Adam Grant en “Think again. The
power of knowing what we don´t know”, que estamos comentando, plantea la
necesidad de disminuir nuestros prejuicios por medio de la desestabilización de
los esterotipos.
Doris Kearn Goodwin,
por ejemplo, cuenta que “Odiaba a los Yankees
con todo mi corazón, hasta el punto de tener que reconocer en mi primera
confesión que deseaba el daño de otros, especialmente que deseaba que muchos
Yankees neoyorquinos se rompiesen los brazos y piernas”. Las rivalidades no se
producen solo en los deportes. Una rivalidad existe cuando experimentamos una
especial animosidad hacia un grupo que consideramos que compite con nosotros
por recursos o que pensamos que amenaza nuestras identidades. En el campo
empresarial tenemos, por ejemplo, el caso de la rivalidad entre Adidas y Puma
que ha sido tan intensa durante generaciones que familias se han auto -
segregado basándose en su lealtad a estas marcas, llegando a ir a distintos
bares y tiendas y hasta negándose a relacionarse con personas que trabajasen
para la firma rival.
Al arraigarse los
estereotipos y profundizar los prejuicios no solo nos identificamos con nuestro
grupo sino que nos desidentificamos con nuestros adversarios, definiendo al
final quiénes somos por quiénes no somos.
No solo predicamos las virtudes de nuestro grupo sino que fomentamos
nuestra autoestima al enjuiciar los vicios de nuestros rivales.
Cuando las personas
tienen prejuicios hacia un grupo rival
con frecuencia están dispuestas a hacer lo que sea para elevar su propia grupo
y socavar a sus rivales, aunque esto implique hacer daño o actuar incorrectamente.
Durante décadas los
psicólogos han encontrado que las personas somos capaces de sentir animosidad
hacia otros grupos aunque las fronteras entre ellos sean triviales. Por ejemplo
en un estudio realizado entre estudiantes en el que debían elegir entre una
hamburguesa y un perrito caliente y dependiendo de la respuesta asignar un
dinero, se encontró que éstos estaban dispuestos a sacrificar un dólar para los
que estaban de acuerdo con ellos con tal de asegurarse que los que estaban en
desacuerdo recibiesen menos dinero ( el
29% eligió dar tres dólares a los que estuviesen de acuerdo y 4 a los que
estuviesen en desacuerdo, mientras el 71% prefería dar 2 dólares a los que
estaban de acuerdo con ellos y 1 a los que estuviesen en desacuerdo).
En toda sociedad humana
las personas se sienten motivadas a buscar un sentido de pertenencia y de
estatus. La identificación con un grupo nos permite cumplir estos dos
requisitos al tiempo que nos convertimos en parte de una tribu y nos sentimos orgullosos cuando dicha
tribu triunfa. En estudios ya clásicos realizados en entornos universitarios en
Estados Unidos los investigadores encontraron que después de que un equipo
deportivo ganase los estudiantes solían vestir prendas con el logo de su
universidad y si perdía no lo hacían y hablaban de que el equipo había perdido
en lugar de “hemos perdido”. Las rivalidades se desarrollaban con más
frecuencia entre equipos que se encontraban cercanos geográficamente y que
competían regularmente, obteniendo resultados similares.
El autor, junto a Tim Kundro, ha realizado una serie de experimentos, con apasionados seguidores de
los Yankees y los Red Sox, para ver qué
es lo que puede hacer que los fans repiensen sus creencias sobre sus rivales
más acérrimos. Para intentar identificar sus estereotipos se les pidió que cada
uno destacase las tres cosas más
negativas que encontraban en sus rivales. Casi todos utilizaron las mismas
palabras para describirles, quejándose de sus acentos, sus barbas y su
tendencia a oler como “palomitas pasadas”.
