Rosabeth Moss Kanter, profesora en Harvard Business School , en HBR Blog Network del pasado 5 de diciembre planteaba que no deberíamos dedicarnos sólo a
llorar a Nelson Mandela, sino que deberíamos imitarle y comenzar un movimiento
para transformar la cultura de liderazgo y a nosotros mismos.
Fue un consumado experto en dar la vuelta a las situaciones. Como el
primer presidente democráticamente elegido en la Suráfrica postapartheid tomó
las riendas y revirtió los síntomas destructivos de decadencia ( una versión
ampliada de lo que ocurre en muchas organizaciones: supresión de información,
antagonismos entre distintos grupos, aislamiento y autoprotección, pasividad y
desesperanza). Comenzó el cambio transmitiendo mensajes de esperanza y
optimismo, con comportamientos ejemplares (redujo su salario) y con unas nuevas
instituciones que se centraban en la responsabilidad, transparencia y
comunicación clara. Reformó la constitución para que incluyese a todos. Se
acercó a sus enemigos previos y se aseguró de que en su gobierno estuviera
representada la diversidad de razas y creencias.
Era consciente de que era considerado un icono y que
podía moldear la cultura de la sociedad para los demás. Su meta era modificar
los comportamientos y actitudes, no sólo las leyes. Las personas ampliaron sus
aspiraciones porque Mandela les estimulaba a ello.
Comprendió el poder del perdón. Tras 27 años en
prisión logró mantener su sentido de justicia intacto sin que se evidenciase
ningún resentimiento. Mantuvo su fe en las personas, independientemente de sus
actos. Su Comisión de la Verdad y de la Reconciliación fue un mecanismo
innovador para permitir a las personas que reconociesen atrocidades pasadas y
evolucionasen a mejoras futuras. Resistió la presión para cambiar del rol de
oprimido a opresor (en su partido algunos miembros clamaban venganza hacia los
integrantes del antiguo régimen y hacia los blancos privilegiados) y centró la
atención de toda la población en sentirse orgullosos de la nación que
compartían y en trabajar conjuntamente para amplios retos comunes.
Fue capaz de hacer la transición de revolucionario a
hombre de estado. No se aferró al poder. Al resultar elegido como presidente
anunció que su mandato no se extendería más de 5 años, para así permitir que
otros se convirtiesen en líderes.
Al abandonar la presidencia continuó su labor de
servicio a los demás.
Su legado es mayor que la lucha por la justicia racial
y que su influencia en su país. Reside en las lecciones de liderazgo que nos
dejó a todos, entre las que Moss Kanter destaca que si :
a).- Estamos desanimados porque las cosas no salen
como queremos debemos recordar los 27
años que Mandela pasó en prisión.
b).- No queremos ceder el poder, no olvidar la promesa
de Mandela de no estar más de 5 años ocupando la presidencia de su país.
c).- Sentimos tentaciones de machacar a la
competencia, eviscerar a los enemigos o humillar públicamente a aquellos que se
equivocan debemos encontrar nuestro Mandela interior, perdonar y seguir adelante.
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