Alice Boyes en hbr.org
del pasado 25 de febrero plantea que con frecuencia nos encontramos dando
vueltas mentalmente una y otra vez a situaciones en las que, por ejemplo, desearíamos haber actuado de forma diferente o
en las que hubiésemos querido no decir algo o en las que habríamos tenido que
defender nuestras ideas y no callar. Pensar en exceso de esta forma se llama
rumiación. Mientras nos preocupamos por lo que pueda ocurrir en el futuro
rumiamos sobre los eventos que ya han pasado. Una reacción de este tipo ante un
hecho con frecuencia desencadena memorias de situaciones similares en el pasado
y un foco improductivo centrado en pensar en la distancia que existe entre
nuestro yo real y el ideal y empezamos a reprendernos a nosotros mismos por no
ser más organizados, ambiciosos, disciplinados, carismáticos, etc.
La rumiación,
caracterizada, pues, por los
pensamientos obsesivos no es sólo molesta sino que está muy ligada a la
ansiedad, depresión y pobre capacidad para resolver problemas.
La autora propone para
conseguir solucionar este fenómeno las siguientes recomendaciones:
1.-
Identificar los factores que intervienen
con más frecuencia en su aparición. No podemos reprimir la
rumiación si no somos conscientes de que hemos caído en ella por lo que es
importante saber detectar cuáles son los desencadenantes más usuales en nuestro
caso en el pasado. Éstos pueden ser, por ejemplo el tener que colaborar con
personas que no tienen mi confianza, sentirme rodeado de personas que considero
que son más inteligentes o ambiciosas que yo, avanzar en mi carrera profesional
o tener que tomar decisiones financieras importantes.
Debemos, también, si
nuestra rumiación está dirigida a culparnos a nosotros o a los demás.
2.-
Tomar una distancia psicológica entre nosotros y las cosas sobre las que
rumiamos. Una forma de hacerlo consiste en etiquetar todo lo
que ocurre en nuestra mente como pensamientos y sentimientos y, por ejemplo, en
lugar de decir: “Soy inadecuado” decir “Siento como si fuese inadecuado” o “Ya
está mi mente rumiante en acción otra vez”.
Reconocer el absurdo de
algunas de nuestras reacciones puede servirnos para tomarlas menos en serio.
3.-
Distinguir entre rumiación y solución de problemas.
Ocasionalmente mientras rumiamos podemos tener una idea útil pero en la mayor
parte de los casos consiste en un proceso de evitación y cuanto más rumiamos
menos eficaces somos a la hora de resolver problemas ya que o no pensamos en
soluciones o no lo hacemos con la suficiente rapidez ya que nos centramos en
dar vueltas a nuestros pensamientos obsesivos. Para pasar de este estado al de
mejora debemos preguntarnos “Cuál es la mejor elección que tengo dada la
realidad de la situación?
4.-
Entrenar a nuestra mente para que no entre en un círculo vicioso.
Tan pronto como percibamos que comenzamos a rumiar debemos intentar distraernos
durante unos minutos con alguna actividad que sea corta pero mentalmente
absorbente y no muy complicada. Esta actividad debe requerir concentración. En
algunas ocasiones basta con volver a centrarnos en lo que estábamos haciendo.
La actividad física (correr o andar, por ejemplo) también puede
serenar una mente con tendencia a la rumiación. La meditación o el yoga ayudan
para protegernos ante pensamientos reiterativos y para aprender a no darles
demasiada importancia. Este tipo de prácticas son útiles para detectar cuándo
nuestra mente se ha desviado hacia el pasado o el futuro y hacen que retorne a
lo que está pasando en el presente.
5.-
Controlar nuestros errores de pensamiento. En ocasiones la
rumiación se desencadena por errores cognitivos. El problema surge porque no
somos buenos detectores del pensamiento distorsionado cuando rumiamos porque
empaña nuestro pensamiento. La solución estriba en identificar cuáles son
nuestros principales errores de pensamiento en situaciones de calma para que
seamos capaces de reconocerlos ante unas emociones desbordadas.
Entre los errores más
frecuentes tenemos las malinterpretaciones de los mensajes que recibimos, marcar
unas expectativas demasiado elevadas o confundir las expectativas que los demás
tienen sobre nosotros o hacer una montaña de algo sin importancia. Si estamos
rumiando sobre el comportamiento de otra persona y atribuyendo una causa a esa
conducta al menos debemos incorporar la idea de que nuestra explicación puede
ser equivocada y tratar de aceptar de
que a lo mejor nunca sabremos la verdad. Reconocer que con frecuencia no
vamos a comprender las razones del comportamiento de los demás es una habilidad
tremendamente importante para reducir la rumiación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario