entorno de seguridad
en que los miembros del equipo sienten que son respetados y con libertad para
innovar y generar soluciones creativas. En este sentido liderar a través del
prestigio con frecuencia implica liderar desde atrás.
Es
un liderazgo útil en culturas organizacionales en las que se fomentan
relaciones relativamente igualitarias entre los profesionales y en las que las
personas en todos los niveles de la organización están acostumbradas a que sus
puntos de vista se escuchen y respeten.
Entre
los puntos débiles de este estilo tenemos el hecho de que con frecuencia el
líder se preocupa demasiado de lo que piensen de él lo que le puede llevar a tomar
malas decisiones. Para evitar este problema el líder puede intentar ser más
transparente con respecto a las decisiones complicadas y explicar cómo se ha llegado
a ellas o compensar los efectos de un feedback negativo ofreciendo la
posibilidad de mejora al profesional.
Maquiavelo
escribió: “Las personas se movilizan por dos impulsos principales: amor o miedo”.
Los mejores líderes entienden ambos y utilizan ambas herramientas la dominancia
y el prestigio para poder adaptarse a la variedad de situaciones que se
plantean en el mundo laboral y en las distintas culturas organizacionales.
Madurar como líder supone ser capaz de diagnosticar el tipo de liderazgo que es
necesario en cada momento y desarrollar la estrategia que funcione mejor.
El estilo de liderazgo dominante puede ser el más recomendable en situaciones de crisis, sin embargo liderar a través del miedo ha de tener el límite que marca la propia ética. No olvidemos que los valores son el soporte fundamental de competencias y no deberia ser un problema que determinadas personas demanden argumentos al líder, sino una oportunidad para desarrollar competencias y profundizar en el conocimiento y motivación de las personas a su cargo.
ResponderEliminarUn líder competente sabrá cuándo utilizar este estilo o el otro según las circunstancias y encontrar el momento para mostrar razones.
El hecho de que algunos líderes dominantes se sientan amenazados por las “estrellas emergentes en el equipo” puede poner de relieve un déficit en el desarrollo de sus competencias directivas y que “traten de suprimir a la persona” a través del ostracismo y la discriminación demuestra en mi opinión, una falta de autocontrol del ego y una ética personal impropia de un cargo directivo.
El hecho de que en la mayoría de las organizaciones públicas no existan aún mecanismos organizados de evaluación del desempeño, el escaso desarrollo de las competencias directivas de algunos líderes formales, supone un serio obstáculo para en desarrollo del talento en las organizaciones donde esto sucede. No se ha previsto tampoco algún cauce para que estas supuestas estrellas puedan comunicar su situación y sobrevivir a ella.
Ahora se que el diseño y la puesta en marcha de estos mecanismos es difícil, por la resistencia al cambio de los implicados y los otros obstáculos organizativos, por eso quiero expresar hoy mi agradecimiento a todas aquellas personas que ya llevan tiempo trabajando para hacerlos realidad. Gracias también por todo lo aprendido aquí.
Pido disculpas también por la torpeza de mis comentarios anteriores en esta página, propios de quien entra de lleno en aquello que le apasiona aún sin conocerlo bien, por suerte las competencias también se pueden cultivar y perfeccionar con la actitud adecuada.
No haré más comentarios hasta terminar la formación que he comenzado este año.
Mis mejores deseos para todos en estas fiestas de Navidad y en el 2017, sin duda un año de cambios a mejor.