Ryan Holiday en su libro “Ego is the enemy. The fight to master our greatest opponent”, que estamos comentando, ofrece una reflexión práctica sobre la naturaleza y peligros del ego y propone, para evitar su efecto nocivo: Ser humildes en nuestras aspiraciones, ser amables en nuestros éxitos y ser resilientes ante nuestros fallos.
I.- ASPIRAR (cont)
Cuando nos preparamos para hacer
algo nuevo comenzamos un camino que con frecuencia no llega a buen destino por
causa de nuestro ego. Nos convencemos con historias fantásticas, creemos que
tenemos todo dominado y de repente nos encontramos con el fracaso, sin saber que
esos son síntomas de nuestro ego y que la cura para ello está en la humildad y
en ser realistas.
Holiday sugiere, para
contrarrestar estos síntomas que:
A).- SIEMPRE SEAMOS ESTUDIANTES. El poder de ser estudiante radica
no sólo en que es un periodo extendido de instrucción, sino que frena el ego y
la ambición. Produce una especie de
techo al ego ya que tenemos que aceptar que no somos mejores que nuestros
“maestros”. No nos gusta pensar que alguien es mejor que nosotros o que todavía
tenemos mucho que aprender. Queremos sentir que sabemos de todo, pero la
pretensión de conocimiento es uno de nuestros vicios más peligrosos porque
evita que mejoremos.
Frank Shamrock, campeón de artes marciales, tiene un sistema
para entrenar a los luchadores que consiste en que cada luchador para
convertirse en campeón debe contar con alguien mejor de quien aprender, alguien
peor al que enseñar y un igual con el que retarse. El propósito de este método
es sencillo: obtener un feedback real y continuo de lo que saben y no saben
desde cualquier ángulo posible.
Si queremos llegar a ser grandes y
mantenernos en alguna faceta debemos interiorizar sus fundamentos y lo que les
rodea sin estancarnos en el tiempo. Debemos estar siempre aprendiendo y
convertirnos en nuestros propios profesores, tutores y críticos. Un verdadero
estudiante es como una esponja que absorbe lo que le rodea, lo filtra y aprende.
Un estudiante bueno es autocrítico y se automotiva, intentando siempre mejorar
su conocimiento de un tema para poder pasar al siguiente y asumir nuevos retos.
Es también, su propio maestro y crítico no dejando sitio para que el ego actúe.
Epícteto decía:” Es imposible
aprender aquello que pensamos que ya sabemos”. No podemos aprender si no somos
conscientes de que realmente no sabemos. No encontraremos las respuestas si
somos demasiado orgullosos para hacer preguntas. No podemos mejorar si pensamos
que ya somos los mejores.
Dominar el arte de recibir
feedback es una habilidad crucial en nuestras vidas, especialmente cuando éste
es crítico, pero hay que buscarlos especialmente cuando todos los que nos
rodean nos están diciendo que lo estamos haciendo muy bien. El ego va a
intentar evitar este tipo de feedback a toda costa.
El ego tampoco facilita la
incubación necesaria. Para llegar a convertirnos en lo que esperamos
llegar a ser tendremos, con frecuencia,
que superar largos periodos de oscuridad, de sentarnos y pelearnos con algún
tema o paradoja. La humildad es la que nos sostienen en esos momentos,
preocupada porque no conocemos suficiente y que tenemos que continuar
estudiando. El ego, por el contrario, tiene prisa, racionaliza que la paciencia
es para perdedores 8 interpretándola equivocadamente como una debilidad) y
asume que teneos los talentos suficientes para demostrar al mundo.
La mayoría de los “maestros” con
los que nos vamos a encontrar van a ofrecer su apoyo de forma gratuita y desinteresada.
Con frecuencia se ofrecen porque recuerdan que los también fueron jóvenes y
tenían las mismas ilusiones que nosotros. Muchos ni siquiera son conscientes de
que nos están enseñando pero con su conducta están actuando como ejemplo o son
figuras históricas cuyas lecciones sobreviven en los libros y ensayos.
No hay que olvidar este antiguo
proverbio: “Cuando el estudiante está preparado, el “maestro” aparece”.
