Laura Hills en
“The problem employee. How to manage the
employees nobody wants to manage”, que estamos comentando, plantea que cuando nos encontramos ante un empleado con “burnout” el líder debe ser consciente de que dicho
profesional necesitará experimentar cambios en su trabajo, en Su entorno laboral
y en su estado emocional.
El término “burnout” fue
descrito por primera en dos artículos científicos publicados en 1974 por Herbert
Freudenberger, el primero, y por Sigmund Ginsburg el segundo. Freudenberger
utilizó el término para describir las consecuencias de un elevado nivel de
estrés y altos ideales, especialmente en profesionales dedicados a los cuidados
y a la ayuda a los demás. Ginsburg, por su parte, sugirió que los empleados que
trabajaban en sectores no relacionados con la ayuda también podían experimentar
“burnout”.
En su artículo original
de 1974 Freudenberger describió el estado de estar “quemado” como el de
sentirse exhausto ante las demandas excesivas de energía, fortaleza o recursos
en el entorno laboral. Como sugieren expertos de la Clínica Mayo suele ser un
estado de agotamiento físico y emocional que también implica un sentimiento de
logros reducidos y de pérdida de la identidad personal. Con frecuencia conduce
a un peor desempeño y a una actitud negativa tanto dentro como fuera del
trabajo.
El “burnout” ha sido
uno de los desórdenes mentales más ampliamente analizado en las sociedades
modernas en los últimos años. En 1974 Freudenberger identificaba los siguientes
síntomas: físicos, tales como agotamiento, fatiga, dolores de cabeza
frecuentes, desórdenes gastrointestinales, insomnio y dificultades para
respirar. Loa síntomas ligados al comportamiento incluyen la frustración, ira,
actitud desconfiada, un sentimiento de omnipotencia o de exceso de confianza,
uso excesivo de tranquilizantes y cinismo.
Desde 1974 los
investigadores sobre el tema han añadido otros síntomas adicionales como absentismo o productividad reducida, un
incremento de los errores y accidentes, problemas en la comunicación, una mayor
utilización del sarcasmo en las conversaciones, dificultades para la
concentración, falta de satisfacción por lo logros y el sentimiento de tener
que arrastrarse para acudir al trabajo, entre otros.
Es importante
identificar cuando un profesional está “quemado”. Cuando sospechemos que lo puede
estar debemos prestar gran atención a lo
que nosotros y sus compañeros han observado y, luego, responder a las
siguientes preguntas:
1.- ¿Estamos observando
alguna disfunción en su desempeño? Por ejemplo, puede ser menos productivo o
cometer más errores. Tenemos que tener encuentra que si estuviese
experimentando un episodio depresivo grave también exhibiría estas disfunciones
, junto a dificultades para expresarse, pérdida de memoria o dificultad para
resolver problemas.
2.- ¿En qué momento se
producen los síntomas? ¿Son continuos o surgen en determinadas circunstancias?,
¿Se producen también fuera del trabajo?
El “burnout” se suele producir en entornos laborales, mientras la
depresión también lo hace en cualquier otro contexto.
3.- ¿Cuál es el estado
de ánimo del empleado? Un profesional “quemado" puede mostrar estados de ánimo variables. En ocasiones puede mostrar los
síntomas asociados al “burnout”, pero en otras ocasiones puede mostrar
comportamientos y actitudes más positivas y hasta responder al humor. Por el
contrario un empleado que sufre un grave episodio de depresión va a mantener su
tristeza y comportamiento restrictivo independientemente de lo que ocurra a su
alrededor.
4.- ¿Qué está pensando
el empleado? Para saberlo debemos observar lo que dice, que en el caso del “burnout” va a estar relacionado con
preocupaciones sobre el trabajo, mientras en el caso de las depresiones va a
manifestarse por sentimientos de desesperanza.
5.- ¿Podemos
identificar una razón que explique los cambios en el empleado? Por ejemplo si está
sufriendo el duelo por la pérdida de un ser querido o si tiene problemas
económicos o si está enfermo tiene que
atender a un enfermo o experimentando un alto nivel de estrés en casa o
sospechamos que exista un problema de adicción. Si la respuesta es afirmativa
en estas situaciones u otras similares el problema no parece ser debido al “burnout”
sino a otras causas.
La siguiente tarea del
líder tras responder a las preguntas anteriores es averiguar si el profesional
está “quemado” o está experimentado “fatiga de compasión”. Ésta se caracteriza
por un conjunto de síntomas, como el “burnout”, pero tampoco se puede
considerar una enfermedad. Se origina
normalmente durante nuestros años formativos. Por ejemplo, sobrevivir una
infancia muy disfuncional ayuda a crear comportamientos y parones que pueden
conducir a niveles elevados de “fatiga de compasión” en las profesiones ligadas
a los cuidados. Una fuerte
identificación con las personas o animales indefensos, sufrientes o traumatizados
es, posiblemente, el motivo. Las personas más susceptibles a experimentar este
tipo de fatiga son aquellas a las que se les ha enseñado a preocuparse por las
necesidades de los demás antes de hacerlo por las propias.
