Julian Birkinshaw, profesor de estrategia en London Business School y Martine Haas, profesora de management en Wharton School plantean, en la edición de mayo de la revista Harvard Business Review, que una de las principales razones por las que las organizaciones tienen problemas para crecer es su miedo al fracaso.
Los líderes de las
mismas, aunque saben que deben tolerar e incluso reconocer los errores en la
búsqueda de la innovación y crecimiento tienden a hacer todo lo que pueden para
evitarlos.
Los altos ejecutivos
son conscientes de este problema. Por un lado aceptan la utilidad de los
fallos, como por ejemplo si consideramos el punto de vista de Ed Catmull,
presidente de Pixar: “Los errores no son un mal necesario. No son malos. Son la
consecuencia inevitable de hacer algo nuevo y por tanto deben ser contemplados
como valiosos”. Por otra parte los procesos de gestión presupuestarios, de
distribución de recursos y de control de riesgos se construyen teniendo en
cuenta la previsibilidad y la eficiencia
y los ejecutivos son promocionados en función de su capacidad de control. Por
tanto aunque éstos entienden que pueden y deben cometer errores harán todo lo
posible para evitarlos.
Los autores defienden
que existe una vía para resolver este problema que consiste en extraer de forma
rigurosa valor de los fracasos, de forma que podamos medir y mejorar el retorno
sobre ellos, estimulando los beneficios al tiempo que se controlan los costes
de los mismos.
En un ratio de retorno
de errores, el denominador serán los recursos que hemos empleado en dicha
actividad. Una forma de incrementar el retorno será reducir este número,
manteniendo nuestras inversiones bajas. Otra alternativa es secuenciar los
recursos de forma que empezamos por cantidades pequeñas hasta que las principales
incertidumbres se hayan resuelto. El numerador son los activos, nuestra
ganancia en experiencia, incluyendo la información que obtenemos de los
clientes y mercados, de nosotros y nuestros equipos, y de las operaciones
realizadas. Incrementando éstas es otra forma de mejorar nuestro retorno.
Birkinshaw y Haas
plantean que existen TRES PASOS para
conseguir incrementar el retorno para la organización:
El primer paso consiste
en lograr que los profesionales reflexionen sobre los proyectos e iniciativas
que les han desilusionado, al no responder a sus expectativas. Evidentemente
esta acción no surge de forma espontánea: revisar antiguos problemas no sólo
resulta tedioso sino que puede ser doloroso. La mayor parte de nosotros preferimos
dedicar nuestro tiempo a mirar hacia
delante, no hacia atrás. Los autores recomiendan , para obtener una visión completa de los
beneficios y costes de su proyecto fallido contestar a las siguientes
preguntas:
1.-
Activos:
a).- ¿Qué es lo que
hemos aprendido sobre las necesidades y preferencias de nuestros clientes/usuarios
y de la respuesta de nuestros mercados? ¿Deberíamos cambiar alguna de nuestras
creencias?
b).- ¿Qué conocimientos
hemos ganado sobre las tendencias futuras? ¿Cómo tenemos que ajustar nuestras
predicciones para adaptarlas a estos conocimientos?
c).- ¿Qué hemos
descubierto sobre la forma que trabajamos juntos? ¿Son eficientes nuestros
procesos, estructura y cultura organizacional?
d).- ¿Cómo se han
desarrollado nuestras competencias como individuos y como miembros del equipo?
¿El proyecto logró que se incrementase la confianza y los buenos deseos de
todos? ¿Se abordaron o pusieron de manifiesto necesidades a nivel de
departamento?
2.-
Pasivos, lastres:
a).- ¿Cuáles fueron los
costes directos: recursos materiales, recursos humanos y de producción?
b).- ¿Cuáles han sido
los costes externos? ¿Dañamos nuestra reputación en el mercado o ante nuestros
clientes o debilitamos nuestra posición competitiva?
c).- ¿Cuáles han sido
los costes internos? ¿Dañó el proyecto la moral del equipo o consumió demasiado
de su tiempo y atención? ¿Tuvo efectos colaterales a nivel de la organización?
3.-
Conclusión: ¿Cuáles son las
principales lecciones y consecuencias para la organización?
