Cass R. Sunstein y Reid Hastie en “Wiser. Getting beyond groupthink to make groups smarter”, identifican los errores más comunes en los que caen los grupos y ofrecen recomendaciones para evitarlos.
Desde el principio de
la historia de la humanidad las personas han tomado decisiones en grupos.
Aristóteles, defensor de la inteligencia colectiva defendía la idea de que
cuando:” las personas se juntan pueden sobrepasar, colectivamente, pero no
individualmente, las cualidades de los mejores…. Cuando son muchos los que
contribuyen al proceso de deliberación, cada uno aporta su dosis de prudencia
moral y bondad; ….unos aprecian una parte, otros otra y entre todos aprecian
todo”.
Desafortunadamente, la
historia nos muestra que con demasiada frecuencia los grupos no responden a ese
potencial y toman decisiones desafortunadas y poco inteligentes.
Tomar buenas decisiones
en grupo es complicado y estas dificultades hacen que tengamos, en ocasiones,
que plantearnos si realmente merece la pena. Los economistas sugieren que
debemos considerar el valor de las decisiones en términos de dos
consideraciones:
a).- El coste de las
decisiones.
b).- El coste de los
errores.
Las decisiones en grupo
incrementan el coste de las mismas porque muchas personas se ven implicadas y
esos juicios pueden aumentar y no disminuir el número y el tamaño de los
errores (y por tanto sus costes) si el grupo termina empeorando la decisión.
Existen dos tipos,
fundamentalmente, de influencias a la hora de deliberar, en las que están
involucradas:
1.-
Señales informativas. Hacen que las personas no faciliten la
información de la que disponen como señal de respeto por la información
anunciada públicamente por otros. En los sectores público y privado los líderes
con frecuencia parece que tienen un halo que hace que parezca que son inteligentes
y expertos. Este efecto puede suponer un problema ya que favorece el que el
grupo cometa errores. Los profesionales ansiosos pueden suponer un importante correctivo ya que se van a
cuestionar si los líderes tienen razón y si los líderes también lo son y se
cuestionan qué se pueden estar perdiendo los grupos funcionarán mejor.
2.-
Presiones sociales. Ocasionan que las personas silencien sus
ideas para evitar diversos castigos. En muchos casos lo que importa puede ser
evitar la desaprobación del resto de miembros del grupo, porque se piense que
puede conducir a serios riegos personales.
Como resultado de estos
dos tipos de influencia los grupos se encuentran con cuatro tipos de problemas:
a).- Los grupos no sólo
fallan a la hora de corregir los errores que cometen sus miembros, sino que los
amplifican.
b).- Los grupos son
víctimas de los efectos cascada, al
seguir sus integrantes las acciones y declaraciones de aquellos que hablaron o
actuaron primero, aunque esas acciones o declaraciones puedan conducir al grupo en una dirección desafortunada o
trágica.
c).- Los grupos tienden
a polarizarse y terminan defendiendo
posturas más extremas en línea con las tendencias previas a las deliberaciones
de sus miembros. Por ejemplo como cuando un grupo de personas, con tendencia al
optimismo se convierten en mucho más optimistas como consecuencia de sus
discusiones internas.
d).- Los grupos se
centran en la información compartida, en
lo que todos saben ya, a expensas de la información no compartida y por
tanto dejan de obtener el beneficio de la información que puede ser crítica o
preocupante que poseen una o pocas personas.
Estos problemas hacen
que los grupos con frecuencia puedan alcanzar el objetivo de corregir los
errores individuales de sus miembros y de agregar, de forma positiva, la
información que poseen éstos. Cuando los grupos toman decisiones malas o
destructivas suelen estar producidas por alguna de estas causas.
Cuando los grupos de
deliberación funcionan bien podemos imaginar que es debido a:
1.- Los grupos
equivalen a sus mejores miembros. Uno o algunos de los integrantes de un grupo
tiene la respuesta correcta y el resto se convencen y la aceptan. Si existen miembros ignorantes o con
prejuicios que pueden llevarles a error el resto deben corregirles a través de
la deliberación para que estén dispuestos a converger y apoyar la opinión de
los más sabios.
2.- El total es la suma
de las partes. La información se agrega.
Como sugería Aristóteles el diálogo puede ayudar a que las personas
compartan la información existente de forma que conduzca a que el grupo como un
todo tenga más sabiduría que cualquiera de sus miembros a nivel individual.
Sería el caso, por ejemplo, de la situación que se presenta cuando un grupo no
cuenta con verdaderos expertos en cada aspecto de una cuestión, pero que
información útil se encuentra dispersa entre sus miembros de forma que el grupo
puede considerarse potencialmente experto aunque sus miembros considerados
individualmente no lo sean. Otro ejemplo lo tenemos cuando el grupo tiene
expertos pero estos no tienen claro cómo resolver un problema particular. La
deliberación puede hacer que aflore información relevante que permita al grupo llegar a una decisión
adecuada. En este proceso el total equivale a la suma de las partes.
3.- El total va más
allá de la suma de las partes: sinergia. La discusión lleva al grupo a descubrir
una solución innovadora a un problema. El intercambio de perspectivas conduce a
una respuesta creativa, especialmente si el grupo favorece el pensamiento
divergente de sus miembros y si las opiniones minoritarias son bien recibidas.
