Jason Harris en “The soulful art of persuasion. The 11 habits that will make anyone a master influencer”, que estamos comentando,
plantea que si pensamos y actuamos en términos puramente transaccionales
estaremos saboteando nuestros intentos de persuadir a los demás.
Aunque entendamos que
mediante la persuasión lo que queremos simplemente es que otra persona nos dé
un sí, esto sería pensar a corto plazo y nunca persuasión genuina. Si queremos
crear las condiciones que favorezcan el que las personas adopten nuestras
posturas debemos dejarles claro que nos preocupa algo más que nuestro beneficio
inmediato.
Mostrarnos como
auténticos seres humanos en todas nuestras interacciones es esencial para
desarrollar un carácter persuasivo. Enfatizar nuestra humanidad y forjar
relaciones humanas es lo que va a funcionar si nuestra meta es convencer a
alguien.
Para inclinarnos hacia una decisión determinada con frecuencia lo que
hacemos es evaluar a la persona que transmite el mensaje, su carácter y
motivaciones, tanto como otros factores. Nos preguntamos si la persona es de
confianza y si nos vemos haciendo negocios con ella, así como qué es lo que
espera obtener de nosotros.
Persuadir no consiste
en coaccionar a nuestra audiencia para que haga lo que nosotros queramos, sino
en atraerlos para que lleguen a una conclusión determinada y dejar que lleguen
a ella por sí mismos. El enfoque de que todo lo que hagamos o digamos para
persuadir a alguien debe estar centrado sólo en conseguir un sí es erróneo ya
que supone forzar a nuestra audiencia de forma agresiva para que tomen la
decisión que nosotros queremos, vaya o no en favor de sus intereses. Implica
pensar a corto plazo y manipulación y no funciona ya que las personas no
queremos que nos fuercen para tomar una decisión, queremos hacerlo por nosotros
mismos, cuando lo decidamos, en nuestros propios términos y razones.
Un estilo de persuasión
muy avasallador simplemente va a confirmar a los demás nuestras motivaciones
interesadas y les va a recordar que para nosotros la decisión es puramente
transaccional y que podemos estar dispuestos a decir o hacer lo que sea para
conseguir que hagan lo que nosotros queremos. La única forma de corregir esta
situación más allá de lo estrictamente transaccional consiste en demostrarles
que nos importa algo más que nuestro beneficio inmediato ( sea económico o
ligado al poder).
Si queremos ser
persuasivos otro factor a considerar es que los demás quieren que actuemos como
personas y no nos preocupemos por una tendencia de las últimas décadas por la
que las personas se consideran a sí mismas como” marcas”. La idea es que una
imagen pública perfectamente diseñada y una “voz de marca” consistente en todas
las redes sociales puede ayudar a que la persona se “venda” en todo el mundo.
Al mismo tiempo las
marcas están intentando adoptar muchos de los atributos que caracterizan a las
personas, por medio, en parte, de darles un significado y propósito que
transcienda a la simple ganancia. Los expertos llaman a este fenómeno
“antropomorfismo de las marcas” y consiste esencialmente en el intento de personificar
las marcas.
Un carácter personal
persuasivo es aquel que evita muchos de los aspectos que generan rechazo en las
personas en relación con las marcas comerciales tradicionales, particularmente
su preocupación por maximizar los beneficios y su obsesión por la imagen
externa. Las personas somos más persuasivas que las marcas. Por ejemplo la
encuesta realizada por Nielsen en 2015 sobre la confianza global en la
publicidad, examinaba qué tipos de publicidad es la que genera más confianza en
los consumidores. Encontró que el formato que destacaba eran las
recomendaciones de la familia o los amigos ( el 83% de los encuestados
reconocían que confiaban en sus sugerencias en la mayor parte de las
ocasiones). Dos tercios decían que también tendían a confiar en los comentarios
online de personas desconocidas, mientras que los correos de las marcas o las
esponsorizaciones de éstas hacían que desconfiasen de éstas.
Estas dos estrategias
mencionada: persuasión manipuladora o avasalladora o la basada en una imagen de
marca personal enfatizan la naturaleza transaccional de las interacciones
persuasivas mientras menosprecian o ignoran el tipo de consideraciones humanas
que realmente cambian mentes e impulsan a las personas hacia la acción. La
mejor alternativa a estas técnicas persuasivas a corto plazo es una que está
dispuesta a sacrificar oportunidades de un beneficio inmediato en el servicio
de un enfoque a un plazo más largo.
Éste es capaz de
manejar una de las paradojas centrales de la comunicación persuasiva que
consiste en el hecho de que cuando las personas piensan que están siendo
persuadidas es más difícil convencerlas. Un estudio en este sentido, por
ejemplo, es el realizado en 1962 por los psicólogos Elaine Walster y Leon
Festinger cuyo objetivo era evaluar si los mensajes son más persuasivos cuando
el que los recibe los escucha sin el conocimiento del que los transmite que si
el que habla los comunica abiertamente. Encontraron que si el mensaje parecía
que había sido escuchado por accidente, sin que el que lo transmitía supiese
que estaba siendo oído, resultaba ser
más persuasivo que si se transmitía directamente.
