Allison Shapira en “Speak with impact. How to command the room and influence others” plantea que
diariamente tenemos la oportunidad de utilizar nuestra voz para obtener un
impacto positivo en el trabajo o en nuestra comunidad, podemos inspirar o persuadir a nuestra audiencia o aburrirla y
lograr que desconecte.
Shapiro propone seguir
una serie de pasos como preparación para realizar una buena presentación en
público:
I.-
COMENZAR POR LA ESTRATEGIA. IDENTIFICAR
EL CONTEXTO DE NUESTRA CHARLA
Antes de comenzar a
escribir el texto debemos identificar el contexto y para ello tenemos que
hacernos las siguientes preguntas:
a).- ¿Dónde tendrá lugar
nuestra intervención? ¿En una conferencia o en una reunión?
b).- ¿Dónde tendrá lugar
geográficamente? Es importante conocer el lugar para ponernos en el lugar de la
audiencia.
c).- ¿Cuándo tendrá lugar
dentro de la agenda del evento? Si vamos a ser el último orador deberemos ver
cómo somos capaces de mantener nuestra energía delante de una audiencia,
presumiblemente cansada y con ganas de irse.
d).- ¿Quién más va a
intervenir? ¿Si vamos a abordar un tema controvertido, algún otro ponente nos
puede refutar nuestro punto de vista? ¿Cómo podemos destacar entre el resto de
los oradores?
e).- ¿Cuánto va a durar
nuestra intervención?
f).- ¿Va a reservarse un
tiempo tras nuestra charla para que la audiencia plantee preguntas?
g).- ¿Cuáles son las
expectativas del organizador sobre nuestra intervención? En ocasiones las suyas pueden no
coincidir con las nuestras y en esos casos hay que procurar alinearlas. Podemos
preguntarle qué es lo que espera que la audiencia haga, piensa o sienta como
resultado de mi charla.
Estas preguntas sirven no
sólo para preparar una presentación sino, también, para nuestras intervenciones
en una reunión.
Shapiro considera que las
tres preguntas principales que
ineludiblemente tenemos que hacernos para preparar la estrategia de nuestra
presentación son:
A).-
¿Quién es nuestra audiencia?
Antes de decidir qué
vamos a decir tenemos que saber a quién nos vamos a dirigir y quién más puede
escuchar posteriormente nuestra intervención ya que ésta se puede grabar y averiguar
cuáles son sus intereses, necesidades y metas.
Una vez identificada la
audiencia debemos conocer qué lenguaje es el que domina, saber si es el
lenguaje especializado de nuestro sector o cultura y si entenderán sus
acrónimos y jerga o si deberemos emplear
unos términos menos específicos que todos puedan entender o aclararlos en caso
de posible duda.
Otro aspecto que hay que
tener en cuenta es si nuestras palabras van a resonar en la audiencia. No vamos
a conseguir atraerla si utilizamos jerga, necesitamos transmitir una imagen
vívida y emocional para que la audiencia pueda ver el impacto de nuestro
trabajo y si queremos que como consecuencia de nuestra intervención actúe
debemos dirigirnos a ella en su
lenguaje.
B).-
¿Cuál es nuestro objetivo?
Cada charla supone una
oportunidad para llegar a las personas, para educarlas, inspirarles e influir
en su comportamiento. Antes de comenzar a redactar nuestra intervención debemos
decidir cuál queremos que sea el resultado que obtengamos tras nuestra
exposición.
Podemos comenzar nuestra
charla con el objetivo en mente: por ejemplo, “Estoy aquí hoy porque espero
conseguir vuestro voto en las próximas elecciones” o podemos finalizarla con un claro llamamiento
a la acción: “Por tanto pido vuestro voto para las próximas elecciones”.
Si nuestra meta es generar
confianza tenemos que incluir información que demuestre nuestra conducta ética
y por ejemplo referir una historia personal sobre algún momento en el que hayamos
recordado el valor de la integridad. Si nuestro objetivo es lograr apoyo
económico podemos recalcar los beneficios que ofrecerá nuestro producto o
servicio.
Marshall Ganz en sus clases en Harvard Kennedy School enseña
que es muy importante entender las barreras que las personas ponen a la acción,
especialmente cuando se promueven cambios sociales y que por tanto, cuando
determinemos el objetivo de nuestra presentación intentemos descubrir cuáles
son las barreras que nuestra audiencia puede poner frente a la acción. Por
ejemplo si puede ser políticamente arriesgado adoptar una nueva política, si
hará que parezcan ridículos delante de sus compañeros o amigos o si estamos
pidiendo algo que la audiencia no tiene el tiempo o los medios para actuar. Si
comprendemos que es lo que está impidiendo que nuestra audiencia se comprometa
nos ayudará a conseguir nuestras metas.
C).-
¿Por qué yo?
Esta pregunta es
fundamental para determinar el propósito que guía nuestras acciones. La respuesta
no es, por ejemplo, para ganar más dinero o para quedar bien ante el jefe. Es más
profunda y a veces requiere hacernos la pregunta a nosotros mismos
repetidamente para llegar a la respuesta real que va a representar lo que
verdaderamente nos motiva.