Una vez que nos hemos
formado este tipo de estereotipos, por razones mentales y sociales, es muy
difícil desmontarlos. El psicólogo George Kelly mantenía que nuestras creencias
son como lentes de protección ante la realidad. Las utilizamos para que el
mundo tenga un sentido y poder navegar por lo que nos rodea. Una amenaza a
nuestras opiniones fractura nuestras gafas dejando nuestra visión borrosa. Por
tanto es natural que nos pongamos en guardia como respuesta y nos mostremos
especialmente hostiles cuando tratamos de defender opiniones que, en nuestro
interior, sabemos que son falsas. En lugar de probar otro par de gafas
diferentes nos convertimos en contorsionistas mentales, revolviéndonos y
moviéndonos hasta que encontramos un ángulo de visión que mantenga nuestras
opiniones intactas.
Socialmente existe otra
razón por la que los estereotipos son tan adherentes ya que tendemos a
interactuar con personas que los comparten. Este fenómeno se llama
“polarización grupal”. Esta polarización se suele reforzar por la conformidad:
los miembros periféricos se adaptan y obtienen estatus al seguir el liderazgo
del miembro del grupo más prototípico , que con frecuencia defiende las ideas
más extremas.
Diversas evidencias
demuestran que cuando los equipos tratan de minimizar una rivalidad recordando
a sus fans que es solo un juego, éstos sienten que su identidad está siendo
devaluada y se tornan más agresivos.
Grant propone una serie
de hipótesis para desmontar este patrón:
I.-
AMPLIAR LAS MIRAS
Un equipo de psicólogos
ha estudiado los efectos del espacio exterior en nuestro espacio interior,
comprobando los cambios sufridos por más de 100 astronautas por medio de
entrevistas, encuestas y análisis de sus autobiografías. Tras volver del
espacio los astronautas se centran menos en los logros individuales y en la
felicidad personal y se preocupan más por el bien colectivo.
Esta reacción se conoce
como el “efecto perspectiva” (overview
effect): cuando llegas a contemplar la tierra desde el espacio exterior te das
cuenta que compartes una identidad común con todos los seres humanos. Existe
cierta evidencia de que la identidad común puede construir puentes entre
rivales. Por ejemplo en un experimento se asignaron aleatoriamente
a los seguidores del equipo de futbol Manchester United una breve tarea
escrita. Luego se preparó una emergencia en la que un corredor con la camiseta
del principal equipo rival se caía y gritaba de dolor sujetándose la pierna. La
prueba consistía en ver si los fans se detendrían a ayudarle. Si previamente
éstos habían escrito por qué amaban a su equipo
solo ayudaban el 30%, pero si habían escrito sobre lo que tenían en
común con otros seguidores de fútbol, el 70% se detenía. Cuando se repitió el
estudio con los fans de los Red Sox y los Yankees para ver si se producía esa
identidad común como fans de equipos de beisbol los resultados fueron distintos
ya que los seguidores de ambos equipos no mostraron una mayor tendencia a
ayudar, salvo que existiese un peligro real.
II.-
CONOCER A NUESTROS “ENEMIGOS”
La psicología de la paz
se centra en humanizar a la otra parte. Hace unos años el psicólogo y
superviviente del Holocausto Herb Kelman, se planteó cuestionar algunos de los
estereotipos detrás del conflicto palestino – israelí intentando enseñar a
ambas partes a entender y empatizar entre sí. Diseñó workshops de resolución de
problemas interactivos en los que líderes influyentes palestinos e israelíes
hablaban “off the record” sobre caminos hacia la paz. Durante años se reunieron
para compartir sus propias experiencias y perspectivas, reconocer sus
necesidades y miedos y explorar soluciones novedosas para el conflicto. Con el
tiempo estos encuentros no solo sirvieron para romper estereotipos sino,
también, para fomentar la creación de amistades para toda la vida.