Walster y Festinger
sugerían una razón para este hecho: cuando un mensaje se comunica
abiertamente la audiencia puede
sospechar que el orador les quiere influenciar y que está actuando con
intenciones ocultas. Cuando escuchamos algo por accidente, por el contrario,
ese pensamiento ni se nos ocurre, ya que pensamos que el que habla no tiene ni
idea de que le estamos oyendo y por tanto no puede estar intentando
persuadirnos.
Si queremos utilizar la
estrategia de persuasión a largo plazo existen unas reglas que hay que cumplir:
REGLA
1: NO VENDER NUNCA ALGO QUE NO COMPRARÍAMOS NOSOTROS
La idea es muy
sencilla: si no creemos en una idea, producto, servicio, etc, no podemos
defenderlos. Con el tiempo será obvio para los demás de múltiples formas que no
somos una persona en la que se puede confiar.
El reto que nos vamos a
encontrar en relación con esta regla es que la vida nos presenta continuamente
oportunidades atractivas para violar este principio. Siempre encontraremos
ocasiones en las que puede ser conveniente o potencialmente lucrativo adoptar
una postura que realmente no apoyemos. Por tanto es fundamental que cada vez
que estemos procurando cambiar las ideas de otra persona pensemos si creemos
que esa persona va a estar mejor si adopta nuestra postura o si estamos
tratando de influenciarle para enriquecernos nosotros u obtener cualquier otra
ventaja o beneficio personal nuestro.
La respuesta suele ser
bastante obvia pero en muchas ocasione somos extremadamente hábiles para
engañarnos a nosotros mismos cuando la verdad interfiere con nuestros deseos
más inmediatos. Dedicar un momento para reflexionar antes de intentar persuadir
a alguien puede ayudarnos a controlar este impulso.
El proceso comienza con
la decisión consciente de ser responsables y rechazar persuadir alguien a que
haga algo que no haríamos nosotros.
REGLA
2: EL SENCILLO PODER DEL NO
Este principio deriva
del anterior: si vamos a adoptar solo posiciones con las que verdaderamente
estamos de acuerdo tendremos que decir no a gran cantidad de cosas. La
sabiduría convencional puede que nos diga que si queremos influir en alguien
deberemos decir que sí lo máximo posible, pero nadie confía en una persona que
siempre dice sí., ya que si rutinariamente decimos solo las cosas que hacen que
los demás se sientan bien consigo mismos no nos van a considerar como fuentes
fiables de información.
Por otro lado si somos
seres humanos auténticos con pasiones, principios e integridad tendremos que
decir que no en muchas ocasiones. Similarmente si estamos interesados en el
bienestar de otra persona y no en obtener algo de ella tendremos que decirles
que están cometiendo errores, si así lo creemos, y no callarnos ya que, en
ocasiones, esto es lo que la relación demanda.
Estar dispuestos a
decir no cuando es algo es importante debería surgir de forma espontánea
pero desde un enfoque de persuasión ofrece beneficios tácticos ya que dejar
pasar una oportunidad de halagar o de obtener dinero fácil revela a la otra
persona que nos mueven otras cosas que no son solo alcanzar un acuerdo
lucrativo o conseguir la respuesta que deseamos. Nos hace ser más creíbles y
humanos.
REGLA
3: NO DEJAR NUNCA QUE LAS RELACIONES SE ENFRÍEN TOTALMENTE
Las personas
verdaderamente persuasivas se preocupan más de las relaciones que de las
transacciones. La persona que solo acude a nosotros cuando necesita algo de
nosotros nunca será verdaderamente persuasiva ya que ni tiene ni quiere
mantener una relación con nosotros.
Uno de los principales
asesinos de las relaciones, según el autor, es la dejadez, por lo que nos
debemos asegurar que mantenemos vivas nuestras relaciones y para ello
recomienda utilizar las siguientes
técnicas:
1.- Fijar un aviso para
recordarnos que debemos contactar con la persona con la periodicidad que
requiera el grado de relación.
2.- Conectar con 4
personas. Seleccionar 4 personas semanalmente para mantenernos en contacto con
ellas. No tiene que ser a través de un correo muy largo ni una conversación
telefónica extensa, puede ser un encuentro personal o un breve mensaje.
3.- Mandar mensajes con
recomendaciones personales a nuestros contactos en las redes sociales que
pensemos les puede interesar.
4.- Juntar a las
personas. Buscar oportunidades para facilitar que distintas personas que
conocemos se conozcan entre sí en función de sus intereses comunes.
REGLA
4: ESTABLECER COMPROMISOS
Implica asumir algunos
de los riesgos que pueden derivarse de la decisión a tomar. Por ejemplo, un
estudio realizado en Northwestern´s Kellogg School of Management analizando que
tipo de mensajes son considerados más eficaces en los anuncios publicitarios ha
mostrado que son aquellos que prometen garantías de devolución de dinero y aquellos
que prometían igualar el precio más bajo de un competidor para un producto
determinado. En ambos casos el consumidor entiende que el vendedor se preocupa
más por sus intereses que por cerrar una venta u obtener el mayor beneficio
económico posible de la transacción. Está invirtiendo en una relación a largo
plazo en lugar de en una ganancia a corto plazo.
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