Laura Hills en “The problem employee. How to manage
the employees nobody wants to manage”, que estamos
comentando, plantea que en muchas ocasiones nos
encontramos en situaciones en las que, como jefes, no gustamos a algún miembro
de nuestros equipos. Puede ser por haber tenido que tomar alguna decisión difícil que
no ha satisfecho a todos o porque el
estilo de trabajo o personalidad no encaja con la nuestra, por ejemplo.
Aunque gestionar a un
empleado al que no gustamos no es siempre fácil, la situación no tiene que ser
necesariamente irreparable, pero tenemos que tener en cuenta que no se va a
solucionar por sí sola.
Lo primero que tenemos
que hacer, ante la sospecha, es determinar exactamente cómo se siente el
empleado, si realmente le desagradamos o puede ser otra la razón por su
comportamiento. Para ello podemos comenzar por programar una reunión con él y
describirle específicamente los comportamientos que hemos observado, sin ningún
tipo de juicio asociado. Si el empleado vemos que se siente incómodo, debemos
sonreírle y decirle que es bueno comentar cualquier posible problema. Si éste se
sincera y cita quejas legítimas podemos explorar cómo ambos tenemos que cambiar
la dinámica de la relación para mejorarla, diciendo, por ejemplo: ”es bueno
saberlo, estoy intentando ser un mejor jefe y aprecio el feedback”. Si podemos
acordar hacer cosas de forma diferente debemos decirlo y si no es posible
tenemos que intentar ayudar a que el empleado entienda las razones por las que
no podemos y a gestionar lo que le está preocupando.
Con frecuencia la
respuesta será que no ocurre nada. Si esto pasa podemos aceptarla o podemos
continuar sospechando que no le gustamos al empleado y mantener los ojos
abiertos para detectar una evidencia más clara.
Independientemente de
lo que ocurra debemos recordar que no es imprescindible que gustemos a todos
nuestros empleados, ya que éstos tienen la obligación de ir más allá de sus
sentimientos personales y hacer su trabajo, aunque éste suponga tener que
interactuar con nosotros.
Tampoco debemos olvidar
que hay personas a las que lo que no les gusta es tener jefes y que, por lo
tanto, van a rechazar a cualquier jefe, independientemente de lo que éste haga.
También tenemos que reflexionar sobre
las causas más frecuentes por las que los jefes, en general, no gustan, por si nuestro
comportamiento puede ser similar. Éstas son.
1.- El jefe parece no
saber lo que está haciendo, pero actúa como si lo supiera.
2.- El jefe parece que
trata con poco respeto a sus colaboradores. Claramente cuando los jefes hablan sobre los
empleados, ridiculizan o desprecian sus ideas, ignoran su input y les critican
injustamente, resulta lógico que los empleados sientan que están siendo
tratados sin respeto. Pero existen otros comportamientos más sutiles que también
se pueden considerar como irrespetuosos, como, por ejemplo, convocar reuniones
en el último minuto sin considerar los compromisos previos de los empleados,
rechazar solicitudes de permisos razonables y adecuadamente solicitados o no facilitar los recursos adecuados para
que puedan realizar bien su trabajo.
3.- El trabajo gira
exclusivamente alrededor del jefe, como si fuese la estrella .
4.- El jefe actúa como
un cretino. Los jefes que son considerados egoístas, indiscretos, prima
donas o cotillas son con frecuencia
odiados.
5.- El jefe
microgestiona a los buenos empleados.
6.- El jefe no sabe lo
que sus colaboradores están haciendo. Los bueno jefes entienden lo suficiente
sobre el trabajo de sus profesionales como para poder guiarlos si es necesario
y si no lo hacen mejor que no se entrometan.
7.- El jefe actúa como
si el empleado no tuviese una vida personal y da por hecho que éstos pueden
trabajar las horas que él decida o cargar con más trabajo del que pueden abordar en el
horario laboral.
8.- El jefe no reconoce
la labor de los empleados cuando ésta se debe reconocer y se atribuye todo el
mérito a sí mismo.
9.- El jefe no apoya a los
empleados. La confianza se rompe cuando el jefe no da soporte a sus
profesionales y les señala como responsables cuando las cosas no van bien.
10.- El jefe es un
bully. Los jefes que actúan así intimidan a sus empleados, les amenazan con
posibles despidos y procuran acabar con su autoestima.
En otras ocasiones el
jefe puede no gustar a un colaborador
por razones ajenas a él como, por ejemplo, por hacer que recuerde sus fallos,
aquello de lo que carece, un pasado poco agradable, etc.