Existen varias ventajas
de conocer nuestra razón entre ellas:
a).- Nos ayuda a elegir
un lenguaje que es realmente nuestro y auténtico para nosotros. Resulta difícil
transmitir autenticidad cuando repetimos una jerga corporativa. ¿Por qué yo? Facilita
que surja nuestro lenguaje natural y nuestra charla es más genuina para los
demás.
b).- Anima nuestra voz y
lenguaje corporal. Cuando realmente creemos en el mensaje que estamos relatando
su propósito inspira y anima nuestro lenguaje corporal y nuestra voz de forma
natural.
c).- Incrementa nuestra
confianza ya que refuerza nuestra credibilidad y nuestra autoridad.
Una vez que tenemos la
respuesta a estas tres preguntas estamos preparados para seleccionar el
principal mensaje que queremos transmitir y procurar escribirlo en una sola
frase. Ésta puede ser compuesta pero debe ser corta y sencilla.
II.-
REDACTAR EL TEXTO
Al prepararnos a escribir
debemos reservar tiempo para hacerlo en nuestro momento más productivo del día.
Redactar un discurso o una presentación
es un proceso iterativo por lo que Shapiro recomienda que se aborde trabajando
en bloques de tiempo, como por ejemplo durante 45 minutos, hacer una pausa y
retomar la tarea.
Al comenzar a escribir,
tras la reflexión sobre las tres preguntas debemos dejar la mente vagar e ir
recogiendo todas las ideas que vayan surgiendo sobre lo que queremos decir
sobre el tema, también aquellas historias o ejemplos que nos gustaría compartir.
En esta etapa no debemos emitir ningún juicio ni sufrir ninguna interrupción,
solo tenemos que escribir aquello que se nos ocurra sobre el tema.
Posteriormente tenemos
que pasar a pensar en cuál va a ser la estructura de la presentación. La autora
recomienda como una de sus favoritas la secuencia de Monroe que consta de 5
pasos:
a).- Captar la atención de la audiencia inmediatamente.
b).- Introducir el
problema al que nos vamos a referir.
c).- Proponer una
solución.
d).- Plantear y mostrar
una visualización de cómo sería el mundo si tenemos éxito o si no lo tenemos.
Podemos hacer un dibujo.
e).- Proponer una llamada
a la acción a la audiencia.
Si no utilizamos esta
secuencia podemos seguir la regla de tres de introducción, tres puntos
principales y conclusión.
Contar con una estructura
adecuada no nos garantiza un discurso atractivo. Debemos dedicar tiempo a
pensar en cómo vamos a pasar de un punto a otro llevando a la audiencia a
recorrer un camino. Por ejemplo se pueden utilizar preguntas retóricas: “¿Cómo
nos afecta esto? o ¿Cuál puede ser el próximo paso a seguir?
Es conveniente dedicar
tiempo a revisar lo que hemos escrito y comprobar que estamos diciendo
exactamente lo que queremos decir por si tenemos que introducir algún cambio.
Una vez que tenemos el
cuerpo de la presentación debemos pensar en las frases de inicio y conclusión.
La introducción a una
charla debe captar la atención de la audiencia y hacer que ésta deje de hacer
lo que estuviese haciendo y comience a escuchar. La introducción debe picar la
curiosidad del que escucha, convencerle de nuestra autoridad para hablar y debe
comenzar a establecer una relación con la audiencia. La primera frase es
crítica especialmente si vamos a hablar ante una audiencia que no nos conoce y
que puede haber escuchado a docenas de personas como nosotros.
Shapiro recuerda que la
introducción va a depender de la audiencia y del objetivo, puede hacerse por
medio de un saludo, una cita de alguien relacionado con nuestro auditorio, una
estadística o un dato que pueda resultar impactante o una historia.
El final de una charla es
una oportunidad para lograr que nuestra
audiencia sienta, piense o actúe de una forma determinada y dependiendo de lo
que queramos deberemos seleccionar nuestra conclusión. Si, por ejemplo,
queremos que sientan esperanza podemos utilizar una cita inspiradora o una
imagen para la visualización de cómo
puede ser el mundo, si queremos establecer una conexión a nivel personal
podemos finalizar con una historia relacionada con nosotros y con el tema que
hemos tratado.
Cuando estemos casi al
final de nuestra intervención debemos hablar despacio y claramente, dejando que nuestra voz se eleve y caiga en cada frase
y enlenteciendo el ritmo en la última frase para que pueda calar mejor.
Al finalizar es el
momento para agradecer a los organizadores si no lo hemos hecho ya al comienzo
y a la audiencia si lo consideramos conveniente.
La autora recomienda para
escribir una charla en treinta minutos, cuando no tenemos más remedio, que
sigamos estas sugerencias:
1.- Buscar un lugar
aislado, silencioso y en el que podamos desconectar de toda tecnología.
2.- Plantearnos las tres
preguntas: ¿Quién es la audiencia?, ¿Cuál es nuestro objetivo? y ¿Por qué yo?
3.- Determinar el mensaje
principal.
4.- Hacer brainstorming y
escribir los puntos principales sin preocuparnos del orden.
5.- Estructurar el mensaje seleccionando de los
puntos principales aquellos que refuercen mejor nuestro mensaje clave.
6.- Cortar. Suprimir toda
la información extra que no refuerce el mensaje principal.
7.- Escribir una entrada
y una conclusión. Pensar en cómo vamos a iniciar y concluir nuestra
presentación de forma que capture la atención de la audiencia.
8.- Crear un documento
final que recoja nuestra introducción, tres puntos principales y la conclusión
pensando en cómo hacer la transición de un punto a otro.
9.- Leer en voz alta el
documento y comprobar que suena sincero.
10.- Practicar
repetidamente delante de un espejo o de un compañero.
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