Rich Karlgaard y Michael S. Malone, en su libro “Team Genius. The new science of high-performing organizations”, que estamos comentando, plantean que las dos cuestiones fundamentales que podemos preguntar sobre los equipos son:
a).- ¿Están los seres humanos
diseñados para trabajar en equipo?
b).- ¿Cada individuo
puede crecer y lograr el mejor desempeño si se encuentra trabajando en el
equipo adecuado?
Las investigaciones que
se están llevando a cabo recientemente sobre el funcionamiento de nuestra mente
parecen avalar positivamente estas ideas.
De hecho el cerebro
humano está diseñado para que los individuos puedan ajustarse a las
perspectivas y emociones de los demás para poder cooperar entre sí. Daniel Goleman ha demostrado que cuando nos relacionamos con otra persona estamos
estableciendo una íntima conexión cerebro a cerebro con ésta. Cuanto mayor es
la profundidad del compromiso que se
establece, amor, amistad, alianza profesional de plena confianza, más afecta la
relación a nuestras mentes y a nuestra
sensación de bienestar llegando a influir en nuestro sistema inmunitario.
El elemento neurobiológico más básico en el “cerebro
social” humano es la oxitocina. Ésta parece que es una de las principales
sustancias químicas que intervienen en el comportamiento social y en el
establecimiento de relaciones. Los niveles elevados de dicha hormona:
1.- Incrementan las
interacciones sociales entre adultos.
2.- Mejoran el
procesamiento de la información social positiva.
3.- Aumentan la
confianza dentro de los grupos.
Tiene un aspecto
negativo que es el de promover la actitud defensiva y agresiva contra los
individuos externos al grupo.
Nuestra motivación
hacia un comportamiento prosocial, incluyendo la afiliación, la cooperación, la
compasión y la coordinación mutua, parece ser que surge de procesos
neurofisiológicos, que son originados por la liberación de oxitocina y
vasopresina. Diversos estudios han encontrado que la cantidad de oxitocina
liberada durante interacciones “diádicas” ( dos individuos que mantienen una
relación estrecha), está directamente relacionada a la reciprocidad que existe
entre ellos e incrementa la confianza y cooperación. Por tanto si logramos
formar un equipo feliz nos sentiremos mejor.
Las neuronas “espejo”,
juegan, también un papel importante en nuestra relación con los demás. Éstas
son unas neuronas cuya función parece ser la de crear una copia de una acción
observada, tanto del dueño del cerebro como de una acción realizada por otra
persona. Cuando un individuo observa una acción las neuronas que representan
esta acción se activan en la corteza premotora del observador creando una
copia de dicha acción, con lo que la
información visual se transforma en conocimiento. Gracias a ellas podemos
emular en segundos las acciones y emociones de los demás. También nos permiten
navegar por nuestro mundo social para crear un sentimiento instantáneo de
experiencias compartidas. Son especialmente importantes para los líderes ya que
los seguidores no sólo obedecen las órdenes de éstos sino que tienden a reproducir los sentimientos y acciones de sus
líderes. En este sentido en la actualidad parece que se ha demostrado que los
comportamientos positivos como la empatía pueden crear una especie de conexión
química, una forma de “contagio de estado de ánimo”, entre la mente del líder y
sus seguidores. Por ejemplo si éste
sonríe y ríe desencadenará en su equipo risas y sonrisas similares, un proceso
que va a servir para que éste se una y como sabemos los equipos unidos
funcionan mejor que los que no lo están. No es sorprendente que los líderes que
obtienen mejores resultados han demostrado que son capaces de hacer reír a sus
colaboradores el doble que los que tienen menos éxito. Una de las razones por las que esto se
produce es que la risa parece ser que incrementa la creatividad y la confianza
dentro de los equipos. El humor hace que las audiencias escuchen con mayor
atención y retengan más de una presentación o conversación.
Cuando los miembros de
un equipo piensan que su líder está feliz se sienten liberados para probar
nuevas ideas y cuando piensan que está triste se limitan a sobrevivir.
Existe un hecho que no
podemos olvidar: las emociones positivas y negativas difieren en cuanto a su
longevidad. Los profesionales invariablemente tienden a recordar con mayor
frecuencia los eventos negativos que les han acontecido, con mayor intensidad y
detalle que los positivos. Las memorias
de los buenos tiempos suelen ser efímeras, mientras las de los malos tiempos
parece que permanecen con nosotros siempre.
Afortunadamente,
gracias a nuestras neuronas espejo los comportamientos prosociales y positivos
son contagiosos. Las personas que observan conductas de cooperación y prosociales suelen experimentar la
necesidad de una mayor sensación de integridad. Distintas investigaciones han
demostrado que las personas que contemplan a otras ayudando a los demás tienden a repetir esos comportamientos
y a comprometerse más en la ayuda a los que lo necesitan.
Las neuronas espejo,
por tanto juegan un papel crucial en el trabajo en equipo. Cuando un equipo está trabajando sus miembros
no sólo deben comprometerse unos con otros sino que deben entender y anticiparse a las acciones de los
demás. En entornos colaborativos los integrantes de un equipo que trabajan bien
juntos llegarán a una representación común de su proyecto, de forma que se
reduce el énfasis en la autoría personal y en la competencia. El proyecto se
convierte así en nuestro proyecto y no en mí proyecto. Ésta reducción de los
egos de los miembros es positiva no sólo para la productividad sino para la
supervivencia del equipo como tal.
Esta “sinergia
aprendida” influencia no sólo nuestra apreciación del éxito sino nuestra
percepción del fracaso. Somos más tolerantes con los fallos de nuestros
compañeros de equipo que con los de las personas externas al mismo,
especialmente en entornos competitivos.
