Timothy R. Clark en su libro “Leading with Competence and Character. Moving beyond title, position and authority”, plantea que hay que desenmascarar el falso concepto de que el liderazgo sólo está relacionado con el título, la posición y la autoridad, sino que para llegar a ser un mejor líder es necesaria una profunda introspección y un auto descubrimiento nacido del deseo de marcar una diferencia en el mundo.
El fundamento en el que
se va a construir se basa en dos aspectos: el
carácter y la competencia. Los grandes líderes se construyen desde dentro,
para lo cual hay que comenzar con el carácter que se va a apoyar en cuatro
pilares: integridad, humildad,
responsabilidad y coraje y en la competencia
que se va a centrar en el aprendizaje,
cambio, juicio y visión.
Existen una serie de
teorías que inducen al error sobre el liderazgo que son:
1.- El liderazgo se
fundamenta en el carisma. Si tienes un magnetismo personal y estilo eres un
líder.
2.- El liderazgo se
basa en la elocuencia. Si tienes la facilidad de expresión de Churchill eres un
líder.
3.- El liderazgo se
asienta en el poder. Si eres un alto ejecutivo o un general eres un líder.
4.- El liderazgo se
apoya en la antigüedad. Si has sobrevivido a todos los demás eres un líder.
5.- El liderazgo se
basa en el día a día. Si trabajas en relación con los asuntos importantes
cotidianos eres un líder.
6.- El liderazgo tiene
que ver con la popularidad. Si todos te quieren eres un líder.
7.- El liderazgo
implica fama. Si eres conocido eres un líder.
8.- El liderazgo
significa ganar. Si has derrotado a tus oponentes eres un líder.
9.- El liderazgo se
apoya en las riquezas materiales. Si tienes dinero eres un líder.
10.- El liderazgo se
relaciona con la educación. Si tienes un título superior y las credenciales
adecuadas eres un líder.
Clark ha encuestado a
miles de profesionales en todo el mundo y les ha hecho la siguiente pregunta:
“¿Qué palabra es la que capta mejor la esencia del liderazgo?”. La respuesta ha
sido influencia. Pero no cualquier tipo de influencia sino la
que está dirigida a conseguir algo bueno y noble. La forma de generar este tipo
de influencia se basa en ejercer de modelo.
Los humanos somos
animales sociales y nos influimos continuamente unos a otros. Si interactuamos
con los demás les influimos y ellos nos influyen. Hasta nuestra ausencia puede
influir. La pregunta que tenemos que hacernos es: “¿Cómo vamos a influir y con
qué finalidad?”
Si consideramos la
influencia en un amplio espectro tenemos que un aspecto es el de la
manipulación: utilizar la influencia para obtener ventajas personales. Puede
tener un fin aceptable como en el caso de una madre que alterna en la comida
que le da a un bebé algo dulce y un puré de verduras, por ejemplo o puede ser
destructiva. Otro extremos del espectro es el de la coacción por el que
forzamos a los demás para obtener nuestro objetivos. Mientras la manipulación
se basa en utilizar medios sutiles la coacción se fundamenta en el uso de la
fuerza bruta. Si tratamos de influir en los demás a través de la manipulación o
coacción estaremos abandonado las formas legítimas de influencia y no estaremos
liderando.
En un punto medio del
espectro nos encontramos con la persuasión que se basa en el carácter y en la
competencia, que hacen que no sean necesarias ñas amenazas, las intimidaciones,
el miedo o las traiciones.
Las personas percibimos
los patrones de influencia de los demás rápidamente. Si tenemos un nuevo jefe,
profesor o amigo les observamos y buscamos sus patrones de influencia y aplicamos
analíticas predictivas basadas en lo que vemos. Intuitivamente realizamos un análisis
de confianza y respondemos a él. Si interpretamos que existen patrones de
manipulación o coacción espontáneamente
nos alejamos y nos centramos en cómo gestionar los riesgos, la auto-preservación y en evitar
daños. Si, por el contrario, esa persona
promueve patrones de seguridad a través de la persuasión respondemos con
compromiso, confianza y una mayor productividad. No confiamos en el poder, nos apoyamos en el
poder de la confianza.
Si queremos ser mejores
líderes necesitamos tanto el carácter como la competencia: el primero para
influir positivamente y el segundo para influir con eficacia. Son necesarios
ambos. El poseer uno de e no cancela la necesidad del otro o compensa por su
ausencia. Los líderes no toman decisiones basándose en el carácter o en la competencia,
necesitan los dos. Por ejemplo, el juicio es una combinación de integridad y
conocimiento, la productividad es una mezcla de disciplina y habilidades, la colaboración
combina la humildad y la comunicación.
