Marcus Buckingham en hbr.org
del pasado 29 de septiembre comenta que para responder a esta pregunta su
equipo en ADP Research Institute planteó
la realización de dos estudios de campo. El primero se centró en la
identificación de las fuentes de resiliencia y de las mejores preguntas para
medirla y luego en proponer una serie de recomendaciones específicas para
incrementar nuestra propia resiliencia y las de los que nos rodean.
El segundo ha sido un estudio
global de la resiliencia en el mundo, realizando 10 preguntas clave sobre
resiliencia a 25.000 trabajadores en 25 países, relacionadas con la crisis de
Covid - 19. Los hallazgos principales del mismo son:
1.- Los niveles de
resiliencia no están ligados al género, los hombres y mujeres en todo el mundo
tienen casi exactamente los mismos niveles de resiliencia.
2.- La edad no parece ser un
factor significativo.
3.- La raza o nacionalidad tampoco
muestran correlaciones fuertes.
Existen, en cambio, dos
movilizadores primarios de la resiliencia que son:
4.- La resiliencia es un
estado reactivo de la mente creado por la exposición al sufrimiento. Las
personas, en el estudio, que habían padecido Covid-19 o alguien de su círculo
cercano, mostraban unos niveles más elevados de resiliencia que las que no habían tenido relación con la
enfermedad, independientemente de la efectividad o no de la respuesta de sus
gobiernos a la pandemia. Cuanto más expuestos, mayores son los niveles.
Este hecho parece sugerir
que descubrimos nuestra resiliencia solo cuando nos vemos forzados a
enfrentarnos un sufrimiento inevitable. Es entonces cuando vemos esa realidad y
nos vemos a nosotros y a nuestra respuesta y es cuando vamos a encontrar la
base de nuestra resiliencia. La realidad, casi siempre, es menos amenazante de lo
que pensamos y la realidad de la enfermedad nos ayuda a conocer lo que somos
capaces de hacer. Lo que nos fortalece.
5.- Cuanto más tangible es
la amenaza más resilientes nos convertimos. En la encuesta se preguntaba a las
personas si habían experimentado una lista de 11 posibles cambios en sus
condiciones de trabajo como por ejemplo modificaciones en su horario laboral,
despidos, incremento del uso de tecnología. El 96% de los encuestados respondió
que había sufrido al menos uno de esos cambios y algunos hasta 5 o más. Éstos últimos
mostraban una capacidad de resiliencia trece veces superior al resto. Por tanto,
si se habían visto forzadas a asumir cambios significativos en sus condiciones
de trabajo sus niveles de resiliencia se habían elevado.
Estos dos últimos resultados
muestran que las personas no necesitamos que nos endulcen la realidad ya que
funcionamos mejor cuando conocemos la realidad y que es más dañino y amenazante
para nuestras mentes el pretender que la dura realidad no existe. Los líderes
deben en lugar de suavizar la realidad ser sinceros y no tienen que apresurarse
a volver a la normalidad en un esfuerzo por minimizar nuestros miedos y
ansiedades. Por el contrario, deben describir con detalle cuál es la amenaza,
cuales son los cambios que vamos a tener que afrontar en nuestras vidas y cómo
éstos están diseñados para protegernos. Tienen que mostrarnos en la práctica
cuál es la “nueva normalidad” y sus razones y confiar en que las personas van a
descubrir cómo vivir lo más felizmente y
saludablemente dentro de esta “nueva normalidad”.
El estudio sugiere que es lo
desconocido lo que nos asusta. Si conocemos la realidad tras las amenazas
podremos revelar las verdaderas reservas de poder que tenemos.
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