John C. Maxwell en “High road leadership. Bringing
people together in a world that divides”
plantea que en la actualidad vivimos en un mundo en el que los
desacuerdos reinan y las personas están divididas, donde cada uno trata de
ganar a expensas de los demás y en el que demasiados “líderes” hacen lo que les
viene bien para sus intereses exclusivamente y se aprovecha de los demás sin
dar nada a cambio.
El liderazgo puede ser
una bendición o una maldición, ya que puede ayudar a las personas a que se
eleven hacia una vida mejor o a que caigan en la desesperanza. Es triste que
actualmente las disputas sean frecuentes y que en lugar de que las condiciones
de vida mejoren para las personas debidas a un buen liderazgo, florezcan la
decepción y amargura producidas por un mal liderazgo. En nuestra cultura se
está produciendo un cisma entre “nosotros” y “ellos”. En nuestro lado están las
personas que piensan, actúan, se visten, votan, viven y trabajan como nosotros
y en el otro lado todos los demás. Las personas están dedicando su tiempo a
luchar por muchos asuntos por los que no deberían luchar y, cuando alguien “gana”
es un mal triunfo porque no supone ganancias para la mayor parte de las
personas.
Las habilidades y los
valores es lo que marca la diferencia entre los buenos y los malos líderes.
a).- Si el líder posee buenos
valores y habilidades inspirará a sus profesionales y a las personas y las
elevará.
b).- Si el líder posee
buenos valores pero malas habilidades no podrá ayudar a las personas que
dependen de ellos.
c).- Si los líderes
poseen buenas habilidades y pobres valores manipularán a sus seguidores para su
propio beneficio personal.
d).- Si los líderes
poseen malas habilidades y valores hundirán a las personas que dependen de
ellos.
El autor comenta que
desgraciadamente en los Estados Unidos los políticos marcan el estándar sobre
cómo se deben tratar las personas unas con otras y éste no es positivo. Este
cambio se puede observar analizando las elecciones presidenciales recientes. En
el pasado, los candidatos luchaban unos contra otros , pero una vez celebradas
las elecciones reconocían los esfuerzos de cada uno y se daban la mano. Luego trabajaban con todos los de ambos lados
hasta la siguiente elección. Era como un campeonato de boxeo, donde los dos
luchadores se enfrentaban pero mostraban su sentido deportivo al final dándose la
mano. Respetaban el compromiso y los sacrificios que hacía la otra parte y como
resultado, experimentaban un sentimiento de hermandad porque ambos eran
luchadores y sabían lo que suponía entrar en el ring.
En la actualidad, la
política se asemeja, más que a un deporte, a una guerra. Los políticos luchan duro,
mostrando poco respeto por sus oponentes. Algunos parecen que hasta llegan a
odiarse entre sí. Al final de la carrera su actitud parece ser la de he luchado
duro y he ganado, por lo que la otra parte debe mostrarme sumisión. No es de
extrañar que una encuesta reciente ha encontrado que el 63% de los
estadounidenses siente muy poca confianza hacia los políticos que se supone les
representan y 67% tiene muy poca confianza o no la siente hacia el gobierno
federal. Desgraciadamente, al mismo tiempo, las personas miran a sus políticos
y piensan que así es como ellas deben hacer, también, las cosas, y siguen sus
directrices y conductas. Esto es un problema porque no podemos construir nada
que merezca la pena a través del odio. Como dijo Maya Angelou: “El odio ha
causado muchos problemas en el mundo, pero hasta ahora no ha resuelto ninguno”.
Esta propensión hacia
la confrontación y hacia la falta de
respeto hacia otras personas se ha extendido e inunda casi todos los aspectos
de nuestras vidas. Cada vez se vuelve más difícil trabajar unos con otros y
alcanzar metas que merezcan la pena.
La amabilidad,
consideración y empatía solían ser el mínimo estándar de conducta cuando interactuábamos
unos con otros, pero demasiadas personas no practican estos valores en la
actualidad. Según una encuesta de Gallup el 50 % de los estadounidenses
valoraban como pobre el estado de los valores morales y el 75% piensan que la
situación está empeorando, citando el principal problema la falta de
consideración hacia los demás.
Una de las razones por
las que no procuramos acercarnos y trabajar juntos es que ya no consideramos a
los que no comparten nuestra opinión como personas con las que no estamos de
acuerdo sino que las contemplamos como seres humanos desagradables y asumimos
que sus motivos están equivocados y, en ese momento, perdemos la confianza en
ellos.
Existe una diferencia
significativa entre creer que las opiniones de la otra persona son erróneas y creer
que sus motivos son erróneos. Si pensamos
que las ideas u opiniones de otras personas son erróneas estaremos dispuestos a
entablar una discusión con ellas y a buscar terreno común. Pero si creemos que
sus motivos son erróneos, pensaremos que están dispuestos a hacernos daño y
construiremos barreras que terminarán con la relación.
La mayor parte de las
personas en la actualidad parece que poseemos un sesgo de confirmación muy
fuerte, por lo que buscamos la información y datos que van a confirmar aquello
en lo que ya creemos, ignorando el resto. Escuchamos a expertos cuyas opiniones
confirmen las nuestras y no queremos escuchar puntos de vista opuestos. Queremos
que nuestras opiniones se confirmen.
Los buenos líderes
deben superar esta actitud y ayudar a que las personas a las que lideran lo
hagan también. Para ello deben tener un sesgo de colaboración muy potente, para
que puedan ayudar a reunir a las personas para incrementar la comprensión entre
ellas y ampliar sus perspectivas.
Los buenos líderes
tienen la responsabilidad de encontrar las mejores respuestas ante cualquier
reto o problema y son conscientes de que
puede ser que ni ellos, ni cualquiera de su equipo puede tener las mejores
soluciones. Como resultado se comprometen a mantener una mente abierta y a
escuchar a todos, incluyendo a aquellos que se les oponen o que están en el
lado contrario.
Independientemente de
las circunstancias, si queremos ser buenos líderes, debemos mantenernos en el
centro sin escoger un lado y escuchar a todos, trabajando para unirles. Todos
nos necesitamos, no tenemos todas las respuestas nosotros solos o nuestros
afines. Creer que si las tenemos es caer en la arrogancia. Si un líder no puede
trabajar con aquellos con los que no está de acuerdo nunca se convertirá en un
buen líder y, perderá seguir el mejor camino si siempre hace las cosas a su
manera, ya que se enrocará en defender
sus ideas y dedicará su tiempo a luchar por ellas , con lo que eventualmente
todos perderán. El camino de la desconfianza y división nunca nos conducirá a dónde
queremos ir. No podemos sembrar la división entre las personas y esperar alcanzar resultados
positivos. La conversación y la colaboración siempre obtendrán mejores respuestas que el aislamiento y la
exclusión.
Si observamos el estado
actual del liderazgo y pensamos que el problema lo han creado “los que no
piensan como nosotros” nos estamos equivocando. Si queremos vivir en un país
mejor, con una cultura mejor y en un mundo mejor tenemos que mirarnos en el
espejo y reconocer nuestra contribución a la división que estamos
experimentando. Tenemos que cambiar la forma en la que tratamos a las personas
y en lugar de aumentar la distancia , construir puentes y movernos hacia los
demás buscando terreno común.
Maxwell cree que las
personas elegimos uno de tres caminos cuando interactuamos con los demás: el camino
hacia abajo, el camino en el centro o el camino hacia arriba:
1.-
EL CAMINO HACIA ABAJO
Las personas que siguen
este camino solo piensan en sí mismas, son muy egoístas. Los líderes cogen todo
lo que pueden de los demás sin pensar en devolver nada a cambio, porque piensan
que coger es la única forma que tienen de conseguir lo que quieren.