Las neuronas espejo no
son las únicas células en el cerebro que ayudan a regular cómo interaccionamos
con los demás en entornos de equipos.
Por ejemplo podemos considerar
la intuición, la sensación irracional que no se basa en ninguna evidencia de
que conocemos la solución para un problema. Investigaciones recientes han
encontrado que se produce, en parte, por una clase de neuronas en el cerebro
cuya función es la de transmitir rápidamente los pensamientos y sentimientos a
otras células. En menos de la quinta parte de un segundo desencadenan redes neuronales
diseñadas para hacer juicios de valor con mínimas evidencias, tales como por
ejemplo decidir si una persona es de confianza o si es adecuada para un
trabajo.
Otro tipo de neuronas
“oscilantes” regulan la coordinación física entre las personas. Cuando dos
violinistas tocan juntos, lo hacen al unísono gracias a estas neuronas.
De momento no se sabe
cómo se puede fortalecer o regular la actuación de estos tres tipos de neuronas.
Pero si podemos ser conscientes de que estos factores fundamentales existen y
que no sólo el estrés y la felicidad pueden llegar a ser contagiosos, sino que
se pueden extender en segundos por todo el equipo.
Diversos estudios han demostrado que las expresiones
de gratitud incrementan la sensación de cercanía entre los miembros de un
equipo. Cuando los directivos manifiestan gratitud aumenta el sentimiento de
valía y reconocimiento social de sus colaboradores y su percepción de ser una
parte importante de la organización, lo que promueve los comportamientos
prosociales y une al equipo con mayor fuerza.
Lo mismo ocurre con las
expresiones no verbales de gratitud. Por ejemplo, el tacto puede activar las
regiones de recompensa situadas en el lóbulo frontal del cerebro, estimular la
liberación de oxitocina y excitar al nervio vago que al ir del tronco cerebral
al abdomen afecta a la mayor parte de los órganos que se encuentran en su
trayecto y está ligado a la actitud prosocial y a la atención. Por esta razón
el tacto( apropiado) ayuda a incrementar la cooperación en actividades
grupales.
Otro factor que influye en el trabajo de los equipos es el de la reputación. Investigaciones realizadas en organizaciones y en grupos sociales han mostrado que la reputación dentro del grupo se crea y se extiende a la velocidad de un relámpago. Una semana después de la constitución de un equipo sus miembros ya son considerados como colaboradores o como independientes que van a su aire. En estudios experimentales se ha comprobado que los miembros que tienen una reputación como personas prosociales y generosas tienden a ser más reconocidos por el resto del equipo y suelen recibir más recursos, así como suelen ser promocionados a posiciones de liderazgo.
Otro factor que influye en el trabajo de los equipos es el de la reputación. Investigaciones realizadas en organizaciones y en grupos sociales han mostrado que la reputación dentro del grupo se crea y se extiende a la velocidad de un relámpago. Una semana después de la constitución de un equipo sus miembros ya son considerados como colaboradores o como independientes que van a su aire. En estudios experimentales se ha comprobado que los miembros que tienen una reputación como personas prosociales y generosas tienden a ser más reconocidos por el resto del equipo y suelen recibir más recursos, así como suelen ser promocionados a posiciones de liderazgo.
Formar parte de un
grupo que funciona bien y tiene éxito ofrece beneficios no sólo para la
organización sino para el profesional. Investigaciones recientes que incluían
más de 300.000 pacientes en 148 estudios han revelado que los individuos que
reconocen mantener relaciones sociales inadecuadas tienen una probabilidad
del 50% mayor de fallecer en comparación
con las que tienen relaciones sociales felices. La soledad y sus deletéreos
efectos se encuentran detrás de este hallazgo. Ser parte de un equipo puede
hacer que nos sintamos felices, tristes, enfadados o frustrados pero raramente
nos hará sentir solos.
Los individuos parece,
también, que aprenden mejor si lo hacen como parte de un grupo. Una razón para
esto es que el mismo proceso de buscar llegar a un acuerdo con los otros
integrantes del mismo conduce a conclusiones más concretas y el tener que
considerar las distintas opiniones favorece una mayor autoreflexión.
Alex Pentland, director
del Laboratorio de Dinámicas Humanas del Instituto Tecnológico de Massachussets, y su equipo han utilizado “sociómetros”( sensores electrónicos
que miden patrones de comunicación, incluyendo la cantidad de interacción cara
a cara, el tiempo que dura la conversación, la proximidad física entre los
interlocutores y los niveles físicos de actividad, capturando el tono de voz,
la forma en que una persona se comporta ante los demás en un grupo y cómo
hablan y escucha). para generar información sobre los patrones de comunicación
y la productividad de los equipos en las organizaciones reales. Pentland y sus
colaboradores muestran que la forma en que se comunican los miembros de un
equipo entre sí es un predictor tan importante del éxito del mismo como otra
serie de factores combinados entre sí, tales como la inteligencia, la
personalidad, las habilidades y el contenido de las discusiones.
Para Pentland los
grandes equipos se caracterizan por:
1.- La comunicación
frecuente entre sus miembros.
2.- El equilibrio entre
hablar y escuchar que muestran sus integrantes.
3.- El alto grado de
comunicación informal. Los mejores equipos emplean el 50% de su tiempo de
comunicación en reuniones informales.
4.- La búsqueda de
ideas e información externas al equipo. Conectan de forma habitual con
múltiples fuentes externas, especialmente con aquellas que cuentan con las
competencias de las que carecen sus miembros. Éstos, posteriormente, comparten
lo aprendido con el resto del equipo.
5.- Ajustan sus
patrones de comunicación. Aprenden a comunicar y comunican para aprender.
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