El problema con que se
enfrentó Kelman es que se conseguía confiar en los rivales que estaban al otro
lado de la mesa pero se mantenían los estereotipos sobre el grupo. En un mundo
ideal conocer a miembros individuales de un grupo debería servir para humanizar
a todo el grupo, pero con frecuencia llegar a conocer mejor a una persona solo
establece que ésta es diferente del resto de su grupo. Cuando nos encontramos
con miembros de un grupo que desafían un estereotipo nuestro primer instinto no
es considerarlos como ejemplos de lo que es su grupo y repensar el estereotipo
sino verlos como excepciones y aferrarnos a nuestras creencias.
III.-
REFLEXIONAR SOBRE LA ARBITRARIEDAD
La cronología de un
estereotipo puede ser, por ejemplo, la siguiente.
1.- Tener una
experiencia: Un niño con una cresta en el pelo me robó la bicicleta.
2.- Crear un
estereotipo. Los niños con crestas son ladrones.
3.- Tener una nueva
experiencia: Un niño con una cresta en el pelo fue agradable conmigo.
4.- Cuestionar el
estereotipo: ¿Quizás los niños con crestas en el pelo no son tan malos?
5.- Cuestionar los
estereotipos en general: No podemos juzgar a un niño por su pelo.
Al estudiar cómo se
podría lograr un cambio en las perspectivas de los seguidores de equipos
deportivos el autor ha comprobado que lo que importa es la reflexión sobre la
arbitrariedad de su animosidad y no el pensar en las cualidades positivas de los
rivales. Independientemente de que pudiesen considerar razones para que les
gustasen sus rivales los fans mostraban menos hostilidad cuando reflexionaban
sobre lo absurda que era su rivalidad.
Fuera del entorno de un
laboratorio desmantelar los estereotipos y disminuir los prejuicios rara vez
ocurre de la noche a la mañana. Aunque las personas no estén en guardia
levantan sus defensas enseguida en cuanto sienten que sus actitudes están
siendo cuestionadas. Para llegar a ellas se necesita algo más que decirles que
sus opiniones son arbitrarias. Una buena estrategia consiste en pedirles que
piensen en lo que podrían creer si viviesen en una realidad alternativa. Esto es
lo que se llama pensamiento contrafactual, que en psicología implica imaginar
cómo las circunstancias de nuestra vida se podrían haber desarrollado de forma
diferente.
Cuando somos
conscientes de que entonces seguramente habríamos mantenido otros estereotipos
podemos estar dispuestos a revisar y actualizar nuestras opiniones. Para activar
este tipo de pensamiento podemos hacer preguntas del tipo: ¿Qué estereotipos
diferentes tendríamos si hubiésemos nacido siendo negros, asiáticos o hispanos?,
¿Qué opiniones tendríamos si hubiésemos crecido en una ciudad o en una granja,
o en una cultura en otro lugar del mundo?¿A qué creencias nos aferraríamos si
hubiésemos vivido en el siglo XVIII? Esta clase de preguntas contrafactuales
invitan a las personas a explorar los orígenes de sus propias creencias y a
reconsiderar sus posturas en relación con otros grupos.
Las personas se sienten
más humildes cuando reflexionan sobre cómo circunstancias diferentes les
podrían haber llevado a mantener creencias distintas. Pueden concluir pensando
que algunas de sus convicciones son demasiado simplistas y que deben cuestionar
algunas de sus opiniones negativas, lo que puede incrementar su curiosidad
sobre alguno de los grupos que han estereotipado y acabar descubriendo algunos
aspectos comunes inesperados.
En ocasiones abandonar
nuestros estereotipos implica darnos cuenta de que muchos de los miembros de un
grupo odiado no son tan terribles como pensamos. Esto suele ocurrir cuando les
conocemos personalmente. Durante más de 50 años los científicos sociales han evaluado
los efectos de los contactos intergrupales. En un meta – análisis de más de 500
estudios con más de 250.000 participantes
la interacción con miembros de otro grupo reducía los prejuicios en un
94% de los casos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario