El conejo corre más
rápido que el zorro porque está corriendo para salvar su vida, mientras que el
zorro sólo está corriendo para conseguir su cena”
R. Dawkins
En el boletín del
pasado 9 de marzo de Farnam Street su editor defiende que los incentivos tienen
una gran importancia. Están en la raíz de muchas situaciones a las que nos
enfrentamos y con frecuencia no somos conscientes de ellos. En su libro
“Pebbles of perception: How a few good choices make all the difference”,
Laurence Enders escribe que: “Sólo podemos observar una situación con claridad
si dedicamos tiempo a considerar los intereses que están en juego. Y la
entendemos todavía mejor si consideramos como la situación podría ser distinta
si los intereses que subyacen fuesen otros”.
Pero, igual que con
frecuencia no los entendemos podemos, también caer en el error contrario y
centrarnos excesivamente en ellos. Al hombre con un martillo todo le parece que
son clavos. Por ejemplo se ha comprobado que los empleados de los bancos en
Estados Unidos aprobaban con más facilidad, porque llegaron a convencerse, los
créditos que les suponían las mayores comisiones. El efecto fue peor que el interés puro y duro: el incentivo actúo
nublándoles el juicio.
Muchos sistemas
incentivos fallan porque las personas no consideran la posibilidad de otros
intereses e incentivos. Un ejemplo de este fenómeno son las recompensas
ofrecidas para ayudar a eliminar a animales indeseados, como serpientes o
ratas. Lo que las autoridades no han sabido prever es que habría personas que
comenzarían a criar ratas y serpientes para recibir los incentivos.
Los buenos incentivos
deben incluir reconocimiento, percepción pública y el valor de realizar un
trabajo del que nos podemos sentir orgullosos. Por tanto, si queremos persuadir debemos
apelar a los intereses y no a la razón, pero en relación a los intereses
debemos apelar no sólo a su valor neto sino al
valor intrínseco para la persona.
Es importante no
olvidar que:
1.- El comportamiento
que vemos normalmente es el resultado de incentivos que no vemos.
2.- El comportamiento
que se recompensa es el que se suele obtener.
3.- Crear sistemas
efectivos de incentivos es complicado.
Se tienen que considerar no sólo los incentivos de primer nivel sino,
también, los de segundo y tercer nivel y cómo éstos pueden impactar en el
sistema. Al diseñarlos recordar que:
a).- Deben ser claros y
fáciles de comprender.
b).- Ofrecer un
feedback lo más inmediato posible. La naturaleza humana funciona mejor con
recompensas inmediatas que con las diferidas. La productividad recompensada
semanalmente es más eficaz que la anual, por ejemplo.
c).- Deben ser justos
para que todos los profesionales “remen” en el mismo sentido y luchen por
alcanzar los mismos objetivos. Todos tienen que estar sometidos al mismo plan.
Si no se aplican
correctamente estos sistemas pueden fomentar una cultura de individualismo,
pero si se realiza adecuadamente pueden contribuir a liberar el potencia de
todos los profesionales de una organización.
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