Si hacemos todo lo
posible por encontrar las razones y no lo conseguimos no tendremos más remedio
que aceptarlo, pero siempre tenemos que., independientemente de lo que nos diga
el profesional, prestar atención a su comportamiento y ver si estamos
experimentando algunos de los siguientes comportamientos, aisladamente o una
combinación de ellos, acompañados por la intuición nuestra de que algo está
pasando:
a).- El empleado no nos
mira a los ojos pero mantiene el contacto visual con las demás personas. Cuando
no nos gusta alguien nos cuesta mirarle directamente a los ojos y a la cara.
b).- El empleado
procura evitarnos, deja de sonreír cuando nos ve o de reír si estamos presentes. También el lenguaje
corporal que muestra si estamos delante es negativo: brazos cruzados delante
del pecho, por ejemplo.
c).- El empleado se
ausenta del trabajo con frecuencia alegando motivos relacionados con su salud.
d).- El empleado se
muestra menos apasionado por su trabajo de lo que estaba con anterioridad.
e).- El empleado no nos
invita a actos sociales, se comunica con nosotros por escrito, mientras con los
demás la comunicación es normalmente verbal, sus respuestas son escuetas y
breves ante nuestras preguntas y nos ignoran cuando nos acercamos.
f).- El empleado
muestra su desacuerdo con nosotros constantemente y dimite sin ninguna razón.
Somos animales sociales
y, por tanto, a la mayoría de nosotros nos gusta ser apreciados, por lo que una
vez que hemos confirmado que a uno o más
empleados no les gustamos, la idea no suele ser de nuestro agrado, pero,
afortunadamente, existen varias cosas que podemos hacer para gestionar, cambiar
y afrontar la situación. Entre éstas, la autora recomienda:
1.- Identificar nuestra
reacción, para ser conscientes de la variedad de emociones que estamos
experimentando: enfado, daño, culpabilidad, temor, humillación, etc.
2.- Preguntarnos qué
hay de verdad en la situación, porque puede ser
que no pretendan hacernos ningún mal.
3.- Preocuparnos.
Podemos sentir la tentación de decir que no nos importa, pero tenemos que ser
conscientes de que el coste de tener en el equipo a alguien a quien no le
gustamos o que hasta puede llegar a odiarnos es muy alto.
4.- Empatizar y
considerar la perspectiva del empleado por si puede estar justificada la
antipatía que manifiesta por nosotros.
5.- Mostrarnos directos
sin agobiar. Por ejemplo, podemos decirle que sentimos que está molesto con
nosotros y preguntarle si puede ser que
todavía esté pensando en la entrevista de evaluación de la semana pasada.
6.- No adoptar una
actitud defensiva. El empleado puede decirnos algo que nos moleste o nos haga
daño, especialmente si nos acusa de ser maleducados, incompetentes, egoístas o
arrogantes, pero debemos procurar escucharle activamente y hacer preguntas para
aclarar las dudas, manteniendo una actitud abierta tanto con nuestras palabras como con nuestro lenguaje
corporal.
7.- Recordar las
interacciones pasadas cercanas y
disculparnos por posibles desaires cometidos.
8.- Establecer
expectativas realistas y no esperar mantener amistad con nuestros empleados.
9.- No considerar la
antipatía como algo personal y pensar si puede tener relación con nuestro rol
de jefe.
10.- Aceptar la
situación tal como es y la posibilidad de que no podamos hacer nada, pero
asegurarnos de que todos realizan su trabajo correctamente.
11.- Preguntarnos si
realmente importa porque la situación esté impactando en nuestro trabajo o en
nuestra vida y aceptar que siempre habrá personas a las que no les gustemos.
12.- No cambiar nuestra
manera de ser y actuar en el trabajo salvo que tenga sentido. No debemos
intentar convertirnos en otra persona solo para intentar agradar a un compañero
al que no le gustamos.
13.-Estar por encima de la discordia y perdonar al profesional que
no aprecia nuestra contribución.
14.- Encontrar formas sutiles
de ayudar al empleado al que no gustamos y reconocer sus logros cuando lo
merezca. Los cumplidos deben ser sinceros y honestos.
15.- Pedir consejo al
empleado descontento con nosotros y tratarle con normalidad como al resto del equipo.
16.- Insistir en una
actitud respetuosa. Podemos no conseguir cambiar la opinión que el empleado
tiene sobre nosotros, pero debemos insistirle en que debe mostrar un
comportamiento respetuoso, describiéndole la conducta inapropiada y comunicándole
que ésta tiene que acabar.
Existen una serie de
ventajas si conseguimos aceptar la situación si no la podemos cambiar. Entre
otras son que no tendremos que obsesionarnos por intentar complacer a nuestra audiencia y podremos ser nosotros
mismos, ni tendremos miedo a no gustar, ni pretenderemos ser quienes no somos,
podremos hablar sinceramente aunque la verdad pueda resultar dolorosa de escuchar,
podremos expresar libremente lo que pensamos, sin miedo, haremos lo que es
correcto sin esperar nada a cambio y tendremos la oportunidad de utilizar
nuestro tiempo sabiamente.
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