Cuando las cosas no
salen como esperábamos debemos considerarlo como una oportunidad para
cuestionar nuestras creencias para adaptarlas a lo aprendido. Los autores
recomiendan que reflexionemos lo que el proyecto fallido nos ha enseñado sobre
los siguientes aspectos:
a).- Clientes/usuarios
y las demandas del mercado.
b).- La cultura,
estrategia y procesos de nuestra organización.
c).- Nosotros y nuestro
equipo.
d).- Tendencias
futuras.
Las conversaciones que
pueden surgir en el equipo al tratar estos temas van a resultar iluminadoras,
ya que fuerzan a sus miembros a tratar sobre todo lo que han aprendido, a
reflexionar sobre como esto les puede ayudar a avanzar y seguir adelante y a
considerar todos los efectos colaterales positivos que les ha descubierto la
experiencia del fracaso.
II.-
COMPARTIR LO APRENDIDO
Aunque resulta útil
reflexionar sobre los fallos individuales, el verdadero beneficio aparece
cuando difundimos las lecciones aprendidas por toda la organización. Cuando la
información, las ideas y las oportunidades de mejora obtenidas de un proyecto
fallido en un área de negocio son difundidas por toda la organización sus
beneficios se magnifican.
El aprendizaje
compartido incrementa, también, la posibilidad de que surjan nuevas iniciativas
en el futuro. El peor error que puede cometer un líder es “matar al mensajero y
enterrar las malas noticias”. Por el contrario si se centra en los aspectos
positivos de un fracaso construye el camino para la confianza y para que otros
profesionales sean capaces de arriesgarse con nuevas ideas.
Los autores recomiendan
que los altos ejecutivos se reúnan regularmente para hablar de sus errores.
Estas revisiones tienen más éxito si se realizan con frecuencia, en los buenos
y malos tiempos, miran hacia delante y siempre tienen el objetivo de aprender.
Algunas organizaciones
crean estructuras formales para compartir las lecciones aprendidas de los
fracasos con todos sus profesionales. Por ejemplo en Ingenieros sin Fronteras,
una organización no lucrativa que intenta mejorar las condiciones de vida en
comunidades con pocos recursos en todo el mundo, sus ejecutivos estaban tan
frustrados por las escasas transmisiones de conocimientos entre sus distintas
filiales que han establecido la redacción
anual de un informe de fracasos que
difunden por toda la organización en la que recogen para que todos conozcan y
aprendan los proyectos que no han tenido éxito durante el año.
Los enfoques informales
también pueden ser útiles. La clave se encuentra en capturar las lecciones
relevantes por medio de historias o dichos que trasciendan el círculo cercano
del proyecto y se conviertan en folklore corporativo. En Coca Cola todavía se
cuentan las historias sobre el fracaso que supuso el lanzamiento hace más de
tres décadas de la “Nueva Coca Cola”.
III.-
REVISAR EL PATRÓN DE FRACASOS
El tercer paso consiste
en visualizar globalmente la organización para comprobar si el enfoque que
tenemos sobre el fracaso está teniendo éxito. Para ello nos podemos preguntar,
por ejemplo:
a).- ¿Estamos
aprendiendo de todas las iniciativas fallidas?
b).- ¿Estamos
compartiendo estas lecciones en toda la organización?
c).- ¿Está ese
aprendizaje sirviendo para mejorar la estrategia y la ejecución?
Este análisis va a
ayudar, también a determinar si el ratio de fracasos lo podemos considerar
demasiado elevado, adecuado y muy bajo y poder actuar en consecuencia.
En otras ocasiones nos
mostrará si es necesario favorecer una actitud más abierta ante los fracasos.
Algunas organizaciones para conseguirlo están concediendo premios que celebran
los fallos, como por ejemplo la NASA que tiene un premio que reconoce las
iniciativas innovadoras que han fracasado o la empresa de automóviles TATA que
tiene un premio para aquellos que se atreven a intentar algo nuevo, con el que
buscan que las personas sean valientes y se arriesguen planteando nuevas ideas
sin temor al posible fracaso.
El fracaso es menos
doloroso si se aprovecha el máximo de su valor. Si el líder es capaz de
aprender de cada error, grande o pequeño, de compartir las lecciones extraídas
de cada uno de ellos y de comprobar periódicamente que estos procesos están
ayudando a su organización a avanzar con mayor eficiencia en la dirección
adecuada, el retorno que obtendrá de los
fracasos será enorme.
“El trabajo mejor y más
duro se realiza con el espíritu de aventura y reto y en su curso se cometerán
errores” William MC Knight
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