B).- NO SEAMOS EXCESIVAMENTE APASIONADOS E IMPULSIVOS. Debemos controlar el deseo imperioso
e indestructible de comenzar algo o intentar alcanzar una meta vaga, muy
ambiciosa y distante. Un exceso de celo puede enmascarar debilidades. El
frenesí, la actitud impulsiva e impetuosa son pobres sustitutos de la
disciplina, la maestría, la fuerza, el propósito o la perseverancia. Lo que los
humanos necesitamos para progresar es un propósito y una actitud realista que
va a permitir ver las cosas con desapego y perspectiva. Cuando somos jóvenes o
cuando la causa que defendemos lo es sentimos tan intensamente y
apasionadamente que parece que sería equivocado actuar con lentitud. Pero esto
es sólo una muestra de nuestra impaciencia y de nuestra incapacidad de que
agotándonos no va a servir para que terminemos antes el viaje y logremos
nuestro objetivo.
La pasión se refiere a algo:
siento pasión por….., mientras que el propósito se refiere a un para: Debo
hacer …., estoy dispuesto a soportar por……,. El propósito busca conseguir algo
externo a nosotros mismos, que sea transcendente. Goethe decía: “las grandes
pasiones son enfermedades sin esperanza”. El trabajo que debemos realizar
requiere deliberación y consideración si queremos controlar al ego.
C).- AYUDEMOS A LOS DEMÁS PARA AYUDARNOS A NOSOTROS. No tenemos que considerar que
dedicar tiempo a apoyar a los demás es una actitud servicial y degradante.
Podemos hacerlo a través de, por ejemplo:
1.- Facilitar ideas a nuestro
jefe.
2.- Ayudar a que los profesionales
se conozcan y puedan relacionarse entre sí.
3.- Descubrir lo que nadie quiere
hacer y hacerlo.
4.- Identificar ineficiencias para
que se puedan liberar recursos para nuevas áreas.
5.- Producir más que el resto de
compañeros y compartir nuestras ideas con todos.
En otras palabras supone descubrir
oportunidades para promover la creatividad de los que nos rodean, buscar
oportunidades para la colaboración entre ellos y eliminar distracciones que
pueden frenar su progreso.
D).- MANTENGAMOS EL AUTOCONTROL. Nuestro camino, independientemente
de cuáles sean nuestras aspiraciones, estará de alguna manera definido por la
cantidad de tonterías con las que nos tocará convivir y que harán que mantener
el autocontrol sea difícil. Enfadarnos,
dejar que las emociones nos dominen y perder el control en esas situaciones
es una receta segura para el fracaso.
Independientemente del talento que
poseamos, de las relaciones que tengamos y del dinero que poseamos si queremos
hacer algo grande e importante que tenga un sentido seremos sometidos a un
tratamiento que podrá ir desde la indiferencia al sabotaje.
En este escenario el ego es lo
contrario de lo que es necesario y tenemos que reaccionar pensando que no nos
degrada a nosotros el hecho de que los demás nos traten mal sino que les
degrada a los que actúan de esa forma. Ignorar los comentarios y
comportamientos que consideramos son injustos es una habilidad complicada pero
crítica si queremos que nuestra respuesta sea adecuada. Muchas veces no lo
lograremos pero siempre debemos intentarlo.
E).- NO NOS CENTREMOS EXCESIVAMENTE EN DARLES VUELTAS A NUESTROS
PROPIOS PENSAMIENTOS. Tenemos que evitar vivir en
situaciones ficticias para centrarnos en lo que es real y para ello debemos
actuar y no sólo pensar en lo que queremos o podríamos hacer.
George Mc Clellan, general en la
Guerra Civil Americana, es un ejemplo perfecto de la inacción. Fue seleccionado
para dirigir las fuerzas de la Unión porque parecía reunir todos los requisitos
de lo que un gran general debe ser: graduado en West Point, con experiencia en
batallas anteriores, estudiante de historia, de porte majestuoso y amado por
sus hombres. Pero resultó ser, probablemente, el peor general de la Unión, de
entre una caterva de generales incompetentes y arrogantes. Su problema era que
pensaba demasiado y estaba enamorado de su visión de él mismo como general de
un gran ejército. Estaba continuamente pensando en él mismo y en lo bien que lo
estaba haciendo, felicitándose por victorias que todavía no había conseguido y por las horribles derrotas que había evitado
para su causa. Cuando incluso sus superiores cuestionaban esta ficción
reaccionaba de forma petulante, sin aceptar ninguna observación o consejo.
