Larae Quy en SmartBrief on Leadership del pasado 18 de septiembre plantea que experimentar
incertidumbre es distinto de asumir un riesgo. El riesgo implica la
probabilidad conocida de que algo pase o no pase, mientras que la incertidumbre
indica que las probabilidades son desconocidas, por lo que no podemos predecir
los resultados.
La autora propone cinco
maneras para fortalecer nuestra mente y no dejar que la incertidumbre nos
impida actuar. Éstas son:
1.-
APRENDER A SUPERAR EL MIEDO INNATO QUE EL CEREBRO SIENTE ANTE LA INCERTIDUMBRE
Nuestro cerebro está
programado para reaccionar con miedo al enfrentarse ante la incertidumbre. Los neuroeconomistas
explican que al incrementar la incertidumbre en un escenario el cerebro límbico
toma el control del cerebro más reflexivo y al hacerlo engendra emociones tales
como ansiedad o miedo. En la época de las cavernas esta respuesta servía para
mantener a salvo a las personas pero en la época actual interfiere y retrasa
nuestra capacidad de superar la incertidumbre tanto en la vida personal como
laboral.
Por tanto ya que la
incertidumbre hace que nuestro cerebro reflexivo ceda el control al emocional
necesitamos comprometer a nuestro cerebro racional si queremos superar la incertidumbre
del mundo moderno y la ansiedad que genera.
Quy recomienda para ello
que etiquetemos todos los pensamientos de temor que surjan en la situación a la
que nos enfrentamos, ponerlos por escrito y recordar que el miedo procede de
una parte primitiva del cerebro que quiere tomar el control. Aplastar cada
pensamiento atemorizante para poder contemplar la situación de forma racional.
En este punto debemos comenzar a generar pensamientos positivos que nos den
ideas sobre formas de vencer el miedo y seguir avanzando.
2.-
NUNCA CONFUNDIR MEMORIAS CON HECHOS
Podemos superar la
incertidumbre si reconocemos que nuestros recuerdos del pasado no siempre son
exactos. Nuestras memorias pueden ser erróneas pero con frecuencia consideramos
que son más fiables que la información procedente de la observación o los
datos.
Nuestra memoria no
almacena la información de forma tan exacta como nos es presentada, sino que
extraemos la esencia de la experiencia y la almacenamos de la forma en que
tiene más sentido para nosotros. Esta es la razón por la que distintas personas
observando el mismo acontecimiento con frecuencia ofrecen versiones diferentes
del mismo.
Los psicólogos han
observado que una vez que hemos formado una opinión incorporamos la información
que la apoya e ignoramos o rechazamos la que es contraria. El sesgo de la
confirmación sugiere que seleccionamos los datos que nos hacen sentir bien porque
confirman nuestras propias opiniones.
Lo mismo ocurre con
nuestros recuerdos. Si tenemos una creencia autolimitante sobre lo que podemos
hacer nos apoyamos en memorias que confirmen nuestra baja autoestima. Nuestros
recuerdos no siempre son reales y podemos engañarnos si no tenemos cuidado.
Para evitar esto debemos
recordar que nuestros sesgos de confirmación almacena información consistente
con nuestras creencias, valores y autoimagen, reconocer que nuestra memoria en
ocasiones no nos proporciona una información exacta y evaluar los recuerdos
impregnados de creencias autolimitantes para que tengamos perspectivas más
exactas de las situaciones.
3.-
SER CUIDADOSO CON LAS GENERALIZACIONES
Daniel Kahneman describe
cómo podemos pensar rápido utilizando estereotipos lo cual puede ser muy
eficiente, normalmente exacto y esencial para nuestra supervivencia y sobre
todo nos libera para poder pensar en otras cosas.
Pero debemos tener
cuidado porque el pensar rápido puede generar errores en determinadas
situaciones ya que si nuestra mente se apoya tanto en los estereotipos que
recurrimos a ellos aunque desafíen a la lógica necesitamos dar un paso atrás y
reevaluar nuestro sistema de creencias. Es importante que busquemos nueva
información para determinar si corroboran todavía las normas y creencias que
nos han servido en el pasado y que no están marcadas por los prejuicios.
También, debemos
mantenernos alerta ante estereotipos que nos pongan límites a nosotros o a los
demás y estar alerta de posibles errores al emitir decisiones o juicios rápidos.
4.-
APRENDER A PENSAR CON MAYOR AGILIDAD
Las personas que tienen
éxito se preparan para enfrentarse ante todos los resultados posibles. Si somos
inteligentes comprobaremos siempre el terreno antes de dar un paso hacia lo
desconocido, lo cual no implica falta de seguridad en nosotros mismos sino que
es una muestra de nuestro instinto de conservación. No es lo mismo que mantener la creencia de “esperar
lo peor” porque nos recuerda que podemos manejar cualquier dificultad que pueda
surgir. Podemos preguntarnos qué es lo peor que puede pasar para poder
planificar la forma de abordarlo si se
confirma. Esta pregunta nos obliga a analizar todas las posibilidades y al
hacerlo expandimos nuestra capacidad de enfrentarnos y adaptarnos a las
distintas situaciones, con lo que la incertidumbre es más manejable.
Entre las recomendaciones
de la autora tenemos el reunir al equipo antes del lanzamiento de un proyecto y
plantear que el proyecto ha fallado y preguntar cuáles han podido ser las
causas. Este “premortem” sirve para exponer posibles resultados indeseados que
de otra forma pueden pasar desapercibidos. También debemos adaptarnos a la
nueva información cuando se presente y cambiar nuestro curso de acción si es
necesario. Todo esto no es reflejo de una actitud pesimista sino estar
preparado ante todo lo que puede ir mal.
5.-
CENTRARNOS EN LO QUE IMPORTA
Casi cualquier decisión
importante que tomamos tiene un componente aunque sea pequeño de incertidumbre.
Esta es la razón por la que debemos enfocar nuestra energía hacia aquello que
más nos importe.
La mayor parte de las
decisiones complicadas tienen que ver con los valores y en qué peso les damos a
los que son más importantes. Al hacerlo estamos intentando ver las cosas de
forma clara y concisa. La razón es simple: continuamente nos vemos asaltados
por malos valores cada vez que vemos las redes sociales o la televisión. Éstos son
superficiales, egoístas y dependientes de eventos externos y se escapan a
nuestro control por lo que siempre estamos luchando por conseguirlos. Ejemplos de
ellos son el éxito material, la necesidad de adoración o nuestro deseo de ser
famosos y pueden influir en nuestro comportamiento de forma negativa y como
resultado podemos fijar unos estándares bajos para nosotros mismos.
Los buenos valores, por
el contrario, son honestos, considerados y controlables. Se obtienen de forma
interna y no dependen de nadie más. Cuando escogemos valores buenos escogemos
buscar cosas buenas y tomamos mejores decisiones porque perseguimos cosas que
facilitan valor y significado para nosotros.
Quy recomienda, pues, que nos centremos en lo que importa para
mantenernos en contacto con nuestros valores. Al priorizarlos podremos ver
cuáles merecen la pena y cuáles deben ser desechados, teniendo cuidado para no
bajar demasiado nuestros estándares preguntándonos: “¿Qué es lo más fácil?”,
sino “¿Cómo puedo ser una mejor persona?” La respuesta a esta pregunta nos
ayudará a establecer prioridades y a definir qué es lo que consideramos que es
el éxito para nosotros. Cuando nos encontramos ante buenos problemas podemos
superar la incertidumbre con mayor facilidad.
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