Estos tres mecanismos
se manifiestan en la práctica de forma que:
a).- Los miembros de un
grupo suelen tener mayor confianza en sus juicios una vez que los han
comentado entre ellos. Un efecto de las
interacciones en el seno de los grupos es el sentido de que la conclusión que
se tiene tras una deliberación es correcta, sea cierto o no. Tener confianza en
las ideas puede resultar positivo pero
no lo es si éstas son equivocadas. Un gran riesgo de las deliberaciones en los
grupos es que se puede producir simultáneamente una gran sensación de seguridad
y un grave error. Los líderes pueden
encontrarse con problemas por esta razón ya que los miembros del grupo tienden
a querer agradar a sus líderes.
b).- La deliberación
normalmente reduce la variabilidad. Después de hablar entre ellos los miembros
de un grupo tienden a estar de acuerdo entre ellos. La convergencia es positiva
si es correcta, pero si no ocasiona que los integrantes de un grupo terminen
creyendo en algo que es erróneo.
Desgraciadamente no
existe evidencia de que los grupos tras sus deliberaciones acaben agregando
satisfactoriamente la información que posee cada uno de sus miembros. La
lección básica es que las personas prestan mucha atención a lo que los demás
miembros del grupo hacen o dicen y que no terminen convergiendo en la verdad.
De hecho, con frecuencia, ignoran sus propias creencias para terminan adoptando
las de los demás.
Lo más que se ha podido
demostrar es que los grupos con frecuencia llegarán a decisiones correctas si:
1.- La verdad tiene al
menos un apoyo inicial dentro del grupo.
2.- La tarea o decisión
tiene una respuesta correcta demostrable. Es complicado que se produzca en el
mundo empresarial o en la administración porque en estos sectores muchos grupos
tienen que hacer predicciones.
En muchas ocasiones
como mantiene Scott Amstrong, experto en predicciones en la escuela de Negocios
de Wharton: “Un enfoque estructurado para combinar predicciones independientes
e individuales es invariablemente más exacto que las tradicionales reuniones de
grupos”.
Existen dos razones
fundamentalmente por las que exposición a las perspectivas de los demás puede
llevar a las personas a no divulgar lo que saben o a actuar en función de sus
opiniones:
a).- Señales relativas
a la información. La primera causa por la que nos callamos implica a la
información que los demás transmiten. Si la mayor parte de los integrantes de
nuestro grupo creen que una propuesta es cierta tenemos una razón para creer
que ésta puede ser correcta y esta suposición puede llegar a tener más peso que
nuestras razones privadas para pensar que no lo es. Consecuentemente
desecharemos nuestra propia información si la mayor parte de los integrantes de
nuestro grupo no están de acuerdo con ella.
Un ejemplo famoso de
este fenómeno es la fallida invasión de Cuba a través de la Bahía de los Cochinos. Ésta fracasó porque
los consejeros del presidente Kennedy no dijeron lo que realmente opinaban, que
era que la operación no podía tener éxito. Tras la misma el presidente se
preguntó cómo pudo ser tan estúpido como para haberles hecho caso. Sus
consejeros eran personas de mucho talento y experiencia pero ninguno se opuso a
la invasión o propuso alternativas, porque no se atrevieron a parecer “blandos”
o cobardes a los ojos de sus colegas.
Como este ejemplo
sugiere la fuerza de estas señales dependerá de cuántas personas las emiten y
de lo poderosas o admiradas que sean. Si el grupo cuenta con uno o más miembros
que se consideran autoridades en una materia o que despiertan un gran respeto
el resto de integrantes del mismo tenderán a guardar silencio por deferencia
hacia la autoridad real o percibida.
El psicólogo Solomon Asch demostró esta teoría en sus famosos experimentos relativos a la longitud
de líneas rectas dibujadas en cartulinas en los que encontró que la mayor parte
de los miembros de los grupos estaban dispuestos, al menos en una ocasión, a
aceptar los juicios falsos de sus integrantes si éstos eran unánimes. Las
personas estaban dispuestas a ignorar sus propias percepciones visuales para
estar de acuerdo con las de los demás.
b).- Incentivos sociales. La segunda razón para silenciar nuestras opiniones guarda relación con las posibles consecuencias de disentir. Las personas pueden callar no por pensar que pueden estar equivocadas (como en el caso anterior de la presión de la información), sino para evitar el riesgo de sufrir un castigo social de distintos tipo.
Los líderes tienen
mucho peso en este caso. Si el jefe mantiene que algo es cierto no querremos
llevarle la contraria por las posibles repercusiones negativas.
Por tanto, si los
miembros de un grupo están deliberando sobre un asunto y cada uno de ellos
tiene información valiosa sobre el mismo estarán dispuestos a desvelar lo que
saben en función de los beneficios y costes
individuales que vayan a obtener. En algunos casos al revelar lo que
saben van a ganar respeto, admiración y estatus y puede que les sirva para promocionarse.
Los grupos sabios y sus líderes transmiten la idea de que cuando sus miembros
ayudan a tomar mejores decisiones serán recompensados.
Pero muchos grupos no
son tan sabios y la consecuencia es el silencio de los que pueden expresar
dudas o no están muy seguros de sus ideas por lo que se produce un fenómeno de
autocensura. La consecuencia es la pérdida de información para el grupo.
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