Piensan que el mundo
les debe algo y se consideran víctimas, por lo que cuando cogen lo que quieren
de los demás sienten que están ajustando una deuda para que el mundo sea justo
con ellos. Pero la realidad es que como están cogiendo lo que quieren de los
demás están haciendo el mundo más injusto, se aprovechan de los demás para su
propio beneficio.
Cuando estas personas
ocupan posiciones de liderazgo hacen todavía más daño porque devalúan a las
personas, ya que las critican, minusvaloran y minan para obtener lo que quieren
o para mantenerlas sojuzgadas. No quieren construir
puentes sino dividir todo lo que puedan a las personas porque piensan que esto
les ayudará a mantener su poder.
Irónicamente no están
nunca satisfechas y viven en un estado
perpetuo de necesidad: cuanto más cogen, más quieren. El ciclo no se interrumpe
nunca.
2.-
EL CAMINO EN EL CENTRO
Las personas que siguen
este camino valoran la justicia. Están abiertas a dar y a recibir para mantener
un equilibrio. Están dispuestas a comprometerse, siempre que obtengan al menos
algo similar a lo que han dado.
Este tipo de patrón
mental es muy limitado porque es demasiado transaccional, por lo que tiene el
inconveniente de que si las personas que los siguen son dañadas o sienten que
se han aprovechado de ellas responderán con una venganza de un grado similar al
daño recibido, como establece el Antiguo Testamento. Pero así
no conseguimos unir a las personas. Gandhi decía que: “El ojo por ojo hace que
todo el mundo termine ciego”.
Muchas personas eligen
este camino porque parece que promete seguridad. Podemos calcular lo que damos
y lo que recibimos para intentar mantener todo equilibrado. Entre los
inconvenientes de esta opción es que podemos estar dispuestos a trabajar con
las personas en la parte contraria pero queremos que ellas den el primer paso
primero y que escuchen y reconozcan nuestras ideas primero y, luego quizás estaremos dispuestos a
hacer lo mismo. Mientras tanto
esperamos y desgraciadamente con frecuencia estamos siempre esperando.
3.-
EL CAMINO HACIA ARRIBA
Las personas que siguen
este camino dan primero sin preocuparse por recibir nada a cambio. No intentan
que sus interacciones sean justas porque reconocen que la vida no es justa.
Valoran a cada persona y la tratan bien independientemente del camino que esté
siguiendo. Como consecuencia desean equilibrar la balanza a favor de la otra
persona porque saben que así hacen que el mundo sea mejor y no se preocupan por
no obtener su parte porque piensan que hay suficiente para todos.
La capacidad de seguir
el camino elevado requiere del patrón mental adecuado, por el que en lugar de
centrarnos en nosotros, lo hacemos en el bienestar de los demás y buscamos lo
que hay bueno en los demás para que salga a la luz.
La tabla siguiente
expone las características principales de los líderes según sigan uno de los
tres caminos:
HACIA ARRIBA |
CENTRO |
HACIA ABAJO |
Valoran
a los demás Juntan
a las personas Acercan
las posturas de las personas Dan
más que reciben Dan
primero Dan
de manera incondicional Quieren
que los demás ganen Tratan
a las personas mejor que como son tratados ellos mismos |
Buscan
valor de los demás Se
mueven de un lado a otro Coexisten
con las diferencias entre las personas Dan
lo mismo que reciben Dan
después de recibir Dan
de forma condicional, esperan una respuesta similar Quieren
que ganemos todos Tratan
a los demás igual que son tratados |
Devalúan
a los demás Dividen
a las personas Amplían
las diferencias entre las personas Cogen
más de lo que dan No
dan nada Cogen
de forma incondicional sin pensar en devolver algo Quieren ganar Se
tratan bien a sí mismos a expensas de los demás |
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