Transitional Support,
una organización que ofrece apoyo y asesoramiento, asimila la “ fatiga de compasión”
al residuo emocional que se produce tras trabajar diariamente con pacientes que
están sufriendo, lo que crea un estrés secundario traumático en la persona que
está ayudando.
Existen unas
diferencias entre “burnout” y este tipo de fatiga que percibiremos si prestamos la atención
adecuada. El “burnout” afecta a personas de todas las profesiones y se suele
desarrollar lentamente a lo largo de un periodo extenso de tiempo , mientras la
“ fatiga de compasión” está causada por la empatía y surge más rápidamente,
pero se recupera antes que el “burnout”, si se identifica en estadios
tempranos.
Una vez que hemos
recogido y considerado nuestras observaciones ha llegado la hora de hablar con
el profesional en privado. Un buen enfoque consiste en expresar nuestra
preocupación y describir de forma objetiva lo que hemos observado, ciñéndonos a
los hechos. Luego preguntar al empleado lo que piensa que le está pasando. No
decirle lo que pensamos, debemos permanecer en silencio y darle tiempo para
responder. Si la respuesta es que no pasa nada comentarle que no estamos de
acuerdo y si dice que no sabe, pedirle que reflexione un poco más. Luego debemos
continuar callados hasta que hable. Si responde atacando decirle que parece que
está enfadado y preguntarle la razón, si llora dejarle tiempo y espacio para
que libere sus emociones y cuando se calme preguntarle por las causas del llanto.
Con frecuencia el
empleado asume, en estas situaciones, que va a recibir una reprimenda y teme
que se vayan a tomar acciones disciplinarias. Puede sentir la necesidad de
pedir perdón y prometer mejorar. En estos casos hay que decirle que lo que pretendemos
es ayudarle y no reprenderle.
En otras ocasiones el
profesional responde diciendo que el problema no es suyo y achacándoselo a otro
o quitándole importancia, negando que la situación esté dañando su salud y
bienestar y que necesite cambiar. En estos casos debemos explicar que no tomar
las medidas necesarias va a conducir a una situación de “burnout” y al
deterioro de su salud, si es que no ha ocurrido ya, y ofrecernos a trabajar con
él para averiguar exactamente lo que está ocurriendo, no solo por él, sino por
todos sus compañeros. Si el problema parece que es de índole personal sugerir
que busque ayuda externa y si es profesional intentar conducir la conversación
hacia lo que está pasando en el trabajo.
La autora recomienda
para ayudar a los profesionales que están experimentando signos de “burnout” seguir
las siguientes estrategias:
1.-
Reasignar tareas
Evaluar si las tareas
se han asignado adecuadamente en función de las singulares capacidades e intereses de cada empleado. Si está poco
estimulado asignarle nuevas y excitantes responsabilidades y si todos realizan
algún tipo de trabajo tedioso establecer rotaciones para que todos experimenten
algo nuevo. Asegurar que la carga de
trabajo se distribuye equitativamente
que nadie tiene asignado la mayor parte del trabajo tedioso o
complicado.
2.-
Mantener la carga de trabajo en niveles manejables
Establecer plazos de
realización razonables procurando que los profesionales no estén sobrecargados
de trabajo, pero también que tienen trabajo y no están sin hacer nada.
3.-
Reconocer el trabajo bien hecho
El reconocimiento
ayuda a los empleados asentirse apreciados y valorados, lo que puede significar
mucho para los empleados que padecen “burnout”.
4.- Formar a los profesionales
Discernir
qué habilidades tienen que mejorar los profesionales para que puedan
desarrollar todo su potencial.
5.- Limitar el trabajo fuera del horario
Procurar
que los empleados puedan respetar el horario para el que han sido contratados,
por ejemplo, disminuyendo su carga de trabajo o contratando a nuevos profesionales. Aunque sobrepasar el
horario de forma ocasional no es dañino, el hacerlo de manera continua
incrementa el “burnout” en el trabajo.
6.- Facilitar y permitir el que los profesionales
puedan desconectar
Los
empleados que padecen “burnout”con frecuencia se saltan las horas para comer y
los descansos, no utilizan todos su días de vacaciones y de forma rutinaria
llevan trabajo a casa. Algunas organizaciones han desarrollado una cultura en
la que los empleados deben estar siempre conectados todo el tiempo. Pero esto
no es sano ya que los profesionales necesitan tiempo para desconectar para
poder volver al trabajo revitalizados.
7.- Ligar las tareas cotidianas con
metas a largo plazo atractivas
Las
tareas cotidianas se pueden convertir en aburridas e interminables para el
profesional que sufre “burnout”. Si se relacionan con metas importantes pueden
hacer que el empleado sienta que está trabajando en algo que merece la pena.
8.- Ser un buen ejemplo
Pensar
en los comportamientos que tenemos y que observan los empleados para procurar
ser un ejemplo para ellos, especialmente los que tienen que ver con el respeto
a los periodos de descanso.
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