Perdió muchas oportunidades con el resultado de miles de víctimas entre sus
tropas y su fracaso fue absoluto. Como un historiador que luchó bajo sus
órdenes refería: “su egocentrismo era colosal” y aunque tendemos a equiparar
ego con la confianza necesaria para mandar, en el caso de Mc Clellan neutralizó
su capacidad de liderar, le robó la habilidad de ser consciente de que debería
actuar y no sólo pensar.
Las personas que tienen éxito lo
que hacen es ignorar las tentaciones que pueden hacer que se sientan
importantes o alterar su perspectiva. Todos somos susceptibles a caer en esta
situación, especialmente las personas muy creativas pueden perder el hilo que
nos guía y dejar que la imaginación fluya sin freno. Es necesario controlar
nuestras percepciones y vivir en el presente y en la realidad.
F).- TENGAMOS EN CUENTA EL PELIGRO DEL ORGULLO. Éste supone una distracción aunque
tenga su fundamento. Cyril Conelly dijo esta famosa frase: “ A aquellos a
quienes los dioses quieren destruir les llaman primero prometedores”.
El orgullo bloquea el principal
instrumento que necesitamos controlar para llegar a tener éxito: nuestra mente.
Nuestra habilidad de aprender, de construir relaciones, de ser flexibles, de
adaptación se ve entorpecida por el orgullo. Lo más peligroso es que esto suele
ocurrir en los inicios de nuestra vida profesional cuando estamos llenos de la
arrogancia del principiante.
El orgullo hace que un logro menor
se convierta en algo grande, con lo que nos jactamos de nuestra inteligencia y
genio y desde el principio crea una brecha entre la persona y la realidad,
sutilmente cambiando las percepciones de lo que las cosas son o no son lo que
nos conduce a engaños o falsas ilusiones.
John D. Rockerfeller cuando era
joven mantenía todas las noches una conversación con sí mismo en la que se preguntaba si iba a ser un
tonto, si iba a dejar que el dinero se le subiese a la cabeza y recordaba que
debía mantener los ojos abiertos para no perder
el equilibrio. El “Principito” de Saint Exupéry hacía la misma
observación lamentándose de que “los hombres vanos lo único que escuchan son
halagos”.
Por tanto, debemos procurar estar
dispuestos a recibir feedback y a seguir aprendiendo siempre. Gengis Khan
recomendaba a sus hijos y generales que se tragasen su orgullo porque si no no
podrían liderar. Tenemos que intentar protegernos de las personas que siempre
nos hacen sentir bien o demasiado bien, porque nunca emiten ningún tipo de
crítica o recomendación. Debemos estar alerta ante la aparición del orgullo
para procurar eliminarlo en cuanto aparezca o él matará nuestras aspiraciones.
Las preguntas que debemos hacernos
cuando nos sintamos demasiado vanos y orgullosos son: ¿ Qué es lo que me estoy
perdiendo y no estoy viendo ahora que una persona más humilde es capaz de ver?,
¿ Qué es lo que estoy evitando, o de qué estoy huyendo con mi jactancia, orgullo
y percepción adornada de mis virtudes?
G).- TRABAJEMOS, TRABAJEMOS Y TRABAJEMOS. La distinción entre ser un
diletante y un profesional se produce cuando aceptamos que tener una idea no es
suficiente y que tenemos que trabajar hasta que seamos capaces de recrear la
experiencia adecuadamente. Henry Ford decía: “no puedes construir una reputación
basándote exclusivamente en lo que va s a hacer”. Todas las cosas requieren un
trabajo y éste puede ser complicado. El esfuerzo debe ser continuo y tendrá sus
frutos siempre que tengamos la humildad
de ser pacientes y la fortaleza para llevarlo a cabo.
El ego se queja en estas
situaciones porque nos va a decir que la necesidad del esfuerzo continuo supone
que no tenemos ya todos los conocimientos y destrezas necesarios. El ego quiere
que nuestras ideas y el hecho de que aspiremos a hacer algo con ellas sea
suficiente y a dedicarse sólo a aquellas
actividades que puedan ser reconocidas y que les ocasione créditos o gloria.
Cada vez que nos dediquemos a hacer algo debemos recordar que estamos, a lo
mejor, retrasando una gratificación al hacerlo pero que estamos haciendo una
inversión en nosotros en lugar de en nuestro ego.
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