Ryan Holiday en su libro “Ego is the enemy. The fight to master our greatest opponent” ofrece una reflexión práctica sobre la naturaleza y peligros del ego, recomienda la lucha por su destrucción antes que nos destruya y muestra cómo podemos ser humildes en nuestras aspiraciones, sensatos ante nuestros éxitos y resilientes ante nuestros fallos, para lograr tener confianza en nosotros mismos sin que nos domine el ego.
Nuestro peor enemigo
reside dentro de nosotros y es nuestro ego. Pensamos que no ocurre así en
nuestro caso ya que tendemos a creer que somos personas equilibradas, pero para
aquellas que son ambiciosas, que tienen talento y un potencial para desarrollar
el ego viene incluido. Precisamente aquello que nos hace ser más prometedores
como pensadores, creadores o emprendedores, aquello que hace que destaquemos en
esos campos nos hace vulnerables a ese lado más oscuro de nuestras mentes.
Los psicólogos, en la
actualidad, utilizan el término egocéntrico para referirse a alguien que está
peligrosamente centrado en él mismo sin tener ninguna consideración por los
demás. El ego que vemos más comúnmente responde a una definición más sencilla:
es la creencia insana de nuestra propia importancia, la arrogancia, la ambición
centrada en nosotros. Refleja a ese niño interior petulante, que todos tenemos
en nuestro interior, que quiere salirse siempre con la suya por encima de los
demás. La necesidad de ser mejor que los
otros, de ser más que, de ser más reconocido más allá de lo razonable, eso es
el ego, que nos lleva a distorsionar la realidad.
La mayoría de nosotros
no somos “egomaníacos”, pero el ego está en la raíz de casi todos nuestros
problemas y obstáculos, desde por qué no podemos ganar a por qué necesitamos
ganar en todas las ocasiones a expensas de los demás. De por qué no tenemos
todo lo que queremos a por qué tener todo lo que queremos no hace que nos
sintamos mejor. Normalmente no vemos las cosas de esta manera. Pensamos que,
sobre todo, otras personas son las responsables de nuestros problemas.
Si consideramos el ego
como la voz que nos dice que somos mejores de lo que realmente somos podemos
decir que el ego inhibe el verdadero éxito al evitar la conexión honesta y
directa con el mundo que nos rodea. Por tanto, no podremos trabajar con los
demás si elevamos barreras que nos separan, no podremos mejorar el mundo si no
lo entendemos, no sernos capaces de dar o recibir feedback si no estamos
interesados y somos insensibles a las fuentes externas, no podremos reconocer o
crear oportunidades si en lugar de ver lo que tenemos delante de nuestros ojos
vivimos dentro de nuestra propia fantasía. Si no somos conscientes de cuáles
son nuestras habilidades comparadas con las de los demás lo que tenemos no es
seguridad en nosotros mismos sino engaño. No seremos capaces de liderar a otros
si no podemos interesarnos por sus necesidades.
Podemos pensar que el
ego ha funcionado en muchos casos como se puede observar en el hecho de que
muchos de los hombres y mujeres que han sido más famosos a lo largo de la
historia eran extremadamente egocéntricos, pero también se han caracterizado
por sus grandes errores debidos a esta característica.
En cualquier momento de
nuestras vidas las personas nos encontramos en una de estas tres situaciones:
a).- Aspiración.
Esperamos lograr algo, tratando de dejar nuestra huella en el universo.
b).- Éxito. Hemos
triunfado, puede que un poco o puede que mucho.
La mayor parte de las
personas fluimos por esos tres estados, aspiramos e intentamos alcanzar algo
hasta que tenemos éxito, luego mantenemos este éxito hasta que fracasamos o
hasta que aspiramos a algo más y si nos equivocamos empezamos otra vez a
aspirar y a triunfar.
El ego es el enemigo en
cada una de estas etapas, tanto para crear, como para mantener o recuperarnos.
Holiday propone para evitar su efecto nocivo:
1.- Ser humildes en
nuestras aspiraciones.
2.- Ser amables en
nuestros éxitos.
3.- Ser resilientes
ante nuestros fallos.
I.-
ASPIRAR
Isocrátes,
aproximadamente en el año 374 a. de C. escribió una carta a un joven llamado
Demónico, cuyo padre había sido su amigo y había fallecido recientemente, con
la intención de darle consejos para que siguiese el ejemplo de su padre, en
forma de preceptos para los años venideros. Demónico, como muchos de nosotros
era ambicioso y esta era la razón por la que Isócrates le escribía, ya que era
consciente que el camino de la ambición puede ser peligroso. Comenzaba
informándole que “ningún adorno resulta más atractivo como la modestia, la
justicia y el autocontrol, porque éstas son las virtudes en las que todos los
hombres están de acuerdo que deben modular y controlar el carácter de los
jóvenes”. “Practica el autocontrol, aborrece a los aduladores y embusteros
porque si confías en cualquiera de ellos, dañarán a aquellos que confían en
ellos ”, recomendaba. Le sugería que fuese afable en sus relaciones con los que
se acercasen a él, nunca arrogante, porque el orgullo de los arrogantes ni
siquiera los esclavos eran capaces de aguantar y que fuese lento en sus
deliberaciones pero rápido en llevar a cabo sus deliberaciones, porque lo mejor
que tenemos en nosotros es el buen juicio.