El carácter es el
núcleo, representa lo que realmente somos y lo que defendemos. Representa una medida básica de nuestros principios
morales y del grado en que somos capaces de gobernarnos a nosotros mismos basándonos
en nuestros valores y principios éticos. No tiene nada que ver con la
experiencia técnica, con el carisma, con la estrategia o con una serie de
estratégicas técnicas y profesionales. Ese otro tipo de habilidades. Conocimientos
y experiencia se relacionan más con la competencia.
El
carácter tiene que ver con qué y cómo pensamos y nos comportamos y con cómo nos
tratamos a nosotros mismos y a los demás. Fluye desde el corazón. Convertirnos
en buenos líderes requiere un trabajo realizado con honestidad y el esfuerzo
social, moral, intelectual y emocional. Es un proceso sencillo, pero no fácil
de acometer.
Clark
plantea que un modelo de liderazgo basado en el carácter y en la competencia
produce 4 tipos de líderes que no tienen nada que ver con el título, la
posición o la autoridad, sino que describen cómo un líder siente, piensa y se
comporta. Estos son:
1.- GRANDES LÍDERES (ALTO CARÁCTER
Y ALTA COMPETENCIA)
Si
presentamos altos niveles en los dos aspectos tenemos la oportunidad de marcar una
diferencia positiva y sustancial en las vidas de los que nos rodean a través de
nuestra influencia y esta debe ser nuestra meta.
Este
tipo de líderes es el que la sociedad necesita para avanzar positivamente.
2.- LÍDERES INEFICACES (ALTO
CARÁCTER Y BAJA COMPETENCIA)
Un
líder ineficaz es aquel que aunque tiene un carácter recto carece de las
competencias para serlo. El patrón más frecuente de este tipo de líderes es el
de la falta de fuerza más que el de una carencia de intelecto. Los líderes de
este tipo tienen una tendencia clara a procrastinar. Sea por miedo, incomodidad
o por holgazanería evitan el esfuerzo y rechazan a abandonar sus zonas de
confort.
Podemos
confiar en este tipo de líderes a título personal pero no profesional. Pueden
ser nuestros amigos y podemos sentir un gran afecto por ellos pero no podemos
confiar en que nos vayan a liderar de forma eficaz, especialmente en un mundo
tan volátil y cambiante como el actual. No nos podemos arriesgar.
3.- LÍDERES FALLIDOS (BAJO CARÁCTER
Y BAJA COMPETENCIA)
Se
caracterizan por su bajo sentido de responsabilidad. En lugar de reflexionar
sobre su desempeño en términos de humildad y apertura ignoran el feedback y no
asumen su responsabilidad personal. Esta es la causa raíz de sus fracasos. No son
capaces de retrasar sus gratificaciones inmediatas,
de reconocer el valor de sus colaboradores o de respetar los principios del
trabajo basado en el esfuerzo y en los logros ganados por el mismo. Sólo tienen
una convicción: el sentido de su propia importancia.
Con
frecuencia llegan a posiciones de liderazgo a través de los halagos y del
intercambio de favores. Son impostores, que no tienen un propósito más allá de
sí mismos, que defienden los privilegios basados en su puesto y conexiones
porque no pueden reclamar un liderazgo que se centre en sus méritos. Son
fariseos dedicados exclusivamente a su imagen y apariencia.
4.- LÍDERES PELIGROSOS (BAJO CARÁCTER
Y ALTA COMPETENCIA)
Son
aquellos que combinan la inteligencia con un carácter deshonesto. Son personas
listas, muy ambiciosas y de moral dudosa, que son capaces de abandonar la integridad por
dinero u otros logros personales y están obsesionadas en maximizar sus beneficios
y ganancias personales.
No
creen en nadie nada más que en sí mismos por lo que ejercen su influencia a
través de la coacción y la manipulación y utilizan a las personas en lugar de
servirlas debido a su espíritu mercenario.
Los
líderes que no creen en nada suelen acabar, por tanto, estando excesivamente
centrados en sí mismos y dedican su vida a perseguir sus intereses personales,
pudiendo convertirse en un peligro para los que les rodean. Algunos se
convierten en chacales humanos.
Muchos
de los líderes que podemos analizar en la historia de la humanidad pertenecen a
este grupo. Han sido grandes tiranos que han utilizado ideas grandilocuentes
para atraer a las personas bajo su hechizo utilizando el lado oscuro del
carisma.
Cuando
un líder tiene una alta capacidad y la dirige hacia fines oscuros, egoístas o
triviales las personas y el desempeño sufren. El magnate Warren Buffet dice: “Cuando
buscamos personas para contratar nos fijamos en tres cualidades: integridad,
inteligencia y energía y si seleccionamos a alguien que no tenga la primera las
otras dos acabarán con nosotros”.
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