Elana Feldman en hbr.org del pasado 17 de febrero
plantea que ser interrumpido en el trabajo puede resultar muy frustrante,
irritante y estresante pero, en ocasiones, necesario ya que nos pueden
facilitar la información y colaboración en tiempo real que necesitamos para
realizar nuestro trabajo.
La buena noticia es que investigaciones recientes
sugieren que las interrupciones no tienen que ser desagradables. Evidentemente la
forma en la que experimentamos la
interrupción varía sustancialmente dependiendo de la forma en que afecte a
nuestro trabajo. Mientras modificar nuestras agendas para acomodar una tarea
inesperada puede ser frustrante, las interrupciones pueden parecer positivas si
se pueden interpretar como un buen uso del tiempo. Por ejemplo si la respuesta
es afirmativa a la pregunta de si la interrupción eme ayuda a progresar en algo
que merece la pena o si la nueva tarea es más importante que la que estaba
realizando con anterioridad.
También, estamos más dispuestos a experimentar
las interrupciones como algo positivo si se encaja bien en nuestro día al ser
un momento conveniente o si tenemos
tiempo libre para dedicar a la nueva tarea.
Considerar estos factores puede ayudarnos a
optimizar cómo, cuándo y a quién interrumpir. La autora y sus colaboradores han
identificado varias estrategias específicas que pueden incrementar las
posibilidades de que las interrupciones puedan ser contempladas de forma positiva.
Entre ellas tenemos:
1.- Valorar si la tarea es crítica o no. Las personas suelen sentir que la interrupción
merece la pena si la tarea que se les pide que realicen parece importante,
sobre todo si la pueden considerar como más importante que la que venían
realizando. Por tanto, antes de interrumpir a alguien tenemos que pensar si lo
que queremos que hagan puede ser una prioridad para ellos.
2.- No añadir peticiones si el profesional ya está sobrecargado. En ese caso la reacción
va a ser negativa. Para evitarlo debemos
preguntarnos lo que sabemos sobre la carga actual de esa persona. Si vemos que
es excesiva podemos considerar interrumpir a otra persona si la tarea es
urgente o esperar a que el profesional tenga menso trabajo si la tarea puede
esperar.
3.- Identificar la persona correcta a interrumpir. Siempre resulta irritante
cuando tenemos que dejar algo que estamos haciendo para descubrir que no somos
la persona adecuada para el trabajo. Por tanto antes de pedir algo a alguien
debemos hacernos las siguientes preguntas:
a).- ¿Es la persona adecuada para asumir la nueva
tarea?
b).-¿Qué roles son los que mejor se ajustan a la
tarea para la que necesitamos ayuda?
c).- ¿Qué responsabilidades incluyen normalmente
tareas similares?
4.- Prestar atención al momento ideal. Las interrupciones se viven de manera más
positiva si ocurren en lo que el que las experimenta puede considerar el momento
adecuado, lo que suele significar esperar al tiempo en el que la persona no
esté inmersa en otra tarea o cuando necesita un descanso de sus tareas
habituales. Para determinar si es un buen momento podemos prestar atención a
las señales que la persona está enviando, como por ejemplo si está trabajando
con su puerta abierta o cerrada, si está o no disponible on line, si tiene esa
hora bloqueada en su calendario, etc.
5.- Limitar el tiempo de interrupción. Las percepciones de las personas sobre la duración
de la interrupción influyen en la forma en que son interpretadas. Cuando son consideradas
como más largas de lo debido van a ocasionar con más frecuencia sentimientos
negativos. Para evitarlo debemos pensar creativamente para ver cómo podemos
presentar el contexto de nuestra
petición de forma más sucinta o si existen pasos que nosotros podemos dar antes
de trasladar la tarea a otra persona. Siempre, sin olvidar que tenemos que
presentar a interrupción de forma que destaque nuestro respeto por el tiempo de
la otra persona ya que va a tener un gran impacto en su reacción.
6.- Avisar con antelación. Aunque la necesidad de interrumpir el trabajo
para asignar nuevas tareas suele ser algo imprevisto, si es posible podemos
anticipar a la otra persona que en un futuro es probable que tengamos que
interrumpirle. Esto permite al profesional prepararse mentalmente para la
interrupción e ir reservando tiempo para la nueva tarea, aunque el momento sea
desconocido.
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