Estos consejos pueden
resultarnos familiares porque los hemos
escuchado o leído en múltiples
ocasiones. Shakespeare, por ejemplo, alertaba de los peligros del ego sin
control en Hamlet. El caso de William Sherman, general en la guerra civil
americana, es también muy ilustrador. Como en el caso de Demónico su padre
falleció cuando era muy joven y fue adoptado por un sabio senador americano,
Tomás Ewing. Se convirtió en asesor de Lincoln durante la guerra civil y sus
estrategias se hicieron famosas pero nunca quiso asumir más allá de un rol
secundario y rechazó ser presidente de Estados Unidos. No considerando todos
los incesantes halagos y atención que recibía debido a sus éxitos escribió como
una advertencia a su amigo Ulysses S. Grant: “ Se natural y se tu mismo y las
adulaciones deslumbrantes serán como la brisa del mar en un día cálido”.
La lección, que según
el autor, podemos extraer del ejemplo de Sherman es que tenemos que equilibrar
el talento, la ambición y la intensidad de nuestras aspiraciones. Puede parecer
una recomendación extraña, ya que aunque Isócrates y Shakespeare deseaban que
las personas tuviesen autocontrol, se
motivasen y se moviesen por unos principios, a la mayoría nos han educado para
a hacer lo contrario. Nuestros valores
culturales parece como si quisiesen que dependan de nuestras emociones. En las
últimas generaciones los padres y maestros se han centrado en construir nuestra
autoestima, defendiendo que podemos
hacer todo lo que nos propongamos. Lo que se consigue es hacernos más débiles
ya que como decía Irving Berlin: “El talento es el punto de partida” La
pregunta que tenemos que hacernos es si seremos capaces de desarrollarlo al
máximo o si por el contrario lo utilizaremos
inadecuadamente y nos convertiremos en nuestro peor enemigo. Lo que podemos
observar del ejemplo de Sherman es que era un hombre muy ligado a la realidad,
tenía “los pies en la tierra”. Logró muchas
cosas sin pensar nunca que “tenía derecho” a los honores que recibía. Por el
contrario procuraba compartirlos y contribuir para que su equipo triunfase,
aunque supusiese menos reconocimiento o fama para él mismo.
Holiday defiende que la
habilidad para evaluar nuestras propias capacidades es la más importante que
poseemos: sin ella no podemos mejorar. El ego intenta entorpecerla e
interfiere, ya que evidentemente es más agradable centrarnos en nuestros
talentos y fortalezas aunque nos puedan conducir a actitudes arrogantes y
egocéntricas que van a inhibir nuestro crecimiento.
En esta fase el autor
recomienda que practiquemos el vernos a nosotros desde una cierta distancia,
cultivando la habilidad de salir de nosotros mismos. El desapego ejerce como
antídoto natural del ego. Es fácil obsesionarnos con nuestra valía, todo
narcisista es capaz de hacerlo, lo que es más complicado puede llegar a ser
el tener confianza y seguridad en
nosotros mismos al tiempo que nos mantenemos humildes.
Una pregunta clave que debemos hacernos es si queremos ser o queremos hacer. Uno de
los estrategas que han sido más influyentes en el mundo militar actual es John
Boyd, desconocido para la mayoría de las personas. Trabajó en el Pentágono
durante muchos años no superando nunca el rango de coronel a pesar de sus
numerosas contribuciones. En 1973 le hizo la siguiente reflexión a un oficial
joven que quería ser promocionado: “ En un momento dado vas a tener que tomar
una decisión sobre qué dirección quieres tomar. Si vas por una de ellas serás
“alguien”, pero tendrás que hacer compromisos y en ocasiones tendrás que dar la
espalda a tus amigos, pero serás un miembro del “club”, serás promocionado y
tendrás buenos destinos. Si eliges el otro camino entonces podrás hacer algo
para ti, para tu país y para tu regimiento. Si decides que quieres hacer algo
es posible que no seas promocionado, que no obtengas buenos destinos y que con
toda certeza no seas el favorito de tus superiores, pero no tendrás que
comprometerte por los favores recibidos, serás
coherente y sincero contigo mismo y con tus amigos y tu trabajo marcará
una diferencia. Decidirás si serás alguien o si harás algo”. Boyd concluyó sus
palabras con las siguientes palabras que sirvieron de guía a lo largo de su
vida al oficial y a muchos de sus compañeros: “¿Ser o hacer? ¿Qué camino
tomarás?
Independientemente de
lo que aspiremos a hacer en nuestras vidas la realidad interfiere en nuestro
idealismo juvenil. Esta realidad se presenta con muchos nombres y formas:
incentivos, compromisos, reconocimientos y políticas. En cada caso pueden
redirigirnos rápidamente de hacer algo a ser algo gracias a la intervención del
ego. Por esta razón Boyd quería transmitir a los jóvenes que si no somos
cuidadosos fácilmente podemos encontrar que la propia ocupación a la que queríamos
servir nos ha corrompido.
Sin darnos cuenta con
frecuencia nos enamoramos de una imagen de lo que pensamos que es el éxito: el
nombre de un puesto de trabajo, asistir a una escuela de negocios, el número de
personas que tenemos a nuestro cargo, los beneficios económicos y de otro tipo
que recibe,…. Las apariencias son engañosas tener autoridad no es lo mismo que
ser una autoridad, ser promocionado no necesariamente significa que estamos
haciendo un buen trabajo ni que seamos merecedores de dicha promoción.
Tenemos que decidir qué
camino queremos elegir. Boyd hacia un ejercicio que consistía en aprovechar sus
visitas o sus charlas a oficiales de las fuerzas aéreas para escribir en una
pizarra con letras grandes las palabras: DEBER, HONOR, NACIÓN. Luego las
tachaba y las reemplazaba por: ORGULLO, PODER, CODICIA. Quería recalcar que
muchas de las estructuras y sistemas por
los que los oficiales tenían que navegar si querían ascender podían corromper
los valores a los que se suponía tenían que servir. El ego, en nuestras vidas,
en muchas ocasiones hace eso: tacha o elimina lo que realmente tiene
importancia y lo sustituye por lo que no lo tiene.
La elección que nos
plantea Boyd nos habla del propósito: ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Qué es lo
que hemos venido a hacer? Si lo que nos
importa es nuestra reputación,
sentirnos integrados o “miembros de ….”, el reconocimiento externo, …nuestro
camino es claro: decir a las personas lo que quieren oír, buscar la atención
por encima del trabajo importante pero no llamativo, aceptar promociones, las
merezcamos o no,…, pagar las “deudas o favores”, correr detrás de un puesto, de
la fama o de un salario y esencialmente dejar las cosas tal como están.
Si por el contrario el
camino elegido va más allá de nosotros y queremos hacer algo que sea
significativo para los demás todo se torna repentinamente por un lado más fácil
y por otro más complicado. Más sencillo porque sabemos lo que tenemos que hacer
y las demás “elecciones” desaparecen ya que son sólo distracciones. Lo
importante es hacer no buscar el reconocimiento por lo hecho. Es más fácil,
también, porque no tenemos que aceptar compromisos que pueden parecernos
inadecuados o injustificados. Es más duro porque cada oportunidad,
independientemente de lo gratificante que sea, tiene que ser evaluada con unos
criterios estrictos: ¿Esto me sirve para lograr lo que he decidido hacer? ¿Me
permite hacer lo que necesito hacer? ¿Estoy siendo egoísta?
Boyd logró cambios y
mejoras en su campo de conocimiento que pocos teóricos de la estrategia militar
han conseguido. Se le conocía como “Gengis
John” porque nunca dejaba que los obstáculos o sus oponentes impidiesen
que hiciese lo que pensaba que tenía que hacer. Sus elecciones le supusieron
diversos costes: se le conocía también como el “coronel del ghetto” por su
estilo frugal de vida. No fue promocionado nunca más allá del grado de coronel
y fue olvidado por la historia como
castigo por el trabajo que hizo.
El autor recomienda que
pensemos en él cada vez que nos sintamos poco reconocidos y que nos
preguntemos: ¿Realmente necesito esto? ¿ O es verdaderamente una cuestión de
ego?
Completely agree. BE or DOING. I prefer doing with my feeling and effort. Doesnt matter what people think about it. Unique rule: be honest and great goals.
ResponderEliminarEnhorabuena, me ha parecido realmente interesante este artículo. Muy bueno en la descripción del ego y de todo lo que ello conlleva. Muchas gracias por ilustrarnos.
ResponderEliminarY por supuesto prefiero hacer a ser. Un saludo desde Madrid.
ResponderEliminarexcelente desde hace 6 año pase de ser a HACER.- hoy en dia me siento que soy otra persona y de esta manera he ayudado a mucha gente a no dejarse dominar por su ego...
ResponderEliminarSolo un ego tiene enemigos.
ResponderEliminarGenial, genial!!! Gracias por este artículo!! Es muy interesante adentrarse en las trampas propias de la mente y alumbrarlas. Sólo cuando eres inconsciente del "demonio" este puede engañarte. :)
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